26 de febrero de 2007

...and the Oscar goes to Ennio Morricone

Sí, fue ayer la gala de los Oscars en Hollywood, pero a este que os escribe no se le ocurrió otra cosa que dejar para el día de hoy lo que tendría que haber escrito ayer. El sueño, la pereza, el aburrimiento quizás, fueron el detonante para que no cumpliera cumplido homenaje al único premio seguro de la noche, el que le otorgaron a uno de esos músicos que han escrito las más bellas partituras de la historia del cine (junto con Henry Mancini o John Williams). Y es que era de justicia que le dieran el premio a un hombre que ha convertido en inolvidables sintonías como las ya archiconocidas de la Trilogía del dólar, del grandioso Sergio Leone (de las que ya hemos hablado aquí en otra entrada). El músico italiano había sido nominado hasta en cinco ocasiones, pero nunca antes había sido premiado con la estatuilla dorada. Bandas sonoras como las de Días del cielo (1978), La Misión (1986), Los intocables de Elliot Ness (1987), Bugsy (1991) o Malena (2000), se quedaron a las puertas de un premio que se le quedaba pequeño, habida cuenta de las más de 500 obras firmadas por el compositor romano y los innumerables galardones que había recibido en otros festivales de cine del resto del mundo. El reconocimiento de la industria norteamericana se le presentaba esquivo, a un Ennio Morricone que con sus melodías había hecho más grande, si cabe, ese maravilloso arte del cine y la televisión (ha compuesto la sintonía de muchas grandes series de televisión, como la italiana "La Piovra" o la famosísima "Twin Peaks"). El premio a toda una carrera suena más a premio de consolación (Majo, gracias por participar) que al reconocimiento por su obra y se nos antoja insuficiente para alguien que ha consagrado gran parte de su vida a ilustrar las imágenes con las notas musicales que más de uno hemos tarareado en la ducha (o en delirios etílico-festivos). Suena también a despedida o a jubilación anticipada para alguien, que a tenor de su trabajo, parece dispuesto a morir con las botas puestas (cuántos Western llevan tus canciones, amigo Ennio). La industria de la música también le rindió un homenaje a través de la publicación de un disco en el que venían recogidas algunas de sus composiciones más representativas de su carrera y que el bueno de Ottinger, ya se encargó de ensalzar en otra de sus fabulosas entradas y que sin duda más de uno habrá conseguido en su distribuidor oficial [guiño, guiño - get on your knees - guiño, guiño]. Según cuentan, la concesión de este premio no gustó en absoluto al músico italiano, que encontraba en su nominación, una verdadera broma de mal gusto. Sin embargo, fue todo un caballero al recoger su galardón y dar las gracias a quienes se lo otorgaron de forma tardía (es de bien nacidos, ser agradecidos). En cualquier caso, nuestra más sincera enhorabuena al señor Morricone, cuyas canciones, sin duda, ocuparán un lugar destacado en nuestros corazones.De la gala, poco que decir, el mismo ritual, la misma ostentación, pompa y boato. Premios casi cantados (el de Hellen Mirren, lo sentimos Penélope, o el de Forest Whitaker), otros siempre discutibles (anda que no habrá hecho buenas películas Scorsese para que le den el Óscar por Infiltrados - vean la magnífica entrada de el_situacionista al respecto, no tiene desperdicio), incluso algunos vergonzosos (me temo que bastante dinero le dan ya al señor Gore los del lobby nuclear, como para que encima le den un premio por el docu-thriller catastrofista). La misma pantomima de una industria multimillonaria que no es consciente de que el modelo económico es inviable y la gente está optando por otros formatos [guiño, guiño - el teclista de los Canarios - guiño, guiño]. En definitiva, glamour decadente y chusco para todos aquellos que pensamos que qué grande es el cine y nos quedamos hasta las tantas viendo la ceremonia en directo.Por cierto, antes de que se me olvide, enhorabuena al señor Guillermo del Toro por los 3 premios conseguidos anoche, muestra de la gran calidad de nuestros profesionales del cine, que aunque bajo otra bandera, han sabido dar lo mejor de sí mismos. También enhorabuena a nuestros nominados que en esta ocasión no se han podido llevar el Óscar a sus casas (los de los cortos y también tú, Penélope)

Ahora es tiempo para la música:




Gabriel's oboe - The Mission (1986)





Main theme - The untouchables (1987)




Cinema paradiso (1989)




A fistful of dollars (de mi móvil) (1964)




Novecento (1974)

21 de febrero de 2007

Infiltrados, de Martin Scorsese


En ciertas ocasiones uno se siente romántico. Romántico no de esos que festejan San Valentín o que pretenden sentir cómo el corazón se le sale por la boca mientras ven acercarse a su amado o su amada. Romántico como sinónimo de melancólico, echando de menos aquellos otros tiempos –ni buenos, ni malos, ni peores, simplemente otros- y echa de menos ir al cine con sus amigos a ver una película de alguien que nos gustó siempre. Así nos sentíamos todos el día que fuimos al cine a ver Infiltrados, el día que volvíamos a repetir viendo una de Martin Scorsese.

