Una de las películas más esperadas de la temporada en la fase pre-oscar de los estrenos. Ya tuvimos noticias de esta producción a cargo de Tom Cruise desde el mismo día en el que decidió llevar al cine la vida del Coronel Claus von Stauffenberg, el oficial de la Wehrmacht que atentó contra la vida de Adolf Hitler. La familia de Stauffenberg se negaba al biopic y el Estado alemán no estaba por la labor de dejar rodar a un Cruise cienciólogo en enclaves históricos (no olviden que la Iglesia de la Cienciología está prohibida en Alemania y que Cruise es uno de sus máximos promotores). Aún así, el poder del dólar de Hollywood (y de sus abogados), ha permitido que esta cinta llegue a las pantallas con una dosis de publicidad gratuita nada despreciable.
Partir del pueril enfrentamiento entre la idea de lealtad frente a la de realidad, el mito sobre el hombre, resulta tan habitual que ya ni sorprende. Claus von Stauffenberg está harto de un Hitler que no cumple con lo prometido y que ha impuesto un régimen de terror despótico ayudado por las SS. Un personaje, en suma, reflexivo que impone su razón a su juramento de lealtad al Führer. A esto debemos añadirle que se parte, una vez más, con la vieja idea que apareció en Alemania tras la Segunda Guerra Mundial y que exculpaba a los alemanes de lo sucedido durante la guerra. Ellos, en realidad, no sabían lo que estaba pasando. Y mucho menos que ellos, la Wehrmacht, el ejército alemán, al que se le perdonó “que sólo cumpliesen órdenes”. Siguiendo con la tesis que ya presentaba la Sra.Bertholt, interpretada por una magnífica Marlene Dietrich en la imprescindible “Los juicios de Núremberg”: el ejército se reía y odiaba al pequeño cabo y no veía el momento ni la manera de quitárselo de encima. Por supuesto, a estas alturas de la historia, ya ha quedado más que demostrado que la Wehrmacht colaboró activamente con el nazismo y con el genocidio. Pero no está demás añadir unas gotas de suspense político y conspirativo en esta película, pues llega un momento en el que el espectador puede confundirse y creerse que Hitler estaba más sólo que la una. Cosas del cine, suponemos.
El juego de los personajes es un tanto injusto. Vale que Cruise sea el protagonista y, por supuesto, acapare el máximo número de planos, pero es que además acapara el mayor número de buenas frases. Él es valiente, reflexivo, inteligente, tiene decisión, seducción, etc. Claro, es que como hemos dicho antes, Cruise es el productor, para algo es una estrella y encima pone la pasta. En cualquier caso, y pese a lo dicho, está bastante bien en su papel. Correcto, que se diría. Mucho más interesante, pese al pequeño espacio que le deja la sobra de von Stauffenberg, es el interpretado por el genial Bill Nighy, un General Friedrich Olbricht lleno de cobardía, entregado a la conspiración y la difícil tarea de intentar salvar la vida hasta que ya es irreversible la caída por el precipicio. Realmente impresionante este actor, como siempre. El resto del cuerpo de actores es todo un acierto, secundarios de lujo como Tom Wilkinson o Kenneth Branagh, algunas de las joyas de la actuación británica, hacen de las reuniones conspirativas (si la ven en versión original) una perfecta clase de pronunciación inglesa. Ni el curso de la BBC.
Desde el primer momento uno se da cuenta de que Bryan Singer ha pasado demasiado tiempo haciendo películas megalómanas. Su paso por los “X-Men” o “Superman: returns” dan buena cuenta del habitual despliegue de este director (aunque con Superman aburriera hasta las moscas). Además, hay algo que en “Valkyrie” se nota y mucho, su paso por la televisión. Y es que haber pasado por la muy adorada “House” o la apreciada “Dirty, sexy, Money”, le ha conferido a este director una estructura de episodio rápido y directo que termina por imprimir todo el ritmo de la película. A la cinta le sobran minutos. Poco a poco crece hasta que la conspiración va en aumento y justo cuando debería resultar extraordinariamente interesante el resultado de la acción, uno se pregunta por qué no han entrado ya los títulos y el avance del siguiente capítulo. Un fracaso mayúsculo este, puesto que se trata de una película que versa sobre una conspiración político-militar para deshacerse del Jefe del Estado nazi y se presenta más como el robo de un banco que como un Golpe de Estado. Y ese es el error de Singer, presentar una película de robos en lugar de un biopic histórico al que le sobran algunas escenas de suspense de otros géneros y demasiadas ubicaciones para entender quién es quién.
La película se deja ver, no aporta nada y no irá mucho más lejos de un telefilme bien hecho gracias a una producción cuidada. No esperen un buen regusto ni una película, a pesar de plantearla como un homenaje heroico a la vida de estos hombres, que emocione con su final conocido. Todo resulta tan superficial, tan preparado, tan acomodado al lucimiento de la estrella protagonista, que la película es de lo más intrascendente. Tendrá buenas críticas, o al menos no muy malas, y hará una buena taquilla. Así, una vez más, el cine se hará con la Historia y ya nunca nadie se preguntará quién es von Stauffenberg, porque todos sabrán que es Tom Cruise y que la Operación Valkiria era la acción militar prevista para salvar al Gobierno de Hitler y no para atentar contra la vida de Hitler. Con un poco de suerte, un puñado de espectadores sentirá curiosidad por este episodio de la Historia y decidirán saber un poco más.
