18 de febrero de 2011

Margarita, está linda la mar, de Sergio Ramírez

Me costó entrarle a la literatura de acá, lo reconozco. Había tanto que leer y no sabía por dónde empezar, y también, por qué no decirlo, algunas dificultades con el idioma. Parece mentira, pero a pesar de que hablamos el mismo idioma, las palabras, las expresiones y el tono no son los mismos. Prefería conocer un poco más el paisito, embeberme de su cultura y su historia, antes de emprender la aventura de leer algo de la literatura nicaragüense contemporánea. No hablo de Rubén Darío, al que me obligaron a leer en la asignatura de Literatura cuando estaba en el colegio, y al que le tomé un poco de manía como a todos aquellos autores que nos obligaban a leer. Mi contacto con los libros se limitaba a libros que me había traído de España, algunos libros de historia nicaragüense y una biografía de Sandino que alguien me regaló cuando trabajaba haciendo diagnóstico comunitario. Fue cuando terminé ese trabajo, y al celebrar con los compañeros, un amigo secreto que me dedicó la portada y por tanto dejó de ser secreto, me regaló un libro cuyo título me evocaba cierto poema de Rubén Darío que yo bien conocía. Y digo que yo bien conocía, porque cuando era pequeño, en el colegio y para una representación escolar nos hicieron recitar el poema “A Margarita Debayle”. Por aquel entonces no sabía que el poema era de Rubén Darío, ni tampoco que iba a vivir en Nicaragua, pero no tuve más remedio que aprendérmelo porque la nota me iba en ello. Después, en alguna ocasión, la he recitado bajo los efectos del alcohol, o para impresionar a otra Margarita, con la que me casé y por la que estoy aquí, en Nicaragua. “Eso es de Rubén Darío, que es un poeta nicaragüense”, me dijo. “Si tú lo dices…”, contesté.

Antes de meterme a comentar el libro, que por cierto, no he dicho cómo se titula, hablaré de su autor. Sergio Ramírez Mercado, al que ustedes conocerán por sus artículos en El País y en otros periódicos conocidos, fue vicepresidente de Nicaragua allá por los 80 durante la revolución, se salió del FSLN en el 96 y fundó el Movimiento de Renovación Sandinista. Se ha ido retirando de la política y es un famoso escritor con varios premios a sus espaldas.

El libro, se titula como el primer verso del poema antes mencionado, “Margarita, está linda la mar” y narra dos historias que están entrelazadas pero que ocurren en dos épocas diferentes del siglo XX en la ciudad de León. Una, en 1907, donde Rubén Darío regresa a su país natal para la celebración de un homenaje; y la otra, en 1956, año de la muerte del dictador Anastasio Somoza García a manos del poeta Rigoberto López Pérez, el cual formaba parte de una pequeña conspiración. Las dos historias, la que habla del regreso a Nicaragua del “Príncipe de las letras castellanas” y su posterior muerte a causa de una cirrosis; y la que nos relata la conspiración que conduce al asesinato de Somoza; son presentadas de forma alterna, ya sea desde la perspectiva uno de los personajes, el capitán Agustín Prío quien será uno de los conspiradores, o desde las notas sobre el pasado de Darío escritas por Rigoberto López Pérez, quien será finalmente el verdugo del general.

El autor nos va llevando, con un lenguaje preciosista en la mejor tradición modernista del propio poeta Félix Rubén García Sarmiento; por la historia de Nicaragua entrelazando pasado remoto y pasado, quizás, un poco más reciente, a partir del poema escrito en un abanico de una niña, como eje la ciudad de León y como telón de fondo la corrupción política, la intervención norteamericana y la violencia de la dictadura somocista.

En mi opinión, el libro se hace difícil de entender si uno no está acostumbrado al habla nicaragüense, sin embargo, poco a poco uno se va enganchando a unos personajes y a una trama que recuerdan a las mejores novelas latinoamericanas. Sin duda, este libro es una buena manera de acercarse a la literatura contemporánea nicaragüense y una invitación para leer más acerca de este autor.