No es que uno se prodigue mucho en las salas cinematográficas. El elevado precio de una botella de agua en un recinto extremadamente caluroso -¿se podría denunciar?- y las alternativas cinéfilas [quiño, guiño, guiño, Teddy Bautista, guiño, guiño, guiño] han desviado el rumbo de un grupo de amigos que está empezando a considerar seriamente la inversión de los ¡más de 6€! por visionado que se ahorra cada uno, en un proyector de cine común con su Home-Cinema incorporado. La otra alternativa consistirá en acudir en masa a la sala el Día del Espectador, esto es, los miércoles que no sean festivos ni víspera de los mismos sin perjuicio de que la dirección decida considerar ese Martes como día del Cinematógrafo y aniversario de la invención de cine con lo que, y por lo tanto, los descuentos no acumulables queden suprimidos en todas las sesiones exceptuando la de las 16 horas, salvo que tú decidas acudir a la de las 16 horas, claro. (Desde aquí invito a aquellos lectores que hayan conseguido entrar en un cine el día del Espectador a que me lo cuenten, que yo llevo ya más de 3 intentos en distintos cines y lo único que he encontrado es que han subido la entrada para todos los días excepto para uno, llamándolo erróneamente día del Espectador cuando lo lógico sería llamar al resto de días Día del Empresario de los MiniCines).

Pero polémicas aparte, hablaremos ahora de la película Infiltrados ¿Y por qué? Pues porque está nominada al Oscar como Mejor Película junto con las ya comentadas en este blog Babel, The Queen y Pequeña Miss Sunshine y también junto con Cartas desde Iwo Jima, que aún no está comentada por problemas con el servidor –aunque si queréis os comento la porno chusquera que se encontraba tras el prometedor archivo [guiño, guiño, guiño, Teddy Bautista, guiño, guiño, guiño] y van dos.

Entrando en materia, cuando uno se sienta en la butaca pensando que va a ver a Leonardo DiCaprio jamás puede estar tranquilo. Sin embargo te vas autoconvenciendo de que, al fin y al cabo, vas a ver lo que ha hecho Scorsese, vas a ver a un Jack Nicholson que, quizás, hoy no vuelva a hacer de sí mismo, y otras múltiples excusas para que no prospere tu sentimiento de pánico y no salgas gritando de la sala antes de que llegue el anuncio del bar de Calamares que hay en la esquina –que si pago más de 6€ ya podrían ahorrarse los anuncios ¿o es que pagan antigüedad al quinceañero de pajarita que me ha llevado hasta la butaca?

No cabe duda de que el planteamiento inicial suena emocionante. Un policía infiltrado en una banda mafiosa ya habría bastado para poner a este que escribe rumbo al servidor más próximo [guiño, guiño, guiño, Teddy Bautista, guiño, guiño, guiño] -¡tres!- pero el que además haya un mafioso metido en la policía que persigue al Jefe de la Mafia, mejor. Y si la Mafia es irlandesa y no italiana, todos salimos ganando. El argumento es demasiado rebuscado, lo sabemos, pero al fin y al cabo esto es cine y no política, aquí sí pueden suponer que nos lo creeremos todo a cambio de ver un buen espectáculo.

El devenir de la película nos sitúa frente a los dos personajes principales, los dos infiltrados haciendo ver que uno, el policía mafioso –Matt Damon-, es sonreído por la vida mientras que el otro, el mafioso policía –Leonardo DiCaprio-, es siempre un desgraciado. A todos nos va a dar más pena el pobre mafioso policía –es decir, el bueno- que el policía mafioso –el malo- y, para que así conste en acta, una mujer se entremezclará en sus vidas amando más al malo que al bueno –ergo todas las mujeres son tontas y eligen siempre al que no les conviene. La película podría parecer aburrida mientras va transcurriendo pero Jack Nicholson -¡que esta vez no hace de sí mismo!- logra que ciertas escenas cobren una hilaridad tremenda y lleguen momentos de buen cine -pero del bueno, bueno- como la escena en la que aprieta las clavijas a DiCaprio para saber si está con él o no.

Sin embargo las posibilidades de salir del cine pensando que se ha visto una película relativamente buena se desvanecen con los sucesivos giros, regiros y revueltas de argumento que el guión da una y otra vez. Se han pasado de rosca y lo peor es que no han tenido la decencia de disimular. Por el escenario aparecen personajes surgidos de la nada que, en una o dos escenas, provocan que todo el guión cambie. Personajes que creíamos acabados vuelven a resurgir en la argumentación para dejarte claro que no, que no sabes cómo acabará la película por mucho que creas adivinarlo. ¡Pero es que da la sensación de que no lo saben ni ellos mismos!

Al acabar, uno termina la película dando gracias a los títulos de crédito pero esperando que al finalizar éstos alguien aparezca en la pantalla y vuelva a cambiar el final. Lo peor no es que no parezca una película de Scorsese, sino que parece una película de DiCaprio. No se confundan pensando que ha sido nominada para Mejor Película o para mejor Director. Una nominación para Scorsese no significa que se lo vayan a dar, sino que va a hacer más grande el ego de quien lo gane. Ya le pasó a Sylverter Stallone cuando le dieron en 1976 el Oscar por Rocky y entre los nominados se encontraba la genial Taxi Driver. Al final 6€ menos y el proyector un poquito más lejos.

19 de febrero de 2007

La vida de los otros, de Florian Henckel Von Donnersmarck

Hasta el momento “Good Bey Lenin!” nos había retratado de forma magistral la anodina vida de la Alemania Oriental. Gris toma de contacto con una realidad muy difundida a través de la propaganda que ambos bandos de la Guerra Fría se ocupaba de distribuir, pero de la que se sabe poco. Espacio que se intenta llenar, además de con numerosas publicaciones alemanas que cubren el período de 1933 a 1989, con la apuesta de decididos cineastas alemanes que afrontan temas tabú como Hitler, con “El hundimiento”, que sin duda es la película definitiva sobre el nazismo, o todo el sistema de represión de Alemania Oriental, como “La vida de los otros”.

