28 de abril de 2008

Brooklyn Follies, de Paul Auster

Una y mil veces repetido, Brooklin Follies prometía ser el encuentro del auténtico Auster con los lectores que tanto le reprochaban sus anteriores novelas. Así me lo compré yo, así se lo di a la gente y así me ha ido:

La verdad es que Auster siempre me ha perecido un autor para desengrasar. Después de ciertos libros te sientes agotado. El esfuerzo por lograr acabar y entender ese libro que uno tiene entre manos agota al más pintado, que termina necesitando la asistencia del Sr. Auster para recorrer un camino por el que ya se ha pasado. Porque no hay nada más parecido a un libro de Auster que otro libro de Auster.

El caso es que habiendo terminado ya hacía un tiempo la novela de Littell, con las consabidas consecuencias, los libros que aparecieron a continuación no dejaron de remitirse al voluminoso bodrio sobre la 2ª Guerra Mundial. Esperando a los bárbaros pasó inmediatamente a continuación por las manos del que esto escribe, y un Coetzee tan poco inspirado como terco en su propósito de parecer muy reflexivo no fue la mejor elección. Littell consiguió arruinarme la lectura del Nobel africano. Tras él, sólo el libro de un cuentista catalán logró rehabilitar el hábito de la lectura. Sin embargo, la brevedad de los maravillosos cuentos de Calders –de los que daremos cuenta- me impidieron terminar de sanar.

Cambiamos de registro y nos metimos con ensayos, libros de viajes y hasta el cómic. Pero la verdad es que nada de aquello lograba hacernos olvidar el intento frustrado de ese escritor mediocre. A situaciones urgentes, medidas desesperadas y, aunque había jurado y perjurado tras la lectura de El libro de las ilusiones que me pasaría más de un año sin tocar nada de Auster, corrí a la librería y cogí con las dos manos Brooklin Follies. A ver si funcionaba.

Los libros de Auster, me temo, son para mí como aquéllas novelillas de misterio, en donde se sabe quién es el asesino justo en el primer capítulo, que lee mi madre tras finiquitar aquéllos títulos que la regalo insistentemente. “Hijo, déjame un poco de descanso y luego sigo con el próximo”. Pues eso. Auster es el lugar de descanso del guerrero.

Y me había jurado no leer más de él durante un año porque con El libro de las ilusiones me terminó por desesperar. Según leía ese libro, me daba la impresión de que el autor estadounidense estaba haciéndome un refrito de las anteriores novelas. Siempre una experiencia con la muerte, siempre unos límites ajenos al protagonista que impiden que las cosas se sucedan con normalidad, siempre inesperados encuentros y, como decía mi profesor de Estadística en la Universidad, siempre un poquito de sexo. En el caso de Auster un folleteo triste y humillante. Pensaba que ya había leído el libro, pero no. Resulta que no era un refrito de novelas pasadas… ¡lo era de las futuras! En El libro de las ilusiones Auster nos cuenta exactamente la que sería años después su segunda película como director, la reciente La vida interior de Martin Frost. Pero también te insinúa el del último libro suyo publicado en castellano Viajes por el Scriptorium. Un espectáculo este señor. Vale que siempre nos cuente lo mismo, y que eso mismo sea exactamente lo que le sucedió a él durante su vida. Vale que sea el Rey de las casualidades, poniendo a los personajes en las situaciones más estrafalarias para que todo, de repente, se finiquite con una sucesión de casualidades determinante. Pero todo lector tiene un límite.

Llevamos un rato hablando y aún ni una palabra de Brooklin Follies. Bueno, ¿cómo lo diría? Aficionado Auster como es a colocar señales en sus libros, a que la casualidad te adelante acontecimientos futuros, diremos que lo fui leyendo en el autobús. Perdido en su lectura llegué a la parada y me apoyé en un árbol cercano para continuar leyendo. En ese momento, un sublime acto austeriano tuvo lugar y con su libro como protagonista principal. En ese momento, un pájaro que estaba encima de mí me cagó en el último párrafo de la página 35. Justo en el hueco en blanco que el final de la línea deja antes de llegar al 35. No era una casualidad. Era una señal de lo que iba a ser el libro: una mierda.

