Pendiente de estreno en España, que esta película se promocione con la etiqueta de ser la “Littlle Miss Sunshine” o “Juno” de este año, no es una buena noticia. Por mucho que intenten colar este tipo de productos cinematográficos como género indie, cada vez cuela menos. Además, y para ser honestos, no creo que la vocación de esta película sencilla, con historia conocida y final predecible, vaya por ese camino. La que hoy comentamos se desarrolla en los años ochenta y nos cuenta el enfrentamiento de un niño criado en el seno de una familia extraordinariamente religiosa con una realidad desconocida. El niño protagonista, magníficamente elegido por el director de casting, es el típico retraído al que han metido tanto miedo en el cuerpo con supercherías religiosas que no se atrevería a dar un paso si creyese que Dios no le ha dado permiso. Sin embargo, en el dibujo, donde cree que Dios no puede verle, o al menos cree que puede ser libre, es capaz de desarrollar su inmensa imaginación como el último refugio a la desconsolada muerte de su padre. Una imaginación que queda plasmada, principalmente, en un libro que lleva siempre encima y en el enfrenta el rígido entorno que le rodea con las ansias que tiene de ser un niño normal y corriente.
Todo cambiará cuando conozca al peor chico del colegio. Elemento distorsionador en el habitual esquema de chico bueno conoce a chico malo. Will, que así se llama nuestro protagonista, se encuentra con Lee Carter, el típico medio-matón metido en mil problemas. Víctima de su propia familia desestructurada, Lee conducirá a Will a un mundo por descubrir. En uno de los numerosos detalles superfreakes que “Son of Rambow” nos regala, la puerta de entrada a este nuevo mundo será una cosa tan sencilla como una película: “Acorralado” (“Rambo”). La visión casual de esta película grabará en la mente del niño una serie de imágenes con las que dar forma a sus fantasías. Hecho que coincide con la intención del nuevo amigo del chico de grabar una película emulando las proezas del héroe que no se sentía las piernas. Del mismo modo que son millones los que cuelgan en youtube sus imitaciones o recreaciones de películas míticas, no debemos olvidar que en los años ochenta era algo más o menos habitual que los jóvenes emulasen sus títulos favoritos cargados con una de esas pequeñas cámaras, con las que grababan películas que después reproducían en el salón de su casa empleando una sábana a modo de pantalla. Un homenaje a toda esa generación que terminó por parir a directores como el de esta película. Así, con la excusa de rendir un tributo a todos aquellos que decidieron hacer lo que hoy ha hecho tan rico a los propietarios de youtube, parte esta historia en la que se cae en tópicos con la misma facilidad que nos regala buenos momentos de cine.
Como se puede adivinar, “Son of Rambow” no va mucho más allá del planteamiento clásico de película pseudoinfantil en la que se enseñan valores como la amistad o la solidaridad. Sin embargo, tiene bastante más calidad de la media, recordándonos a películas míticas de este género como puede serlo “Cuenta conmigo” (que supuso el estrellato de River Phoenix). De hecho, alguna que otra escena está casi plagiada de esta que citamos, y de otras muchas. Por que si siguiésemos escarbando podríamos encontrar hasta un agradable paralelismo entre el descubrir del mundo oculto de “Billy Elliot” y de Will. No obstante, y sumando estos detalles de paráfrasis freake, el terreno conocido no contribuye demasiado. Hacia la media hora de película, aproximadamente, cuando la cosa pinta bien y parece que se conduce hacia un buen puerto, se produce un momento de ruptura entre el espectador y lo que está viendo. Si no son capaces de cerrar los ojos y abririlos entendiendo que lo que se ve es la película que Will imagina y sólo toca la realidad cuando las circunstancias le obligan, levántensen del sillón de su casa y pongan otra a descargar. No les gustará. Tampoco les culparemos, pues la voluntad de perdonar errores para buscar el brillo debe ser constante.
Y es que Garth Jennings, el director, un exige esfuerzo enorme al espectador para aguantar los envites de demasiados tópicos. Ya estamos acostumbrados a ver como el típico pringado se hace popular y entra en los círculos guays olvidándose de su fiel amigo. Conducta que le enfrentará a las consecuencias de sus propias acciones y con la que madurará, por su puesto, a modo de moraleja. Unos anexos a la historia que no son necesarios en ningún momento y que perjudican gravemente a la solidez de la película. Porque podría haber rodado una película brillante. Sin embargo, no es capaz de mantener el rumbo fijo y termina llegando a un final lacrimógeno y facilón que será del gusto del gran público. [Sensibles, no olviden coger antes el rollo de papel higiénico.] Lástima, la película es buena y podía haberlo sido más. Pero como la etiqueta de independiente que tanto prestigio te otorga, se concede con un sencillo estreno en el Festival de Sundance, pues uno puede olvidarse de lo que quiere contar para terminar haciendo lo que otros quieren ver.