Sin bien es cierto que existen unas cuantas películas que nos han mostrado la vida de la Alemania Democrática, éstas siempre se han realizado desde el punto de vista occidental, muchas veces desde la más pura actividad propagandística, otras desde un cierto punto de interés como “Buffalo soldiers”, o desde ópticas absolutamente geniales, como la de Wilder en “Uno, dos, tres”, donde se reparte acidez por igual, o de Hitchcock con “La cortina rasgada”. Afortunadamente, de un tiempo a esta parte, cineastas alemanes decidieron contar la historia según la vivieron. Y afortunadamente lo están haciendo con gran calidad, en muchos de los casos, y con gran valentía en la narración de los hechos. Este es el caso de Von Donnersmarck, director y guionista, de “La vida de los otros” que no duda en contarnos las entrañas que sostenían un régimen como el alemán en unos momentos en los que la defenestración del sistema comunista parecía tan evidente que nadie la esperaba.

Una de las mejores películas del año con diferencia. En primer lugar por la elección de un tema que se presenta en el primer minuto de la película y que atrapa al espectador sin concesiones. Los espías y sus métodos de trabajo. Qué tendrán las películas de espías que tanto nos gustan. Poco después nos introduce el componente político que todo buen cine de este tipo debe contener. Un ministro, una actriz, un dramaturgo y el mejor de los espías alemanes que es destinado a la búsqueda de evidencias que revelen la traición del escritor. Un guión equilibrado que no cae en los constantes giros argumentativos que tratan de desviar la atención del espectador para presentarle un resultado sorprendente sino que nos presenta una serie de acontecimientos que van precipitando un final lógico a la evolución que acompaña a los propios personajes.

El retrato de un régimen a través del mejor de los funcionarios, HGW XX/7, más leal a su propio trabajo que al sistema, que analiza cada aspecto de la vida de aquellos a los que observa y que traspasa, en un momento concreto, la vida de los otros para hacerla un poco suya. Tomando como punto de inflexión la lectura de un libro de Brecht que roba a su vigilado, el director nos muestra como el más metódico y acartonado sistema se puede llenarse de vida, de expectación, de admiración y de controversia con las normas que le rigen. Al romper la sencilla regla de mantener una observación aséptica e implicarse, se crea un espacio donde el funcionario sufre una evolución interna que no podrá demostrar en público por el temor de ser descubierto. Ulrich Mühe, protagonista de la cinta, con una interpretación magistral, nos transmite todo ese proceso evolutivo que le conduce desde el silencio, que todo buen espía debe mantener por su propia seguridad y la de su misión, hasta la protección de lo nuevo que siente en su interior y que comparte, de manera indirecta, con sus ratas de laboratorio. Misión en la que se toma la libertad de cambiar los objetivos en busca una mayor justicia con el propio sistema y con su honestidad. Y poco más se puede comentar del argumento que mantiene al espectador sentado en la butaca (o en el fondo del sillón de su sala de estar [guiño, guiño –Teddy Bautista- guiño, guiño]) hasta los títulos de crédito y que no deseamos terminar de destripar.

Una dirección magistral en cada detalle de la película. Regalando en cada plano de la misma un nuevo detalle que dibuja a los personajes a los que sitúa en su momento preciso en cada escena. Mostrando cada uno de los componentes psicológicos que componen la personalidad de los protagonistas y que resaltan ante la pasividad de todo aquello que les rodea. Una evolución progresiva que no se precipita en ningún momento y que no queda clara hasta que no vemos a los personajes hacer lo que hacen. Sospechando del propio director en su narración, esperando la trampa, ser descubiertos… participando de cada escena. Siendo esta una de las grandes virtudes de “La vida de los otros”. Retrato que se completa con una acertadísima descripción de la sociedad alemana y su sistema político-represor en detalles como la amenaza a la vecina o la parroquia que se encuentra en el bar en el que el protagonista va a tomar una copa. Una sociedad enferma que había hecho desaparecer las cifras de suicidios por las de autoasesinatos y que no podía aguantar mucho más en el alambre del funámbulo, claro que eso lo sabemos ahora.

Nominada al Oscar a Mejor Película Extranjera, deseamos la mejor suerte para la primera película de Von Donnersmarck, del que ya esperamos su próximo trabajo, para confirmar la llegada de un gran director o lamentar la oportunidad perdida. Que nunca se sabe y un trabajo tan redondo es difícil repetirlo.

“No puedo escucharla, de lo contrario no podría terminar la Revolución”. Lenin

14 de febrero de 2007

Simplemente Billy Wilder

Por C.C. Buxter en colaboración con Destripando Terrones.


Ahora mismo me siento como esas personas que, antes de celebrarse una boda, se exponen ante una multitud de desconocidos para recitar un poema, leer un cuento o divagar sobre el amor, conscientes de que esos ojos que les miran sólo esperan una cosa: que cumpla eficazmente con su cometido del modo más breve posible. Porque han venido a ver una boda, no a verle a él. Pues bien, soy consciente de que nadie ha venido a leerme a mí, sino al gran Wilder, así que seré breve.

Las películas de Billy Wilder son muchas cosas (casi siempre maravillosas). Una de ellas es ser auténticas compilaciones de frases célebres, tratados sobre el ingenio; quizá sólo Woody Allen ha llegado a acercarse a semejante proeza. De eso trata este comentario: de reunir algunas de esas frases, a modo de homenaje al maestro austriaco y, por qué no, de incentivo para ver (o volver a ver) sus películas.