Debí de hacer caso al pájaro y cerrarlo en la misma parada, con la cagada dentro y sin el mayor de los escrúpulos. Pero no, decidí limpiar mi, por lo demás, pulcro ejemplar y continuar con su lectura. En menos de una semana quedó finiquitado y sí, sirvió para desengrasar. Que me lleven por una historia sin interés, sin opción moral ninguna y alejado de las rutas literarias más básicas. Que me lleven a un lugar donde la trama va a quedar irremisiblemente finiquitada en la mente del lector al poquito de comenzar. Que haya experiencias cercanas a la muerte, límites ajenos al protagonista, inesperados encuentros, sexo triste y humillante, casualidades increíbles. Como cuando te encuentras a tu vecina la cotilla entrando o saliendo de casa cada vez que bajas tú las escaleras. Sí, vaya casualidad. Que te lleven a todo eso viene bien. Has leído algo tan evidente que tu mente se ha despejado y ahora está deseosa de algo bueno. La vecina del quinto te sigue atrayendo, pero necesitas a la cotilla de vez en cuando para pensar que todas las mujeres son bellas cuando la juventud y el dobladillo de la falda aún no las han maltratado. Ya no quedan más benévolas que te marquen cada escena. Ahora te vuelve a gustar leer y estás contentísimo por todos esos libros aún sin leer que te aguardan en la repisa de tu casa. Hoy, el método de lectura vuelve a cobrar sentido porque te apetece. Hoy, se habrán acabado los autores que te traicionan y que te hacen perder el tiempo.

A decir verdad, la estrategia funcionó a las mil maravillas y la novela –ya lo adelanto- de Rafael Reig, La fórmula omega, fue brillante. Menos mal que no nos la cagada del Littell no llegó hasta aquí, porque eso sí que no lo hubiera perdonado jamás.

16 de abril de 2008

Aria, de Pjotr Sapegin

Pjotr Sapegin realizó este corto de animación en una revisión muy especial del clásico de Puccini "Madame Butterfly". Siento que en algunos tramos sufra pequeños parones. No he encontrado una versión mejor.

15 de abril de 2008

35 años de la muerte de Nino Bravo



Hace ya 35 años de su desaparición en un accidente de tráfico cuando viajaba de Valencia a Madrid, y hoy, como tributo a su voz, quisiera rendir homenaje a Nino Bravo con esta canción "Puerta del amor", cuyo videoclip está rodado en El Retiro. Va por ti, Nino

12 de abril de 2008

El porqué de las cosas, de Quim Monzó

Tras el receso o postergación de las “Las benévolas”, el verano dará buena cuenta de esta novela, decidí revisar mi lista de libros pendientes y en el primer lugar figuraba este regalo (con recomendación incluida) de eva. “El porqué de las cosas” de Quim Monzó es una colección de relatos cortos de diversa temática. Desde la revisión de un cuento de hadas como el de la Cenicienta, con un final un tanto perverso, hasta la historia de un hombre que lo pierde todo progresivamente, sin dejar pasar la oportunidad de condenar a distintos amantes, desfigurar los gestos más humanos de las personas... todo ello dentro de un afán descriptivo de la conducta humana en sus expresiones más caricaturizadas. Sin conceder una tregua al lector, al que hace participe y cómplice de sus historias, busca, como en todo buen relato corto, el interés en la espera de un final que se muestre sorprendente. Y lo logra. Aunque si bien es cierto que no todos los relatos obtienen la misma entrega, mantiene un nivel bastante alto en el conjunto.

No puedo decir que Monzó llegue a las cotas de dominio del relato corto que posee nuestro idolatrado Salinger. Sería mucho decir para un fan de los “Nueve cuentos” decir que estas historias cortas están escritas con una maestría poco acostumbrada. Pero lo cierto es que Monzó conoce la técnica, y al contrario que la mayoría de los escritores que se ven asolados por el éxito comercial, posee el talento sufriente para que su ego no le haga perder de vista lo que realmente quiere contar con sus relatos. Sin complejos, demuestra un desarrolladísimo sentido del humor (o de la vida), pues muchos no asociarán los extraños finales de muchas de sus historias con el humor. Sin embargo, ¿qué es la vida para un escritor además de un hecho interpretativo? Pues él la interpreta con un pérfido y casi morboso sentido del humor. Proyectando un realismo hiperbárico en un intento de no dibujar un final feliz por el mero hecho de hacer feliz al lector. Si la vida es extraña en sus circunstancias y, frecuentemente, la realidad supera la ficción, por qué debería su ficción alejarse tanto de su realidad.

Quizás peca, en la recopilación que se presenta, de cierta dosis de artificiosidad. Presentar situaciones demasiado rebuscadas para mostrar determinados defectos de la conducta humana y mezclarlas con la más pura cotidianidad puede despistar un poco al lector. Es en las historias sencillas en las que más puede enseñar. No es necesario, en ningún caso, recurrir a un papel extraordinariamente brillante para envolver un buen regalo, basta un papel de periódico.

