Hasta el momento “Good Bey Lenin!” nos había retratado de forma magistral la anodina vida de la Alemania Oriental. Gris toma de contacto con una realidad muy difundida a través de la propaganda que ambos bandos de la Guerra Fría se ocupaba de distribuir, pero de la que se sabe poco. Espacio que se intenta llenar, además de con numerosas publicaciones alemanas que cubren el período de 1933 a 1989, con la apuesta de decididos cineastas alemanes que afrontan temas tabú como Hitler, con “El hundimiento”, que sin duda es la película definitiva sobre el nazismo, o todo el sistema de represión de Alemania Oriental, como “La vida de los otros”.
Sin bien es cierto que existen unas cuantas películas que nos han mostrado la vida de la Alemania Democrática, éstas siempre se han realizado desde el punto de vista occidental, muchas veces desde la más pura actividad propagandística, otras desde un cierto punto de interés como “Buffalo soldiers”, o desde ópticas absolutamente geniales, como la de Wilder en “Uno, dos, tres”, donde se reparte acidez por igual, o de Hitchcock con “La cortina rasgada”. Afortunadamente, de un tiempo a esta parte, cineastas alemanes decidieron contar la historia según la vivieron. Y afortunadamente lo están haciendo con gran calidad, en muchos de los casos, y con gran valentía en la narración de los hechos. Este es el caso de Von Donnersmarck, director y guionista, de “La vida de los otros” que no duda en contarnos las entrañas que sostenían un régimen como el alemán en unos momentos en los que la defenestración del sistema comunista parecía tan evidente que nadie la esperaba.
Una de las mejores películas del año con diferencia. En primer lugar por la elección de un tema que se presenta en el primer minuto de la película y que atrapa al espectador sin concesiones. Los espías y sus métodos de trabajo. Qué tendrán las películas de espías que tanto nos gustan. Poco después nos introduce el componente político que todo buen cine de este tipo debe contener. Un ministro, una actriz, un dramaturgo y el mejor de los espías alemanes que es destinado a la búsqueda de evidencias que revelen la traición del escritor. Un guión equilibrado que no cae en los constantes giros argumentativos que tratan de desviar la atención del espectador para presentarle un resultado sorprendente sino que nos presenta una serie de acontecimientos que van precipitando un final lógico a la evolución que acompaña a los propios personajes.
El retrato de un régimen a través del mejor de los funcionarios, HGW XX/7, más leal a su propio trabajo que al sistema, que analiza cada aspecto de la vida de aquellos a los que observa y que traspasa, en un momento concreto, la vida de los otros para hacerla un poco suya. Tomando como punto de inflexión la lectura de un libro de Brecht que roba a su vigilado, el director nos muestra como el más metódico y acartonado sistema se puede llenarse de vida, de expectación, de admiración y de controversia con las normas que le rigen. Al romper la sencilla regla de mantener una observación aséptica e implicarse, se crea un espacio donde el funcionario sufre una evolución interna que no podrá demostrar en público por el temor de ser descubierto. Ulrich Mühe, protagonista de la cinta, con una interpretación magistral, nos transmite todo ese proceso evolutivo que le conduce desde el silencio, que todo buen espía debe mantener por su propia seguridad y la de su misión, hasta la protección de lo nuevo que siente en su interior y que comparte, de manera indirecta, con sus ratas de laboratorio. Misión en la que se toma la libertad de cambiar los objetivos en busca una mayor justicia con el propio sistema y con su honestidad. Y poco más se puede comentar del argumento que mantiene al espectador sentado en la butaca (o en el fondo del sillón de su sala de estar [guiño, guiño –Teddy Bautista- guiño, guiño]) hasta los títulos de crédito y que no deseamos terminar de destripar.
Una dirección magistral en cada detalle de la película. Regalando en cada plano de la misma un nuevo detalle que dibuja a los personajes a los que sitúa en su momento preciso en cada escena. Mostrando cada uno de los componentes psicológicos que componen la personalidad de los protagonistas y que resaltan ante la pasividad de todo aquello que les rodea. Una evolución progresiva que no se precipita en ningún momento y que no queda clara hasta que no vemos a los personajes hacer lo que hacen. Sospechando del propio director en su narración, esperando la trampa, ser descubiertos… participando de cada escena. Siendo esta una de las grandes virtudes de “La vida de los otros”. Retrato que se completa con una acertadísima descripción de la sociedad alemana y su sistema político-represor en detalles como la amenaza a la vecina o la parroquia que se encuentra en el bar en el que el protagonista va a tomar una copa. Una sociedad enferma que había hecho desaparecer las cifras de suicidios por las de autoasesinatos y que no podía aguantar mucho más en el alambre del funámbulo, claro que eso lo sabemos ahora.