He optado por poner aquellas frases que tienen un valor en sí mismas, desconectadas de la trama argumental. Por eso he tenido que desechar una de las escenas más entrañables de “El apartamento”, esa en la que Jack Lemmon, a la pregunta de Shirley MacLaine de cuántas copas se ha tomado, levanta cuatro dedos de la mano y responde: “Tres.” O la escena del espejo roto. O el famoso “vamos, señor DeMille, estoy preparada para mi primer plano” de “El crepúsculo de los dioses”. Y tantas otras.

Antes de dar la palabra a Wilder, creo que sería justo reconocer el mérito que también tuvieron quienes colaboraron habitualmente con Billy en la elaboración de sus guiones: Charles Brackett y, sobre todo, I.A.L. Diamond. Por otra parte, no me resisto a consignar aquí una de las frases de Wilder, no dicha en ninguna de sus películas, y que medito seriamente pueda ser mi epitafio: “¿Conoces esa mirada que tienen las mujeres cuando quieren hacer el amor contigo? Yo tampoco.”


«Berlín Occidente»

“Los alemanes tienen que ser elegantes. Son demasiado pobres para no ser elegantes.”

“Por qué no te estrangulo un poco, te parto por la mitad, enciendo un fuego debajo de ti, mi rubia hechicera.”

“- ¿Cómo sabe tanto de ropa de mujeres?
- Mi madre llevaba ropa de mujer.”

“Lleva usted un vestido precioso, pero ¿no se lo ha puesto al revés?”


«Si no amaneciera»

“Una mujer quiere un hombre, no una tapa de radiador.”

“¡En Europa respetamos la institución del matrimonio!”


«El crepúsculo de los Dioses»

“¡Yo soy grande! Son las películas las que se han hecho pequeñas.”

“Es curiosa la amabilidad de la gente cuando estás muerto.”


«El gran carnaval»

“- Es domingo, ¿no va a ir a la iglesia?
- Nunca voy a la iglesia, porque arrodillarme me deforma las medias.”

“-Aquí ni siquiera hay un edificio de veinte pisos para poder tirarse si a uno le apetece.”

“Señor Boot, soy un periodista de 250 dólares a la semana. Se me puede contratar por 50. Conozco los periódicos por delante y por detrás, de arriba abajo. Sé escribirlos, publicarlos, imprimirlos empaquetarlos y venderlos. Puedo encargarme de las grandes noticias y de las pequeñas. Y, si no hay noticias salgo a la calle y muerdo a un perro. Dejémoslo en 45.”


«Traidor en el infierno»

“Nadie ha logrado escapar nunca de Stalag 17. Al menos, no vivo.”

“Si alguna vez me encuentro con alguno de vosotros en una esquina, finjamos que nunca nos hemos conocido.”


«Con faldas y a lo loco»

“-¿Cómo pueden andar con ésto? Me siento desnudo. Como si todo el mundo me estuviera mirando.
-¿Con esas piernas? ¿Estás loco?”

“-¡Eh, Jerry!. ¿Todo va bien?
-¡Oh! ¡Tengo que contarte un motón de cosas!
-¿Qué ha pasado?
-Me he prometido.
-¡Te felicito! ¿Quién es la afortunada?
-Soy yo.
-¿Qué?
-Osgood me ha hecho una proposición de matrimonio. La boda será en junio.
-¿Pero qué tonterías estás diciendo? ¡No puedes casarte con Osgood!
-¿Crees que es demasiado viejo para mí?
-¡Jerry! ¡No puedes hablar en serio!
-¿Por qué no? Constantemente se está casando con chicas.
-Pero tú no eres una chica. Eres un hombre. ¿Por qué iba a casarse un hombre con otro hombre?
-Por una cuestión de seguridad.”

“Aaah… ¡Soy un hombre!” “Bien, nadie es perfecto.”


«Irma La Dulce»

“Ser honesto es como desplumar una gallina al viento, te llenas la boca de plumas.”

“En este mundo en que vivimos el amor es ilegal, pero el odio no.”

“La cárcel está llena de inocentes que dijeron la verdad. Difícil forma de tener una vida fácil.”


«Sabrina»

“París es para los amantes. Tal vez por eso sólo he estado 35 minutos.”

“-¿Puedo preguntarle al señor cuáles son, con exactitud, sus intenciones?
-¿Mis intenciones?. Totalmente censurables, pero muy prácticas.”


«El apartamento»

“He dicho que no tengo familia, pero no que mi apartamento esté vacío.”

(Dirigiéndose a su amante) “Claro que no he traído a más chicas a este apartamento... ¡Soy un hombre felizmente casado!”

“- ¿Sabía que cada habitante de Nueva York se resfría un promedio de dos veces y media al año?
-¡Oh, qué terrible responsabilidad!
-¿Por qué dice eso?
-Porque como yo nunca me pongo enferma, algún pobre hombre ha de hacerlo cinco veces para mantener el promedio.
-Sí… ese soy yo.”

“- Señorita Kubelick, yo la amo.
- Cállese y juegue.”

“Cuando uno ha estado casado 12 años, simplemente no se sienta a desayunar y dice: Pásame el azúcar, quiero el divorcio”


«La tentación vive arriba»

“- Voy a cambiarme de ropa. Tengo que subir a la nevera.
- ¿Tiene que qué?
- Sí, guardo la ropa interior en el congelador, ¿por qué no?”

“Esto debe ser música clásica. ¡Lo he adivinado porque no cantan!”

“Con los hombre casados siempre es mejor. Pase lo que pase, jamás te pedirán que te cases con ellos.”


«Días sin huella»

“-No te fío y lo sabes.
-Vale, que sea por caridad. Te suplico que me sirvas una.
-Sí, una. Una es demasiado y cien no son suficientes.”