Si nunca han leído nada de este escritor y siente curiosidad, empiecen con este libro, tendrán ganas de seguir descubriendo su sentido del humor.

11 de abril de 2008

Bucarest, la memoria perdida, de Albert Solé

“No sé qué ha pasado, Jordi, pero la misma cosa nos ha cogido al que hizo la transición (Adolfo Suarez), al que hizo la Constitución (tú), y al que hizo el Estatut (yo)” Pasqual Maragall

El ex-alcalde de Barcelona y ex–president de la Generalitat hizo con su enfermedad, el Alzheimer, algo que poca gente pública se ha atrevido a hacer: sacarlo del armario. Este gesto, que la familia de Suarez por ejemplo ha preferido evitar, contribuye a visibilizar una enfermedad asociada con la degeneración del cuerpo humano. Las enfermedades degenerativas, escondidas en los salones de las casas y camufladas con las lágrimas de los cuidadores, provocan la deshumanización de quienes las padecen y la pérdida irreparable de lo que han sido.

Podría argumentarse que, si se ha plantado un árbol, se ha tenido un hijo (o hija) y se ha escrito un libro, la vida de una persona queda completamente predispuesta a que las próximas generaciones puedan recordarla. Jordi Solé Tura tuvo un hijo y una nieta. Escribió libros, pero también una Constitución Española y desconocemos si llegó a plantar árboles. De lo que sí estamos seguros es que todo eso resulta poco para poder alcanzar a comprender todo aquello que la enfermedad está borrando de su mente, todos los pequeños detalles que, una vez eliminados, se perderán en la historia personal y en la historia de España. Un árbol, un libro y una nieta no bastan para abarcar a alguien que estuvo alejado con mucho de la media. Buscando precisamente eso, recuperar la memoria que va dejando caer su padre, Albert Solé, su hijo y director de este documental, ha rodado Bucarest, la memoria perdida.

El protagonista no es tanto Jordi como Albert. Su vida ha estado marcada por las decisiones políticas de su padre y, por tanto, su normalidad se encontró llena de situaciones que no podía controlar ni comprender. Jordi, su padre, se vio metido en una serie de acontecimientos políticos que culminaron en un exilio –“el primero”, dice Albert- que le llevaría rumbo a la clandestinidad comunista en Francia, donde conocería a su mujer, en Rumanía, donde nacería Albert, y en definitiva por todos los escondrijos del núcleo duro del comunismo en el exilio.

Solé nos conduce por la difícil vida un heterodoxo que no se pliega a la norma de la ortodoxia partidista. Exiliado de su tierra y visto raro por ser un intelectual dentro del comunismo, Jordi Solé Tura se nos muestra como un hombre acuciado por sus circunstancias. Regreso a su casa, ingreso en la cárcel, fin de la reclusión en la prisión franquista de La modelo y trabajo con la transición. Y todo esto contado por los recuerdos de quien ya no guarda recuerdos. Solé consigue que los compañeros de cada viaje en la vida de su padre le cuenten qué le sucedió y hasta dónde llegó éste. El exilio, ya lo decía Blas de Otero, es más un desarraigo del interior que del exterior, y la clandestinidad aumenta ese interiorismo del exilio al no compartir con la gente de su alrededor los acontecimientos más importantes que te suceden a lo largo del día.

El documental muestra la vida del epicentro comunista, ese enemigo exterior a la patria española que, por aquellos días, emitía una voz de esperanza desde la Radio Pirenaica. Allí llegó el exiliado de Jordi y, con él, el recién nacido Albert. Observar cómo un hombre de capacidad intelectual es capaz de perder el más mínimo recuerdo de esa época, aún clandestina en la Historia de España, estremece. Casi tanto como verle recorrer las letras que les escribía a su esposa y a su hijo desde la prisión franquista. “¿Esto lo he escrito yo?”… “¡Pues vaya!”.

La vida de Jordi Solé nos muestra las etapas sociales de la España del cambio. Plénamente unido a su mujer durante las duras, las maduras cambiará su recorrido sentimental. Las libertades políticas trajeron consigo el fin de la clandestinidad, la posibilidad de poder hablar abiertamente de sus ideas, y también el divorcio. Solé Tura se separa de su mujer y, por lo que parece insinuarnos Albert, no es más que el reflejo de un momento. Frente al problema, unidos. Tras él, cada uno descubre la vida fuera de la clandestinidad, del partido y de la política.