Nominada al Oscar a Mejor Película Extranjera, deseamos la mejor suerte para la primera película de Von Donnersmarck, del que ya esperamos su próximo trabajo, para confirmar la llegada de un gran director o lamentar la oportunidad perdida. Que nunca se sabe y un trabajo tan redondo es difícil repetirlo.
Sin bien es cierto que existen unas cuantas películas que nos han mostrado la vida de la Alemania Democrática, éstas siempre se han realizado desde el punto de vista occidental, muchas veces desde la más pura actividad propagandística, otras desde un cierto punto de interés como “Buffalo soldiers”, o desde ópticas absolutamente geniales, como la de Wilder en “Uno, dos, tres”, donde se reparte acidez por igual, o de Hitchcock con “La cortina rasgada”. Afortunadamente, de un tiempo a esta parte, cineastas alemanes decidieron contar la historia según la vivieron. Y afortunadamente lo están haciendo con gran calidad, en muchos de los casos, y con gran valentía en la narración de los hechos. Este es el caso de Von Donnersmarck, director y guionista, de “La vida de los otros” que no duda en contarnos las entrañas que sostenían un régimen como el alemán en unos momentos en los que la defenestración del sistema comunista parecía tan evidente que nadie la esperaba.
Una de las mejores películas del año con diferencia. En primer lugar por la elección de un tema que se presenta en el primer minuto de la película y que atrapa al espectador sin concesiones. Los espías y sus métodos de trabajo. Qué tendrán las películas de espías que tanto nos gustan. Poco después nos introduce el componente político que todo buen cine de este tipo debe contener. Un ministro, una actriz, un dramaturgo y el mejor de los espías alemanes que es destinado a la búsqueda de evidencias que revelen la traición del escritor. Un guión equilibrado que no cae en los constantes giros argumentativos que tratan de desviar la atención del espectador para presentarle un resultado sorprendente sino que nos presenta una serie de acontecimientos que van precipitando un final lógico a la evolución que acompaña a los propios personajes.
El retrato de un régimen a través del mejor de los funcionarios, HGW XX/7, más leal a su propio trabajo que al sistema, que analiza cada aspecto de la vida de aquellos a los que observa y que traspasa, en un momento concreto, la vida de los otros para hacerla un poco suya. Tomando como punto de inflexión la lectura de un libro de Brecht que roba a su vigilado, el director nos muestra como el más metódico y acartonado sistema se puede llenarse de vida, de expectación, de admiración y de controversia con las normas que le rigen. Al romper la sencilla regla de mantener una observación aséptica e implicarse, se crea un espacio donde el funcionario sufre una evolución interna que no podrá demostrar en público por el temor de ser descubierto. Ulrich Mühe, protagonista de la cinta, con una interpretación magistral, nos transmite todo ese proceso evolutivo que le conduce desde el silencio, que todo buen espía debe mantener por su propia seguridad y la de su misión, hasta la protección de lo nuevo que siente en su interior y que comparte, de manera indirecta, con sus ratas de laboratorio. Misión en la que se toma la libertad de cambiar los objetivos en busca una mayor justicia con el propio sistema y con su honestidad. Y poco más se puede comentar del argumento que mantiene al espectador sentado en la butaca (o en el fondo del sillón de su sala de estar [guiño, guiño –Teddy Bautista- guiño, guiño]) hasta los títulos de crédito y que no deseamos terminar de destripar.
Una dirección magistral en cada detalle de la película. Regalando en cada plano de la misma un nuevo detalle que dibuja a los personajes a los que sitúa en su momento preciso en cada escena. Mostrando cada uno de los componentes psicológicos que componen la personalidad de los protagonistas y que resaltan ante la pasividad de todo aquello que les rodea. Una evolución progresiva que no se precipita en ningún momento y que no queda clara hasta que no vemos a los personajes hacer lo que hacen. Sospechando del propio director en su narración, esperando la trampa, ser descubiertos… participando de cada escena. Siendo esta una de las grandes virtudes de “La vida de los otros”. Retrato que se completa con una acertadísima descripción de la sociedad alemana y su sistema político-represor en detalles como la amenaza a la vecina o la parroquia que se encuentra en el bar en el que el protagonista va a tomar una copa. Una sociedad enferma que había hecho desaparecer las cifras de suicidios por las de autoasesinatos y que no podía aguantar mucho más en el alambre del funámbulo, claro que eso lo sabemos ahora.
