Estoy a medio leer Invierno en Madrid, pero aprovecho un viaje en tren a Córdoba y a Madrid para leer este libro. El criterio de elección es pobre: creo que se ajusta el balance peso/horas de lectura para el viaje que realizo. ¡Y me equivoqué de muy poco!
La foto del autor en la solapa del libro me impresiona. Tiene el rostro envejecido y severo, las manos fuertes con dedos gruesos. Aspira intensamente, un poco desesperadamente, un cigarrillo y mira fijamente algún punto que está a la izquierda de la cámara. Pienso en que me resulta extraño ver las manos de un escritor.
Leo en la misma solapa que murió a los 83 años, ya senil. Se cayó del quinto piso del hospital en el que se encontraba mientras daba de comer a las palomas. Me parece un detalle acojonante, no sé muy bien por qué. Empiezo el libro casi con nervios. Tengo la sensación de que Hrabal tiene mucho que contarme.
Se trata de una novela muy breve, casi un cuento largo, pero relleno de personajes entrañables y divertidísimos. Un hipnotizador que intenta parar a los tanques alemanes cuando entran en el pueblo: ¡dad la vuelta y regresad!; un factor de estación mujeriego, pícaro y vividor que estampó todos los sellos de la estación en el trasero de la telegrafista, haciendo que se abriera una investigación; el jefe de estación que sólo se lleva bien con sus palomas y que cuando se enfada grita desde el segundo piso para no tener que decir las cosas a la cara.
En 1945 Milos es aprendiz de factor de estación. Casi toda la acción del libro se desarrolla en una pequeña estación de tren en Checoslovaquia, alrededor del aparato de telégrafo, las agujas y las vías, los semáforos estropeados y el palomar del jefe de estación.
Milos se reincorpora al trabajo en la estación después de los meses en los que se ha estado recuperando de su intento de suicidio. Se cortó las venas porque aquella noche en la que se tenía que convertir en un hombre, escondido con Masa debajo de la manta del estudio fotográfico de su tío, dio un nuevo sentido al cartel de la entrada de la tienda de revelado: en cinco minutos, listo.
Los trenes rigurosamente vigilados son los que circulan llevando soldados y armamento alemanes, hacia el frente, o de regreso a casa. De este a oeste, por las vías 2, 4, 6, 8, 10 y de oeste a este por las vías 1, 3, 5, 7, 9.
Los alemanes eran unos locos. Yo también estaba un poco loco, pero a mi propia costa, en cambio los alemanes estaban siempre locos a costa de los demás.
Ninguno de los trabajadores del ferrocarril siente demasiada simpatía por los alemanes, pero la resistencia tiene muchas formas, incluso para Milos. La del joven ilusionado e ingenuo, la del mordaz vigilante de trenes, la del hombre que arriesga su vida.
Cómo se lo hace Hrabal para mezclar en tan pocas páginas tanta ternura, ironía mordaz y un drama tan grande, no me lo preguntéis a mí, porque todavía no lo entiendo. Corred a buscar el libro, porque merece la pena.
Me entrego a Hrabal. De acuerdo. Corro entonces.
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