Sin duda, “Son of Rambow” será una de las películas del año. No pierdan la oportunidad de verla porque, por encima de las críticas de desecho que acaban de leer, la recreación de los ochenta, los momentos freake, el aire pícaro de los protagonistas… les hará pasar un buen rato. Y si tienen un hueco libre, enchufen su webcam y grábense con el mítico “¡Dios mío, no me siento las piernas!” que seguro han ensañado más de una vez.
Todo cambiará cuando conozca al peor chico del colegio. Elemento distorsionador en el habitual esquema de chico bueno conoce a chico malo. Will, que así se llama nuestro protagonista, se encuentra con Lee Carter, el típico medio-matón metido en mil problemas. Víctima de su propia familia desestructurada, Lee conducirá a Will a un mundo por descubrir. En uno de los numerosos detalles superfreakes que “Son of Rambow” nos regala, la puerta de entrada a este nuevo mundo será una cosa tan sencilla como una película: “Acorralado” (“Rambo”). La visión casual de esta película grabará en la mente del niño una serie de imágenes con las que dar forma a sus fantasías. Hecho que coincide con la intención del nuevo amigo del chico de grabar una película emulando las proezas del héroe que no se sentía las piernas. Del mismo modo que son millones los que cuelgan en youtube sus imitaciones o recreaciones de películas míticas, no debemos olvidar que en los años ochenta era algo más o menos habitual que los jóvenes emulasen sus títulos favoritos cargados con una de esas pequeñas cámaras, con las que grababan películas que después reproducían en el salón de su casa empleando una sábana a modo de pantalla. Un homenaje a toda esa generación que terminó por parir a directores como el de esta película. Así, con la excusa de rendir un tributo a todos aquellos que decidieron hacer lo que hoy ha hecho tan rico a los propietarios de youtube, parte esta historia en la que se cae en tópicos con la misma facilidad que nos regala buenos momentos de cine.
Como se puede adivinar, “Son of Rambow” no va mucho más allá del planteamiento clásico de película pseudoinfantil en la que se enseñan valores como la amistad o la solidaridad. Sin embargo, tiene bastante más calidad de la media, recordándonos a películas míticas de este género como puede serlo “Cuenta conmigo” (que supuso el estrellato de River Phoenix). De hecho, alguna que otra escena está casi plagiada de esta que citamos, y de otras muchas. Por que si siguiésemos escarbando podríamos encontrar hasta un agradable paralelismo entre el descubrir del mundo oculto de “Billy Elliot” y de Will. No obstante, y sumando estos detalles de paráfrasis freake, el terreno conocido no contribuye demasiado. Hacia la media hora de película, aproximadamente, cuando la cosa pinta bien y parece que se conduce hacia un buen puerto, se produce un momento de ruptura entre el espectador y lo que está viendo. Si no son capaces de cerrar los ojos y abririlos entendiendo que lo que se ve es la película que Will imagina y sólo toca la realidad cuando las circunstancias le obligan, levántensen del sillón de su casa y pongan otra a descargar. No les gustará. Tampoco les culparemos, pues la voluntad de perdonar errores para buscar el brillo debe ser constante.
Y es que Garth Jennings, el director, un exige esfuerzo enorme al espectador para aguantar los envites de demasiados tópicos. Ya estamos acostumbrados a ver como el típico pringado se hace popular y entra en los círculos guays olvidándose de su fiel amigo. Conducta que le enfrentará a las consecuencias de sus propias acciones y con la que madurará, por su puesto, a modo de moraleja. Unos anexos a la historia que no son necesarios en ningún momento y que perjudican gravemente a la solidez de la película. Porque podría haber rodado una película brillante. Sin embargo, no es capaz de mantener el rumbo fijo y termina llegando a un final lacrimógeno y facilón que será del gusto del gran público. [Sensibles, no olviden coger antes el rollo de papel higiénico.] Lástima, la película es buena y podía haberlo sido más. Pero como la etiqueta de independiente que tanto prestigio te otorga, se concede con un sencillo estreno en el Festival de Sundance, pues uno puede olvidarse de lo que quiere contar para terminar haciendo lo que otros quieren ver.
Sin duda, “Son of Rambow” será una de las películas del año. No pierdan la oportunidad de verla porque, por encima de las críticas de desecho que acaban de leer, la recreación de los ochenta, los momentos freake, el aire pícaro de los protagonistas… les hará pasar un buen rato. Y si tienen un hueco libre, enchufen su webcam y grábense con el mítico “¡Dios mío, no me siento las piernas!” que seguro han ensañado más de una vez.
Veréla, dicho he
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