Nominada al Oscar a Mejor Película Extranjera, deseamos la mejor suerte para la primera película de Von Donnersmarck, del que ya esperamos su próximo trabajo, para confirmar la llegada de un gran director o lamentar la oportunidad perdida. Que nunca se sabe y un trabajo tan redondo es difícil repetirlo.
“No puedo escucharla, de lo contrario no podría terminar la Revolución”. Lenin
Veo que se confirman las buenas críticas que hasta ahora había oído de esta película, que según parece es la favorita para el Oscar. Habrá que buscar un hueco para echarle un vistazo.
ResponderEliminarPor cierto, y en relación a la RDA, el otro día leí que se estaban haciendo públicos los archivos de la Stasi (la policía política, supongo que será una de las protagonistas de la película), y que entre sus colaboradores y confidentes, además de otros españoles más anónimos, se encontraba... la Pasionaria.
Solicito una aclaración: ¿exactamente, a qué te refieres con lo de los suicidios y los autoasesinatos?
El levantamiento del veto sobre los archivos secretos de la Stasi es algo que se cuenta en la pélícula, claro que lo de La Pasionaria no aparece.
ResponderEliminarNo te cuento lo del suidicidio y el autoasesinato porque es una parte fundamental de la película, no por el concepcto sino por el hecho.
película interesantísima que no he dudado ni un momento en encargarla al rucio más trabajador de la red.
ResponderEliminarApuesto por Ennio Morricone como candidato al Óscar
No te arriesgues Harry que Morricone se ha cabreado con la Academia al considerarle sólo apto para un Oscar honorífico y no uno ganado en buena lid. Y más si tenemos en cuenta el repertorio del compositor. Así que lo mismo se cabrea del todo y lo rechaza…
ResponderEliminarLlevo queriendo ver ésta película desde que me enteré que existía, hará unos meses. Al parecer, el director, que es bastante joven (33 años) y nacido y criado en Colonia (en el Oeste) se sentía indignado con las películas como "Goodbye, Lenin" o "Sonnenallee", que mostraban una visión edulcorada de la vida en la RDA; una vida cutre y anodina, sí, pero una vida decente de todas formas... Más o menos lo mismo que pasa en España con "Cuéntame". Y lo que von Donnersmarck quiso mostrar es que no, no era así.
ResponderEliminarWolf Biermann, el Silvio Rodríguez de la RDA (al que echaron en 1978 por criticar demasiado al régimen) escribió un artículo en el que se sorprendía que un niño pijo del Oeste, recién salido de la escuela de cine, pudiese tener el coraje de enfrentarse al desafío de mostrar la brutalidad de la Stasi sin caer en la propaganda (que sería lo más sencillo). Biermann dijo que aunque fallaba en los detalles (la Stasi trabajaba para sí misma, nunca cedería ante las presiones de un ministro de Cultura) la película conseguía captar el espíritu de la época.
ResponderEliminarSiempre he dicho que mientras la Alemania Nazi trajo la burocratización del terror, la RDA trajo la burocratización de la paranoia: tú SABÍAS positivamente que ALGUIEN te estaba vigilando.
ResponderEliminarHabrá que ir a verla.
Coincido contigo, compañero, la peli es muy recomendable. Para mi tiene un montón de metáforas, la actriz, el autor, el funcionario, el espía.
ResponderEliminarLas dudas, los miedos de unos personajes paralizados ante lo que más desean, que es ser ellos mismos.
Me gustó!
Salud!
No estoy nada de acuerdo cuando dices que La vida de los otros es un buen retrato de la RDA. En mi opinión, Henckel-Donnersmarck comete un error al dar tanto protagonismo a los políticos. Al final uno acaba por pensar que los únicos intereses de aquel opresivo sistema eran echar un buen polvo o joder a los que se tiraban a tu chica. Es cierto que la película no cae en la propaganda zafia ni en el edulcoramiento, pero creo que al final no se resiste a un cierto maniqueismo.
ResponderEliminarAun así, estoy contigo cuando dices que La vida de los otros es una gran cinta. Los mejores dramas son los que parten del conflicto más básico, el más humano, el más shakesperiano y tópico: "ser o no ser". Esa dualidad nos condena a una existencia trágica que, por suerte, constituye un material dramático de primer orden. Si alquien quiere profundizar más en este otro punto de vista, que lea Mitte.
Se trata de un retrato de un aspecto concreto, centrado su atención en el régimen que si era corrupto, cometía todos los excesos del poder, tenía aterrorizada a su población (más que evidente el terror que se dibuja en la cara de la vecina al ver a la secreta salir de casa de sus vecinos y ser descubierta)...
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