La última del Detective John Mclane es lo que parece. Sin duda esa es la mejor virtud de la saga, que no engaña a nadie. “La junga de cristal 4.0” es una de acción aderezada con los habituales toques del humor socarrón y descarado de un Willis en mejor forma de lo que cabría esperar (y los especialistas suponer). Un argumento para meter el miedo a la gente, unos ciberterroristas (vaya pista la del 4.0) incomunican Estados Unidos y se dedican a hundir el país en la más absoluta de las miserias. Por su puesto, estos cierterroristas le dan mucho a la tecla pero no cuentan con uno que le da mucho al gatillo. Nuestro héroe, de reputada experiencia, interviene una vez más por pura casualidad al ir a buscar a un super pirata de la red, uno de esos que sí hicieron el curso de CCC y no de esos que están al final de las escaleras de las estaciones de Metro vendiendo los CDs de María Jiménez (qué ya es vender!) [guiño, guiño –Teddy Bautista- guiño, guiño]. El caso es que como era de esperar, todo se complica y el muchacho informático, que cree que Mclane es un dinosaurio primitivo que acabará por enviarle a la cárcel, termina por entablar una bonita amistad con su salvador. Corriendo juntos la aventura para desenmascarar a los malos y salvar al mundo, esto es, a Estados Unidos. Objetivo que por supuesto, y esto no destripa nada de nada, consiguen.
La película no se sale ni un momento de los raíles, siguiendo la ruta trazada por las anteriores de la saga, con la única novedad de incorporar algunas nuevas escenas de acción. Eso sí, no carentes de imaginación, como el coche volador o el avión coche. Puede que el mérito de esta originalidad sea del director Len Wiseman (de la saga “Underworld”), porque algo debió hacer para justificar su sueldo, digo yo, que lo que es poner empeño en contener aquella marea no parece que mucho. Que viendo el desarrollo de la cinta y recordando algunas de las mejores escenas de la precedente, uno se pregunta si a Mclane (y por extensión a los EEUU) se las dan todas en la frente, una y otra vez, como en un capítulo de teleserie barata de los ochenta. Lástima de VHS, con el presupuesto que les podía haber ahorrado en guionistas. Aunque, lejos de ser un defecto, el espectador se encuentra cómodo al averiguar, a medida que se desgrana el argumento, que todo lo que sucede le resulta familiar. Una calidez con la que se perdona que a Willis le haya crecido una hija con forma corpórea de adolescente y con una lengua que anda metiéndose en la boca de jovencitos a los que él, abnegado padre, se encarga de espantar conforme su hija aprende a odiarle por su parecido a un orangután. Si Los Soprano pudieron ir al psiquiatra a tratar sus problemas, por qué Mclane no puede mostrarnos sus riñas domésticas.
Un Willis en su peso, acude obediente a las marcas de producción y lee con eficacia sus frases en un papel que no requiere mucho ensayo por su parte. Media vida cargando con el detective es demasiada vida para no conocer todos sus gestos y muecas. Y no teman, aunque se supone que él ha evolucionado, no terminara convirtiéndose en un genio de la informática. Que haya aprendido a pilotar helicópteros cargando los datos en el cerebro a lo “Matrix” no ha sido suficiente para borrarle esa célebre risita que tanto le gusta exagerar a Ramón Langa (actor de doblaje de Willis). Otra cosa en la que no cambia este hombre es esa manía, no sé si suya o de los productores, de colocarle al lado un niño para reforzar su interpretación (y luego terminar robándosela como ya hiciera el grimoso niño – cabezón – con pinta de viejo de “El sexto sentido”). En esta ocasión un niño podía ser algo exagerado, aunque se conocen muchos casos de piratas informáticos muy jóvenes, como los malos van matando a todos estos expertos, ver morir a un niño en las superproducciones de Hollywood queda mal. Así que la solución ha sido encontrar a un actor bajito y con pinta de necesitar un cuarto de hora más en la incubadora. Justin Long, actor especializado en productos de baja calidad de la clase “chico busca chica”, entra dentro del canon del informático retraído, sin vida social, buen chico… y al que sólo le faltan las gafas de culo vaso. Poco más de él, que el protagonista es el calvo de los chistes. Ni siquiera la hija de Mclane, Mary Elizabeth Winstead, que a pesar de lo poco que sale aprovecha bien el patrón de estúpida chica peleona a la que el héroe salvará antes de que sea demasiado tarde, le roba medio plano. Ni que decir de los malos, como si no estuviesen. Sólo dos: Timothy Olyphant, el jefe de la banda y al que pronto veremos interpretando a un personaje con menos recursos emocionales que su informático, la versión cinematográfica del videojuego “Hitman”. Y en segundo lugar, Maggie Q, que además de ser uno de los mejores blancos para los chistes de Mclane, demuestra que las mujeres orientales, con eso del tai chi, el yoga o el Sr. Miyagi, lo que ustedes prefieran, han desarrollado una fuerza y una flexibilidad en sus músculos y huesos que les permite sobrevivir a una parálisis medular por aplastamiento o rotura de una docena de vértebras. ¿Puede que sea la soja?