“-Estoy intentando no beber.
-Sí, estás intentando no beber, como yo estoy intentando no quererte.”


«Uno, dos, tres»

“- Mandará los papeles a Berlín Este con la dama rubia por triplicado.
- ¿Los papeles por triplicado o la rubia por triplicado?
- Si puede, las dos cosas.”

“Atlanta es como Siberia pero con discriminación racial.”

“Algunos policías de Alemania Oriental eran rudos y suspicaces. Otros, eran suspicaces y rudos.”
“(Los enviados soviéticos ofrecen un habano al responsable de la Coca-Cola en Alemania Occidental.)
-¿Quiere un puro? Es habano. Se los cambiamos por misiles.
(Acepta el ofrecimiento. Lo enciende y tose.)
-No es de muy buen calidad.
-Los misiles tampoco. "

«Aquí un amigo»

“La eyaculación prematura significa tener que decir siempre lo siento.”


«Perdición»

“Me tomé una cerveza, que era lo que realmente me apetecía, para quitarme el sabor amargo de su té.”

“Creí que eras más listo pero sólo eres más alto.”

“Era una tarde calurosa y aun recuerdo el olor a madreselva en toda la calle. ¿Cómo no supe que a veces el asesinato huele a madreselva?”

“-Yo me siento y hago punto.
-¿Y para eso se ha casado?
-A lo mejor me gusta cómo me sostiene la lana.
-Si alguna vez se cansa..... Pero conmigo no haría punto.
-Ah, ¿no?.
-Le aseguro que no.”


«Ariane»

“-Si las personas se amaran más las unas a las otras, se dispararían menos.
-¿Eres una fanática religiosa o algo así?.”


«La vida privada de Sherlock Holmes»

“-Me ha pintado como toxicómano incurable sólo porque ocasionalmente tomo una solución de cocaina al cinco por ciento.
-¡Al siete por ciento!
-Al cinco por ciento. O cree que ignoro que ha estado usted rebajándola a espaldas mía.
-Como médico, además de como amigo, repruebo enérgicamente ese despreciable hábito.
-Mi querido amigo, además de mi querido médico: sólo recurro a los narcóticos cuando sufro un ataque agudo de... aburrimiento, cuando no hay casos interesantes que ocupen mi mente.”

“-Holmes... Permítame una pregunta. No quisiera parecer indiscreto pero, ¿ha habido mujeres en su vida?
-La respuesta es sí... Me parece usted indiscreto.”


«En bandeja de plata»

“No me gustaba la escena, no me gustaban los personajes que aparecían, sobre todo yo.”

“Lincoln, gran presidente, mal abogado.”

“-¡Es ridículo, no me pasa nada.
-Eso crees tú.
-No mueves la mano ni la pierna y tienes una conmoción. Por eso te pitan los oídos y ves doble.
-¿Veo doble?.
-¿Cuántos yos ves?.
-Uno, un picapleitos canalla y estafador que tuvo que casarse con mi hermana.
-¡Te estoy poniendo 250.000 dólares en bandeja de plata.
-No quiero el dinero ni la bandeja. Sólo quiero...
-¿Te dan pena las compañías de seguros?. Tienen tanto dinero que no saben qué hacer con él. No pueden almacenarlo y tienen que microfilmarlo.”


Me tomo la licencia de añadir algunas de las geniales frases que pronunció Wilder.

“Marilyn no necesita lecciones de interpretación; lo que necesita es ir al colegio Omega, en Suiza, donde dan cursos de puntualidad superior.”

“Un húngaro es alguien que entra contigo en una puerta giratoria y sale antes que tú.”

“Escribir un guión no es esperar a que llegue la musa y te bese en la frente; es un trabajo muy duro. He hecho ambos trabajos, y sé que dirigir es un placer y escribir un guión es un rollo.”

“Todos los días miro las esquelas de los periódicos y me fijo sobre todo en la edad del muerto. La mayoría son más jóvenes que yo. Me asusto y pienso: a lo mejor, lo único que sucede es que se han olvidado de mí.”

“Me han preguntado si volveré a trabajar con Marilyn Monroe, y tengo una respuesta clara. Lo he discutido con mi médico, mi psiquiatra y mi contable, y todos me han dicho que soy demasiado viejo y demasiado rico para someterme de nuevo a una prueba semejante.”

“Un director tiene que ser policía, comadrona, psicoanalista, adulador y bastardo.”

“Del mismo modo que todo el mundo odia a Estados Unidos, todo Estados Unidos odia a Hollywood. Existe el profundo prejuicio de que todos nosotros somos tipos superficiales que ganamos diez mil dólares a la semana y que no pagamos impuestos; que nos tiramos a todas las chicas; que tenemos profesores en casa que dan clases a nuestros hijos de cómo subirse a los árboles; que cada uno de nosotros tiene dieciséis criados y que todos conducimos un Maserati. Pues sí, todo esto es verdad. ¡Aunque os muráis de envidia!”

“Existen más libros sobre Marilyn Monroe que sobre la II Guerra Mundial. Hay una cierta semejanza entre las dos: era el infierno, pero valía la pena.”

“El exilio no fue idea mía, sino de Hitler.”

“Si usted cree que tengo acento, debería haber conocido a Ernst Lubitsch (...) Pero tenía un oído estupendo para las expresiones y el argot americano y, como decía Van Gogh, o tienes oído o no lo tienes.”

“Para hacer una película hay una sola regla: sólo hay que hacer aquello que sea de utilidad a la película.”

