6 de mayo de 2008

Invierno en Madrid, de C.J Sansom

Me encuentro en deuda con este blog, puesto que si pude lanzarme a leer Invierno en Madrid es justamente gracias y por gentileza de sus creadores. ¡Y no sólo esto! Encima han tenido la gran amabilidad de invitarme a participar en él. Así que, cuanto menos, tenía que hacer llegar mi opinión sobre este best-seller para completar la reseña que publicó Ottinger antes de la aparición de la versión en español de esta novela.

Terminé con él hace unos días, y tengo que decir que lo he devorado, a pesar de que no se trata precisamente de un libro corto.

A mí lo que me pasa con los best-seller es que no consigo deshacerme de la sensación de que el escritor está más pendiente de que me guste que de lo que venía a decir. Pero a pesar de esto, tengo que reconocer que he leído y, es más, disfrutado un montón de best sellers, entre ellos este.

Se trata, como indicaba la reseña ya publicada, de una novela de amor y de espías. Yo diría que de amor, sí, pero que los espías son un poco de pacotilla. Y justamente este es el encanto que tiene, porque los personajes son comprensibles, no como en la mayoría de novelas del género.

En 1940 Harry Brett es un profesor de español en Inglaterra y es reclutado por los servicios secretos para ir a Madrid y cumplir una misión. No se puede negar a ir, pero lo cierto es que no tiene ganas ningunas. Harry estuvo en Madrid en 1931 con su amigo comunista Bernie, que más tarde se hizo brigadista y fue dado por muerto durante la Guerra Civil. Los recuerdos que le trae Madrid son tristes, teñidos de pérdida. Los días de República vividos con Bernie, y después la desesperación de su segunda visita a Madrid: la búsqueda infructuosa tras desaparecer su amigo.

Pensó que tenía que deshacer la maleta, pero dejó que su mente regresara a 1931, a su primera visita a Madrid. Él y Bernie, ambos de veinte años, habían acabado cerca de la estación de Atocha un día de julio con sus mochilas a la espalda. Recordó que, al salir de la estación y dejar atrás el olor a hollín que la impregnaba, había visto bajo la luz radiante del sol la bandera roja, amarilla y morada de la República ondear en el ministerio de la acera de enfrente, contra un cielo azul cobalto tan brillante que lo había obligado a cerrar los ojos.

En 1940 su llegada es muy distinta. Se tiene que encontrar casualmente con Sandy Forsyth, excompañero del colegio y actualmente empresario acomodado, simpatizante del régimen franquista, y averiguar qué hay de cierto en los rumores que hablan del descubrimiento de una mina de oro cerca de Madrid. Gran Bretaña está manteniendo un duro bloqueo y todas sus artimañas diplomáticas para evitar que España entre en la Guerra, y el acceso del gobierno a grandes cantidades de oro podría hacer que Franco decidiera respaldar a Hitler.

Esta misión de aprendiz de espía resulta arriesgada pero aparentemente sencilla. Sin embargo, el reencuentro con Barbara, la novia del brigadista desaparecido, y conocer a Sofía, hija de un republicano muerto tras la Guerra Civil, llevará a Harry a conocer el Madrid que hay más allá de la embajada británica y el barrio en el que vive Sandy. Un Madrid que vive hundido en la miseria, el miedo y la represión.

La miseria de post-guerra, que nos contaron los abuelos, los campos de prisioneros, la iglesia represora, vengativa y mezquina, la débil resistencia, velada y atemorizada, apenas susurrada, incluso los diplomáticos británicos haciendo descaradamente el juego a los sectores monárquicos del régimen,… tengo la sensación de que el retrato del momento está muy logrado.

En la plaza del pueblo había unos grandes carteles de Franco en todas las agrietadas y despintadas paredes, con los brazos confiadamente cruzados mientras su mofletudo rostro miraba el infinito con una sonrisa en los labios. ¡HASTA EL FUTURO! Harry respiró hondo. Vio que los carteles cubrían otros más antiguos cuyos bordes destrozados asomaban por debajo. Reconoció la mitad inferior del viejo lema ¡NO PASARAN! Pero habían pasado.

Seguro que mis buenos amigos matritenses van a disfrutar aún más que yo de este libro. Creo que encontrarán en él un Madrid que fue, y que en parte, seguramente, sigue siendo. Supongo que Madrid también tenía derecho a su “Sombra del viento”.

7 comentarios:

  1. Esa última frase quema como un
    pepinillo en vinagre.

    Sin emabrgo, gran entrada. Muy buena tarjeta de visita, amiga Eva. No hay duda de que serás un buen fichaje.

    ¡Bienvenida!

    PD. Nos alegramos de que te gustara tanto el libro.

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  2. Esta última frase, amigo situacionista, era un pepinillo en vinagre con un cartelito con tu nombre escrito en él. Eat me. Como Alicia. Me alegro de que te apeteciera.

    Gracias por tu comentario y tu bienvenida. Espero estar a la altura!

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  3. Eva no abuses, que para ser la primera entrada, ¡menudo estreno!

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  4. Pero si sabéis que no era con mala leche...! Qué sensibles.

    Gracias de nuevo por vuestra hospitalidad y generosidad. Procuraré no abusar!

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  5. Seguro que Ottinger no lo decía con mala intención. Aunque sea así, él es buena persona en el fondo.

    Ya me figuraba yo que lo de la Sombra iba dedicado a mi regocijo.

    ;)

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  6. situacionista no me metas en polémicas.

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  7. bienvenida a ésta tu casa y gracias por no desvelarme el final de un libro que me llevaré a Jordania. En cuanto a lo de la Sombra del viento, y por no seguir la tradición porculera de este grupo de amigos madrileños que te idolatran, no tienes más que leer Luces de Bohemia, del maestro Valle Inclán para ver que a Madrid no le hace falta un best seller (ni películas de directores judíos decadentes).
    Sin más, y reiterando la bienvenida a ésta, tu casa, por derecho, me despido de ti con una forta abraçada

    ens veiem!!!

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