La cinta nos ahorra los momentos más cuestionables. Aquellos en los que Solé Tura deja el PCE para ingresar en el PSOE, en los que es Ministro de Cultura de Felipe González. Nos quedamos ahí, viendo cómo es incapaz de recordar el nombre de su hijo mientras todos le ponen buena cara. Viendo cómo son sus amigos, sus compañeros de universidad, de celda, de partido, de su primera expulsión del mismo, de su vida, le recuerdan como si ya fuera un ausente. Y lo cierto es que él ya no está ahí. Y nunca más lo estará.

Mención especial para la última escena de la película. Albert Solé ya nos tenía sobre aviso en relación a su capacidad poética con las imágenes. En El Sueño del Agua, documental avalado por la UNESCO y que no deberían perderse, la poesía de su última escena bien merece una lágrima. En Bucarest, nos ofrece un recorrido por un laberinto, el de la memoria, en donde Jordi es buscado por su nieta, a quien Albert nombre "la guardiana de sus secretos". La hija de Solé nos lleva por todos los recovecos del laberíntico jardín, pidiéndole a Jordi que no se pierda. Y uno no puede dejar de pedirle lo mismo. Que no se pierda, Jordi. Ni Ud. ni sus recuerdos.

7 de abril de 2008

Cruzando el paraíso, de Loquillo & Johnny Hallyday

El yo bizarro que tengo dentro me impulsa a colocar aquí el nuevo tema de Loquillo. Hace mucho tiempo -¡10 años lo menos!- en que este hombre y su banda no hacen nada si quiera que les guarde la honrrilla. Exceptuando, quizás, el dueto con Fito y aquel grupo de viejos rockeros españoles que se formó entre el Loco, Calamaro, Urrutia y Bunbury para cantar ¿Dónde estás?, hacía mucho, mucho tiempo que no salía de alguien de los Trogloditas algo comestible. Buen adelanto del nuevo disco Balmoral. Aunque Johnny Hallyday aún arrastre las erres.






6 de abril de 2008

La otra cara de Charlton Heston

Ha fallecido uno de los mayores iconos de Hollywood. Controvertido, republicado ultrarepublicano, Charlton Heston, al que muchos recordarán siempre por sus últimos años al frente de la Asociación Nacional del Rifle y su intervención en el documental “Bowling for Columbine”, era un gran actor. Y en Destripando Terrones deseamos mostrar una imagen mucho más amable. Junto al genio de la interpretación Marlon Brando y a James Baldwin, líder del movimiento por los derechos civiles, en una manifestación en el Lincoln Memorial de Washington en 1963, donde pudo escucharse el mítico “Yo tengo un sueño”. Antes de convertirse en el máximo defensor del rifle, Heston fue uno de los actores más comprometidos con los derechos civiles. Heston, también, tenía otra cara.

5 de abril de 2008

Persépolis, de Vincent Paronnaud

La película que hoy les recomendamos desde Destripando terrones es Persépolis, basada en la novela gráfica homónima de Marjane Satrapi. Esta cinta de animación (curioso que se le siga llamando cinta, cuando el formato que se utiliza actualmente es óptico) nos relata las vicisitudes de la niña Marjane, en su Irán natal, en la época de la Revolución Islámica, su periplo por Viena, su regreso al país, y su marcha a Francia tratando de buscar un futuro. Persépolis no es tan sólo una autobiografía, es el relato común de aquellos que deben abandonar su país por las circunstancias políticas y deben enfrentarse a un mundo ajeno, lleno de prejuicios y desconocimiento. La película, fiel a la novela gráfica, es en blanco y negro, reflejando el color negro del chador, prenda obligatoria en el Irán de los Ayatollas (es pronunciar esta palabra y venirme a la cabeza el estribillo de la canción de Siniestro Total). Recomendable, tanto la novela gráfica como la película, que obtuvieron varios premios internacionales


Balance, de Christoph y Wolfgang Lauenstein

Petición/recomendación de liliana que nos complace en satisfacer.

Corto de animación, ganador del Oscar en 1990, que plantea una bonita metáfora sobre la solidaridad, la cooperación... "Balance", obra de los hermanos alemanes Christoph y Wolfgang Lauenstein, se estrenó en 1989. Año en el que el Muro de Berlin dio paso a la reunificación de las dos Alemanias. No creo que el corto se realizase con esta inspiración pero, sin duda, resulta de lo más premonitorio.