“Esas cosas horribles que son tan necesarias y que hacen a la gente millonaria -me refiero a los efectos especiales- no las sé hacer, no sé rodar choques de coches... En esta época, por lo que respecta a los argumentos, creo que ya está todo inventado. Ahora se hacen remakes.”

“Tengo más de noventa años. Si alguien me hubiera preguntado, cuando tenía diez: ¿Le gustaría llegar a los setenta?, le habría contestado: ¡Trato hecho! ¡Setenta!. Ahora tengo veinte años y medio más, y nadie me hace ya esa apuesta.”

“Me llevo muy bien con los actores, excepto cuando trabajo con hijos de puta como Bogart.”


Palabra del Señor…

12 de febrero de 2007

Sara Lazarus

Después de la entrada “un gitano en la corte del Jazz” debíamos continuar con una actualización de este estilo con alguno de los nuevos valores que han aparecido en los últimos tiempos (sin, por supuesto, olvidarnos de los grandes). Este es el caso de Sara Lazarus que, como veremos, está encadenada a la entrada dedicada a Reinhardt por lo colateral.

Joven estadounidense cuya personalidad vocal dice mucho del buen momento del que goza este nuevo jazz que podemos escuchar en los últimos tiempos, cada vez más fusión con el blues, el pop, el rock, el chillout, música de ascensor… algunos toques de R&B y muchos de comercialización directa. Rebajando la pureza y aspereza de los grandes (como el mencionado), Lazarus nos presenta un primer disco, “Give me the simple life”, en el que combina el más puro jazz vocal con unos arreglos adecuados para transportarla desde la melancolía al romanticismo (el camino es ciertamente corto) sin dejar pasar por alto algunos temas más líricos en los que muestra todas sus tonalidades, bien medidas y controladas. Acompañada en lo musical por una banda más que solvente, destacan de este disco su versión del tema de Cole Porter (autor que se merece una entrada en este blog) “He was too good to me”, además de la estupenda “Once upon a summetime” o “Smile”. Habitual el recurso a las canciones de siempre para un primer trabajo, que con suerte te repesca alguna para la banda sonora de alguna película o anuncio de publicidad y te dan a conocer al gran público.


Dos años después publica “It’s all right to me” del que el primer tema que escucho es “Cheek to cheek”, (en realidad es la última del disco) versión animada de otro clásico, que esta vez se queda a años luz del maravilloso dúo que protagonizaron Ella Fitzgerald y Louis Armstrong y del que siempre quedará el recuerdo de aquella emocionada actuación de Stanley Donen en el agradecimiento de su Oscar honorífico. Pero como no se trata de una colección de anécdotas sino de una crítica de este disco aún sin publicar en España [guiño, guiño -Teddy Bautista- guiño, guiño] sigamos. Es esta ocasión Lazarus se alía con Bireli Lagrene, el más notable de los discípulos de Django Reinhardt y él único al que consideran medianamente capaz de seguir la estela de su maestro. Una combinación con la que la cantante cede gran parte del protagonismo vocal a la guitarra de Lagrene, que suena no como un acompañamiento sino como un auténtico dúo. (Si les ha gustado Django no pierdan la ocasión de hacerse con cualquier material disponible de su discípulo.) Como ya hemos dicho, con alguna que otra versión de temas clásicos, además de la mencionada, destaca “Embraceable you”, con un elegancia que recuerda a Diana Krall, y “Gipsy in my soul”, otras de las grandes en la que el guitarrista se luce en todos y cada uno de los punteos que acompañan a una sensacional Lazarus.

6 de febrero de 2007

We all love Ennio Morrincone


Ennio Morricone está siendo objeto del reconocimiento de la industria cinematográfica y de la música en los Estados Unidos. Dos son los hechos que originan esta entrada. En primer lugar la concesión del Oscar honorífico en la próxima ceremonia de entrega de los premios. Oscar que merece con toda justicia, porque pese a estar nominado en cinco ocasiones con cintas tan míticas como “La Misión” no lo había conseguido hasta ahora. Suerte más o menos dispar a lo largo de su carrera en otros certámenes como los Globos de Oro o los Grammy donde unas veces obtenía una estatuilla y otras el reconocimiento de la nominación. Como en el caso de los Goya, donde estuvo nominado por su participación en la banda sonora de “¡Átame!”, sin premio. O los premios Razzie, para los que tristemente estuvo nominado en 1983.

Septuagésimo novena ceremonia de los Oscar que contará con un homenaje al italiano, en forma de uno de esos magníficos videos con pedazos de todas las películas en las que ha intervenido el compositor y que harán recordar, a más de uno, esos grandes clásicos olvidados. (Eso o buscarán en el patio de butacas a Clint Eastwood para preguntarse por el secreto de su longevidad.) Como complemento al video tendrá lugar una actuación de la cantante francocanadiense Céline Dion, quien interpretará la canción “I knew I loved you”, compuesta por el maestro y producida para la ocasión por Quincy Jones. (Tema que en su día interpretara el grupo Savage Garden, que puso letra al tema, si no recuerdo mal.)


El segundo de los homenajes que se le prepara a Ennio Morricone es la publicación del disco “We all love Ennio Morricone”, (al parecer con concierto o presentación de temas en directo en la ciudad de Nueva York) que saldrá a la venta a mediados de febrero en algunos países como Italia o finales de mes en otros como EEUU. En el nuestro aún no está prevista su publicación [guiño, guiño -Teddy Bautista- guiño, guiño]. Producido en parte por Quincy Jones, cuenta con las versiones de muchos de los clásicos de Morricone en la voz y el talento de diferentes cantantes y grupos. Además de la mencionada versión que se interpretará en la noche de los Oscar, el disco contiene la participación de Bruce Springsteen con el tema “ Once upon a time in the west” o Andrea Bocelli con “Conradiana”, entre otros. Además de la participación del propio Morricone y una versión espectacular de Metallica del tema “The Ecstasy of gold”, que ya realizara en su momento como apertura de algunos de sus conciertos y que se incluye en este disco homenaje en una versión más Metallica. Bajo estas líneas pueden escuchar el “audio preview” que la banda ha colgado en su página web.


