De entre tanto glamour que empalaga y de entre tanta modernidad que me asusta, también han salido montañas de basura que inundaron el país norteamericano y el resto del mundo de dinámicas que hicieron esta vida un poquito peor. Sobre una de ellas está basada esta película, hoy destripada, que traté de ver antes de que se estrenara [guiño-guiño-Teddy Bautista-guiño-guiño], pues para eso pago el puto canon, pero que terminé viendo en una sala de cine por aquello de hacer del visionado un acto social y compartido. No les quiero reventar ya esta crítica, pero lo mejor de la noche fue la cena.
Nos enfrentamos a la historia de Frank Lucas (Denzel Washington), de afición mafioso de Harlem, que cansado de ver cómo los herederos de su antiguo y difunto jefe, el capo negro de Harlem, destrozan los viejos valores y convierten el honrado negocio en un continuo despilfarro zafio y lacerante del buen gusto, termina por dar un golpe de timón al asunto. Y el quid de la cuestión estará, obviamente en las últimas palabras de su capo: un alegato frente a la modernidad del comercio capitalista y la reivindicación de la pequeña y mediana empresa. ¿Les suena todo esto de algo?
Frente por frente a Mr. Lucas tenemos a Richie Roberts (Russell Crowe), policía de Nueva Jersey que ve cómo su reputación en comisaría cae enteros al devolver cientos de dólares encontrados por ahí como quien no quiere la cosa. Se supone que el departamento de policía estaba completamente corrupto, y el bueno de Richie es el único con valor moral para rechazar su parte de la tajada, aislándolo en su trabajo cotidiano. Quizás por eso estudie derecho. No es la primera vez que Crowe y Washington comparten cartel. Ya protagonizaron, en 1995, Virtuosity -¿alguien se puso a verla?
Y ahí están. Ahí acaban todos los personajes de la cinta. Era de esperar que contando con dos superestrellas de tal calibre, los papeles de los demás actores quedaran en poco o nada. Pero lo que no era tan esperable era el encasillamiento de los dos principales, dejándolo todo en las manos de la interpretación. Y así les ha ido. Bien es cierto que ninguno de los dos me cayó en gracia nunca. Washington siempre me resultó inexpresivo más allá de su media sonrisa cautivadora (¿?) y Crowe siempre me recordará a un romano que sigue sin entender qué significan esos garabatos que hay escritos en lo que para él es papel higiénico. Pero es que en esta película los corsés que el guión les ofrece son tan típicos que no permiten ninguna esperanza de sorpresa. Respecto a los secundarios, por no ser maleducados y mencionarlos, diremos que nos encontramos ante la mujer mafiosa metepatas, la madre gallina-protectora, el hermano joven que siempre la caga, etc. Podríamos estar una hora citando y describiéndolos, pero seguro que ya los conocen de alguna película de éstas de sobremesa.
La dirección del film corre a cargo de Ridley Scott. Desconozco si este señor tiene algo personal conmigo, pero yo estoy empezando a tenerlo con él. Cada vez que pago por entrar a ver una película suya salgo escaldado. Vi Gladiator y terminé deseando que el negro le tapara la boca el dichoso romano. En Hannibal no entendí qué había hecho con uno de los personajes clásicos del cine. Y del Reino de los cielos sólo se salvaba el palillo que Orlando Bloom utilizaba en los descansos. Un modelo de palillo que, me consta, sólo se vende en una tiendita de NY y que Marlon Brando llevaba en una de sus películas. Caprichos de niño tonto. Total, que junto con American Gangster me debe ya casi 18€, unas 3000 pelillas de las de antes. Eso sí, cuando se decide ver una película de Scott por televisión, la sensación es la contraria. Buenas películas como Black Hawk Derribado o Los impostores fueron vistas casi de casualidad un día y resulta que son grandes películas de su género. Debe de ser que al bueno de Scott no le gustó que me metiera con su tediosa versión de Blade Runner, pero no se lo tomaremos en cuenta.
Y eso que American Gangster se hace por momentos insoportable. Larga como ella sola, tratando de explicar qué motivaciones tienen los personajes en un intento de decirnos que no, que no son los de siempre, que de arquetipos nada de nada. Pero, como le dijeron a aquél, lo siento pero no cuela. Por muchas escenas familiares que veamos a Crowe nos seguirá pareciendo el tipo que nos tiene que resultar simpático, pero que no lo hace. La familia de Washington nos resultará más propia del capítulo en el que Los Simpson viajan al sur y Bart y Lisa se quieren casar entre ellos que cualquier cosa parecida a la realidad. En fin, que zozobra por todos lados un metraje que deja las posaderas con la huella del hierro sobre el que se asentaron hacía casi dos horas.
No sean bobos, no se dejen engañar por ningún evento social que conlleve ver esta película. Menos aún si tienen que pagar por ello. Yo, por mi parte, me iría antes de tertulia con Prada que repetir. Y eso es mucho decir.
Ora Pro Nobis
ResponderEliminarDesconozco si este señor tiene algo personal conmigo, pero yo estoy empezando a tenerlo con él.
ResponderEliminarjajajjajjajajajajajaja
Cada uno puede opinar lo que quiera pero se nota que no tienes ni puta idea de cine.
ResponderEliminarMe gustaría saber tu edad, ya que parece o que no viste mucho cine o que estas todavía en la época de American Pie.
Un saludo con todos mis respetos!
La edad, anónimo, ni se pregunta ni se dice. Aunque observo que tú lo que es educación poquita poca. Te digo lo que Josu Jon Imaz le dijo a ETA un día: "¡Ábrete un blog, que sale barato!".
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