Tras la relectura de “El jugador”, novela con la que se inspira y expira uno, me topo con “El perfume de la Dama de Negro” de Gaston Leroux. Libro propio de eso que llaman literatura juvenil, es la segunda parte de “El misterio del cuarto amarillo”, una novela de misterio en la que la protagonista había sufrido un intento de asesinato en un cuarto que estaba cerrado por dentro y al que nadie, aparentemente, había accedido. Un misterio que sólo el ingenioso reportero Rouletabille pudo resolver. Leído muchos años atrás y quizás por ese recuento de años de la lectura del primer volumen me hizo caer en la necesidad de terminar de completar el misterio (y retomar lo juvenil de la colección) e inicié la búsqueda del aroma de la Dama de Negro. Ni que decir tiene que esta segunda parte, no prevista por el autor y escrita únicamente a tenor de la fama del Cuarto amarillo, contiene un sin fin de referencias a la primera historia (la regresión necesaria ha sido importante, pero a medida que el libro avanza uno se acuerda más y más de la historia), pues es una falsa continuación que arranca con la boda de la protagonista (siento que los que no han leído la primera parte se hayan percatado de la salvación de la Sra. Stangerson, protagonista femenina). Un inicio que bien podía haber sido el final de la primera parte y que lejos de lo idílico del momento no es más que el arranque del drama que está por llegar. El asesino al que creían muerto aparece de pronto ante la estupefacta mirada de la Sra. Stangerson. Una llamada de auxilio hace que todos los personajes principales se reúnan de nuevo para hacer frente al terrible malandrín. Y no se reúnen en comisaría sino en un castillo que encuentran de lo más conveniente para hacer frente a la amenaza que les ronda. Además de la habitual estupidez de encerrarse en un lugar aislado y hundido en las rocas de una pequeña península cuando el asesino te persigue, la novela desarrolla todo un abanico de tópicos de las novelas de misterio que el cine se ha encargado de contarnos machaconamente una y otra vez. Por lo que la disculpa de la fecha de escritura, principios del siglo XX, en la reiteración de tópicos queda un poco descolgada ante la ansiedad de saber dónde se esconde el malo malísimo. Personajes misteriosos, posibles embaucadores, sospechas sobre citas impensables, sombras en la noche, secretos del pasado, confesiones inconfesables, complejos de Edipo… giro argumental y giro y giro hasta retorcer al lector y provocarle una tortícolis en el juego de espejos en el que termina convirtiéndose la Dama.
Contado en un diálogo o conversación entre el lector y Sainclair, el mejor amigo de Rouletabille, el Perfume está lejos o lejísimos de las grandes novelas policíacas (categoría del que el autor huye todo lo que puede hasta que termina, en ese diálogo que mantiene con el lector, confesando que el relato que leen se ubica en este género literario) de Chandler (aunque él iba más por la novela negra), Christie (de la que sólo he leído una) o el propio Poe (que te mete el miedo en el cuerpo con sus terroríficos cuentos). Sin embargo la historia está bien tejida y nos conduce de manera envolvente hacia el fondo de un misterio que se complica hasta el punto de mantenernos atentos a los detalles y buscar (referencia de Científico Social Avanzado) la pista que delate al culpable. Claro está, como sucede en todas estas novelas, que el final será sorprendente y cogido por los pelos. Mucha imaginación en el discurso final de un Rouletabille que nuevamente resolverá el misterio y que nos presentará una consecución de mínimas pistas en las que aparece, como por arte de magia, el culpable.
Una novela entretenida y ligerita que se convirtió en un éxito total. Uno más de este autor francés que ha logrado colar en varias versiones cinematográficas sus obras, tanto el Cuarto como la Dama o incluso alguna serie televisiva. Aunque, claro está, la más famosa y que más éxito le ha reportado a este periodista es “El fantasma de la ópera”, basada en una novela anterior “Trilby” del británico George du Maurier (eso dicen). Adaptada en todo tipo de formatos, el Fantasma ha obtenido mucha más fama que el joven reportero Rouletabille, y eso que el personaje se estiró y estiró es otros relatos.
Contado en un diálogo o conversación entre el lector y Sainclair, el mejor amigo de Rouletabille, el Perfume está lejos o lejísimos de las grandes novelas policíacas (categoría del que el autor huye todo lo que puede hasta que termina, en ese diálogo que mantiene con el lector, confesando que el relato que leen se ubica en este género literario) de Chandler (aunque él iba más por la novela negra), Christie (de la que sólo he leído una) o el propio Poe (que te mete el miedo en el cuerpo con sus terroríficos cuentos). Sin embargo la historia está bien tejida y nos conduce de manera envolvente hacia el fondo de un misterio que se complica hasta el punto de mantenernos atentos a los detalles y buscar (referencia de Científico Social Avanzado) la pista que delate al culpable. Claro está, como sucede en todas estas novelas, que el final será sorprendente y cogido por los pelos. Mucha imaginación en el discurso final de un Rouletabille que nuevamente resolverá el misterio y que nos presentará una consecución de mínimas pistas en las que aparece, como por arte de magia, el culpable.
Una novela entretenida y ligerita que se convirtió en un éxito total. Uno más de este autor francés que ha logrado colar en varias versiones cinematográficas sus obras, tanto el Cuarto como la Dama o incluso alguna serie televisiva. Aunque, claro está, la más famosa y que más éxito le ha reportado a este periodista es “El fantasma de la ópera”, basada en una novela anterior “Trilby” del británico George du Maurier (eso dicen). Adaptada en todo tipo de formatos, el Fantasma ha obtenido mucha más fama que el joven reportero Rouletabille, y eso que el personaje se estiró y estiró es otros relatos.
Literatura juvenil, que nombre más desprestigiado para tan grandes libros. Aún recuerdo con estima aquellos libros llamados Haz tu propia aventura en los que al final del capítulo había una nota: "Si quieres que Mary vaya al bosque pasa a la página 23; y si quieres que sea Peter el que abra el cofre vete a la página 41". Lástima que ya no existan.
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