5 de febrero de 2007

Un gitano en la corte del Jazz

“Esa guitarra que se ríe y llora, guitarra con voz humana”

Jean Cocteau sobre Django Reinhardt

No me resisto a caer en la tentación de hablar de Jazz en este blog aprovechando la ocasión que El País me ha dado con su colección de clásicos del Jazz. Colección que, sin embargo, ni siquiera he sopesado comprar; los recursos hoy día dan para más y la ingente cantidad de grabaciones que esos monstruos que salen en la colección dejaron tras de sí permiten optimizar de mejor manera [guiño, guiño, guiño, Teddy Bautista, guiño, guiño, guiño].

Hoy nos vamos a meter con una maravilla de guitarrista; Django Reinhardt. A quienes hayan visto la película de Woody Allen Acordes y Desacuerdos, el nombre de Django les sonará de algo. El protagonista de la película –perfectamente representado por Sean Penn-, músico de Jazz, es llamado el “Segundo mejor guitarrista del mundo”, delante de él sólo está Django y, cada vez que lo ve, el protagonista sufre un desmayo. No cabe duda de que la admiración que Allen tiene a Django es más que justificada.

Nacido en tierra belga en el año 1910, este gitano pronto recorrió el mundo de la mano de su familia. El espectáculo gitano de la cabra y el oso era amenizado por un niño de 9 años y su banjo. Django parecía destinado a ser recordado como un músico de banjo, pero cuando la caravana donde duerme sufre un incendio sus manos se queman y es trasladado al hospital. Allí le regalan su primera guitarra y el milagro ocurre. Django Reinhardt se hace amigo de ese nuevo instrumento, inventa una nueva manera de tocar más acorde con sus capacidades –debido a las quemaduras su movilidad era limitada- y, a través de Duke Ellington y Louis Armstrong, se acerca a la música Jazz que en esos días copaba París. En este estilo encontró la seriedad de la música clásica con el divertimento de la popular. El Jazz no volvería a ser el mismo tras su paso.

Django conoció al violinista Grapelli en una de sus funciones y, junto con un hermano y dos músicos más, formaron el Quintette du Hot Club de France, una banda de Jazz tenazmente dirigida por Django que asombraría a toda Europa.

La Segunda Guerra Mundial separó a la banda y Django vio cómo su gente, los gitanos, eran perseguidos por las tropas nazis. Sin embargo, en una de esas carambolas que sólo las guerras provocan, Django coincidió con un oficial nazi enamorado de su música, el cual lo protegió en el París alemán. Allí, prosiguió su carrera amenizando clubes y fiestas privadas. Cuenta la Historia que, en una de esas fiestas privadas organizada por las señoras ricas de París, Django tocaba tras el maestro Andrés Segovia. Allí llegó Django, tarde y sin guitarra, pues se le había olvidado en la habitación del hotel. Preguntó al maestro si le prestaría la suya para la actuación pero, ante la negativa de éste, Django tuvo que mandar a buscar en taxi la suya. Cuando llegó, Django tocó de tal manera que al acabar Andrés Segovia se le acercó rogándole que le prestara las partituras de tan brillante actuación. Django sólo pudo decirle la verdad: no había partituras, era una improvisación. Nuestro gitano no sabía leer ni escribir, así que mucho menos sabía interpretar una partitura. Todo lo hacía de memoria, con el sentimiento puesto en una guitarra que sonaba como si fueran dos o tres.

Su personalidad era la de un genio propio de una música como el Jazz. Cuentan que, en 1946 durante su gira americana, Django tenía que acudir a un concierto con el mismísimo Duke Ellington. Por el camino se toparon con unos billares, juego al que naturalmente era aficionado y partida tras partida Django olvidó que tenía una actuación. Cuando llegó al teatro, ésta ya había dado comienzo sin él. En esta gira americana sufrió alguna decepción que otra al no sentirse tan querido como le habían hecho creer. Regresó a su Paris donde retomó la Quintette du Hot Club de France y donde solía tocar con cualquier grande del Jazz que pisara sus calles.

Tras una carrera de fama, Django decidió descansar de nuevo en su localidad natal en territorio belga, pintando y disfrutando de lo conseguido. Sin embargo el Jazz lo perdió en 1953, a los 48 años de edad, por culpa de una hemorragia cerebral. Dejó tras de sí una infinidad de grabaciones, en estudio y en directo, en donde las generaciones siguientes hemos podido comprobar que la perfección con una guitarra existe.

Django Reinhardt representó la genialidad y el sentimiento del Jazz. Vivió la música como sólo los de su raza saben hacerlo, sabiéndose libres de interpretaciones y logrando que aún hoy sus conciertos revolucionen los oídos de muchos y sirvan de inspiración a los más grandes. Si no lo conocían antes, descúbranlo, se harán un favor a sí mismos. Ahí les va una primera pieza.