Partir del pueril enfrentamiento entre la idea de lealtad frente a la de realidad, el mito sobre el hombre, resulta tan habitual que ya ni sorprende. Claus von Stauffenberg está harto de un Hitler que no cumple con lo prometido y que ha impuesto un régimen de terror despótico ayudado por las SS. Un personaje, en suma, reflexivo que impone su razón a su juramento de lealtad al Führer. A esto debemos añadirle que se parte, una vez más, con la vieja idea que apareció en Alemania tras la Segunda Guerra Mundial y que exculpaba a los alemanes de lo sucedido durante la guerra. Ellos, en realidad, no sabían lo que estaba pasando. Y mucho menos que ellos, la Wehrmacht, el ejército alemán, al que se le perdonó “que sólo cumpliesen órdenes”. Siguiendo con la tesis que ya presentaba la Sra.Bertholt, interpretada por una magnífica Marlene Dietrich en la imprescindible “Los juicios de Núremberg”: el ejército se reía y odiaba al pequeño cabo y no veía el momento ni la manera de quitárselo de encima. Por supuesto, a estas alturas de la historia, ya ha quedado más que demostrado que la Wehrmacht colaboró activamente con el nazismo y con el genocidio. Pero no está demás añadir unas gotas de suspense político y conspirativo en esta película, pues llega un momento en el que el espectador puede confundirse y creerse que Hitler estaba más sólo que la una. Cosas del cine, suponemos.
El juego de los personajes es un tanto injusto. Vale que Cruise sea el protagonista y, por supuesto, acapare el máximo número de planos, pero es que además acapara el mayor número de buenas frases. Él es valiente, reflexivo, inteligente, tiene decisión, seducción, etc. Claro, es que como hemos dicho antes, Cruise es el productor, para algo es una estrella y encima pone la pasta. En cualquier caso, y pese a lo dicho, está bastante bien en su papel. Correcto, que se diría. Mucho más interesante, pese al pequeño espacio que le deja la sobra de von Stauffenberg, es el interpretado por el genial Bill Nighy, un General Friedrich Olbricht lleno de cobardía, entregado a la conspiración y la difícil tarea de intentar salvar la vida hasta que ya es irreversible la caída por el precipicio. Realmente impresionante este actor, como siempre. El resto del cuerpo de actores es todo un acierto, secundarios de lujo como Tom Wilkinson o Kenneth Branagh, algunas de las joyas de la actuación británica, hacen de las reuniones conspirativas (si la ven en versión original) una perfecta clase de pronunciación inglesa. Ni el curso de la BBC.
Desde el primer momento uno se da cuenta de que Bryan Singer ha pasado demasiado tiempo haciendo películas megalómanas. Su paso por los “X-Men” o “Superman: returns” dan buena cuenta del habitual despliegue de este director (aunque con Superman aburriera hasta las moscas). Además, hay algo que en “Valkyrie” se nota y mucho, su paso por la televisión. Y es que haber pasado por la muy adorada “House” o la apreciada “Dirty, sexy, Money”, le ha conferido a este director una estructura de episodio rápido y directo que termina por imprimir todo el ritmo de la película. A la cinta le sobran minutos. Poco a poco crece hasta que la conspiración va en aumento y justo cuando debería resultar extraordinariamente interesante el resultado de la acción, uno se pregunta por qué no han entrado ya los títulos y el avance del siguiente capítulo. Un fracaso mayúsculo este, puesto que se trata de una película que versa sobre una conspiración político-militar para deshacerse del Jefe del Estado nazi y se presenta más como el robo de un banco que como un Golpe de Estado. Y ese es el error de Singer, presentar una película de robos en lugar de un biopic histórico al que le sobran algunas escenas de suspense de otros géneros y demasiadas ubicaciones para entender quién es quién.
La película se deja ver, no aporta nada y no irá mucho más lejos de un telefilme bien hecho gracias a una producción cuidada. No esperen un buen regusto ni una película, a pesar de plantearla como un homenaje heroico a la vida de estos hombres, que emocione con su final conocido. Todo resulta tan superficial, tan preparado, tan acomodado al lucimiento de la estrella protagonista, que la película es de lo más intrascendente. Tendrá buenas críticas, o al menos no muy malas, y hará una buena taquilla. Así, una vez más, el cine se hará con la Historia y ya nunca nadie se preguntará quién es von Stauffenberg, porque todos sabrán que es Tom Cruise y que la Operación Valkiria era la acción militar prevista para salvar al Gobierno de Hitler y no para atentar contra la vida de Hitler. Con un poco de suerte, un puñado de espectadores sentirá curiosidad por este episodio de la Historia y decidirán saber un poco más.
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