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3 de febrero de 2007

Bobby, de Emilo Estévez

Bobby”, película del actor Emilio Estévez en la dirección. La cinta toma las vidas de un grupo de personas que pasan por el hotel donde tendrá lugar la fiesta que celebrará el éxito electoral de Robert F. Kennedy con la excusa de realizar una radiografía de la vida política y social de los Estados Unidos. Una retrospectiva que presenta a personajes arquetípicos, el inmigrante hispano soñador, el inmigrante hispano desengañado, el negro que ha progresado y que ya es jefe de cocina aunque sin olvidar sus orígenes, el jefecillo racista y tópico en sus juicios, el amante esposo y su amante, el joven que desea huir de su llamamiento a Vietnam, el gurú de las drogas, la estrella en horas bajas… que tienen como nexo la figura del político Demócrata y la que debía ser la celebración de su victoria electoral en el Estado, dando un paso más hacia la Presidencia de los EEUU.

Estévez arriesga en algunas de estas historias, no tanto en el argumento de las mismas, que pueden resultar un tanto tópicas (como la historia de los dos jóvenes pardillos que creen comerse el mundo a bocados al tiempo en el que se colocan con ácido por primera vez), sino en su presentación. Eliminando, por lo apretado de los personajes que contiene, la mayoría de las pistas que suelen introducir a los protagonistas. Limitándose únicamente a unas pinceladas, muchas de ellas intuitivas, que configuran la personalidad o el momento de la relación en la que se encuentran con los demás. Presentando las horas del día tal y como los conocemos, es decir, como los acabamos de conocer. De esta manera, nos abstrae de un posible juicio de intenciones sobre los mismos, ubicándolos en una presunta condición de inocencia en la que los defectos existen, aunque no se sabe muy bien por qué. Analogía fácil si retomamos la idea del primer párrafo de que es el conjunto el que retrata a los Estados Unidos y que, por tanto, se encuentra en un estado de inocencia natural con algunos traumas como el de la guerra de Vietnam o la desigualdad racial pero con visos de vencerlos en caso de triunfar Bobby.

Quizá esa sea la gran lección que pretende Estévez. Al acompañarnos en momentos claves con la voz e imágenes de Kennedy en muchos de sus discursos, nos introduce poco a poco en un juicio de intenciones, que si bien, como hemos explicado, parece querer librar de tal empeño a los espectadores, él no tiene inconveniente en hacerlo. La presentación de las últimas escenas en las que queda claro que es lo que mató el asesinato de Kennedy y que es lo que pervivirá desde ese momento. Sin ningún tipo de autocensura o limitación en su planteamiento. Plano a plano, secuencia a secuencia, nos enseña aquello que considera justo.

Pero esta idealización de la utopía de uno de los príncipes azules estadounidenses (si EEUU tuviese monarquía, los Kennedy serían la estirpe real) no es sólo admiración o crítica a la oportunidad perdida. Como si se tratase del idílico presidente que nos presentaba la serie de su padre (“El ala oeste de la Casa Blanca”, serie insuperable cuya visión debería obligarse en los Gabinetes Presidenciales para que les pegase algo) termina confundiendo las bondades de las promesas con los hechos consumados (que diría otro ilustre presidente). Dado que el momento político que vive los Estados Unidos en el presente no puede ser más adecuado para la recreación de aquella época, en la que todo el mundo parecía estar ilusionado por la política por el cambio que este Demócrata podía traer, la película más que un testimonio se convierte en una proyección. Especialmente en un tema sensible como la guerra de Vietnam, que planea por toda la película como uno de los ejes del discurso electoral, no de 1968 sino de 2008. El complejo de culpabilidad del personaje que interpreta Shia LaBeouf, joven voluntario de la campaña, que tras perder el día colocado en lugar de llamar a las puertas de las casas pidiendo el voto para Kennedy dice: “podíamos haber hecho más, llamar a más puertas […] Mccarthy iba a sólo 230 votos de Johnson en New Hampshire…”, resulta más que evidente. No olvidemos que una diferencia parecida le otorgó el triunfo electoral a Bush en el año 2000. Advertencia que sin embargo pasa por alto en su encuadre de la guerra de Vietnam en la figura del hermano de Bobby. Porque cuando el gran mito de la política estadounidense ocupaba la Presidencia promovió un golpe de estado (más) en Vietnam, dando otro paso hacia un conflicto que arrancaría poco después de su muerte, durante la Presidencia de su sucesor Johnson.

Que se recurra a los amigos y cia para algún papel no es nada nuevo. Todos los directores abusan, y abusarán, de sus amistades para un pequeño papelito o un protagonista que le dé cierto respaldo al trabajo. Otra cosa es que uno, puesto a llamar a nombres conocidos del celuloide, deje al resto de estudios vacíos. Como si de una entrega de premios se tratase, los actores y actrices circulan por delante de la pantalla, colocándose en su marca y leyendo su frase. Concediendo demasiada libertad a algunos de éstos, que terminan cayendo en sus habituales vicios interpretativos, como la risa socarrona clásica del gran Anthony Hopkins, o la sobreactuación de Demi Moore, que estando más que correcta desmerece ante una irreconocible Sharon Stone (que vuelve al viejo truco de Hollywood: “ponte fea que se interpreta mejor”). Respecto al papel que se reserva Estévez, el de marido de la estrella en decadencia asolada por su propio éxito (tal y como parecía sucederle a su país) y siguiendo con el simbolismo, es el de la honestidad, el intento de corregir la conducta de esta estrella portentosa, tomando su propio rumbo y abandonando, finalmente, el hotel antes del inevitable final.

En conjunto la película, aunque algo falta de ritmo, es interesante para los no estadounidenses y, supongo, fascinante para los estadounidenses, que encontrarán otro objeto de culto. Siempre y cuando no seas un Republicano confeso harto de las críticas de la guerra de Irak, en cuyo caso no pasará de ser un panfleto Demócrata.