La última, por ahora (ya han prometido otra), de la jungla entretiene y divierte. Los buenos ganan y los malos son castigados sin piedad, sin posibilidad de arrepentimiento ni redención. Mucho más si tenemos en cuenta que lo que atacan son los EEUU, toma propaganda. Claro que tampoco puede faltar, y eso que es la FOX la que pone el dinero, las referencias a las críticas a Bush. Una moda nada pasajera con los presidentes republicanos, o no han visto a Nixon en Futurama, como tampoco pasa la alegre ilusión de los productores estadounidenses de presentarnos a este tipo de superhombres capaces de vencer a un ejercito con una pistola y un taburete de bar para sus mejores monólogos. Lástima que la realidad diste tanto de esta ficción y luego no peguen un tiro en el blanco, aunque vacíen el cargador en el…
La película no se sale ni un momento de los raíles, siguiendo la ruta trazada por las anteriores de la saga, con la única novedad de incorporar algunas nuevas escenas de acción. Eso sí, no carentes de imaginación, como el coche volador o el avión coche. Puede que el mérito de esta originalidad sea del director Len Wiseman (de la saga “Underworld”), porque algo debió hacer para justificar su sueldo, digo yo, que lo que es poner empeño en contener aquella marea no parece que mucho. Que viendo el desarrollo de la cinta y recordando algunas de las mejores escenas de la precedente, uno se pregunta si a Mclane (y por extensión a los EEUU) se las dan todas en la frente, una y otra vez, como en un capítulo de teleserie barata de los ochenta. Lástima de VHS, con el presupuesto que les podía haber ahorrado en guionistas. Aunque, lejos de ser un defecto, el espectador se encuentra cómodo al averiguar, a medida que se desgrana el argumento, que todo lo que sucede le resulta familiar. Una calidez con la que se perdona que a Willis le haya crecido una hija con forma corpórea de adolescente y con una lengua que anda metiéndose en la boca de jovencitos a los que él, abnegado padre, se encarga de espantar conforme su hija aprende a odiarle por su parecido a un orangután. Si Los Soprano pudieron ir al psiquiatra a tratar sus problemas, por qué Mclane no puede mostrarnos sus riñas domésticas.
Un Willis en su peso, acude obediente a las marcas de producción y lee con eficacia sus frases en un papel que no requiere mucho ensayo por su parte. Media vida cargando con el detective es demasiada vida para no conocer todos sus gestos y muecas. Y no teman, aunque se supone que él ha evolucionado, no terminara convirtiéndose en un genio de la informática. Que haya aprendido a pilotar helicópteros cargando los datos en el cerebro a lo “Matrix” no ha sido suficiente para borrarle esa célebre risita que tanto le gusta exagerar a Ramón Langa (actor de doblaje de Willis). Otra cosa en la que no cambia este hombre es esa manía, no sé si suya o de los productores, de colocarle al lado un niño para reforzar su interpretación (y luego terminar robándosela como ya hiciera el grimoso niño – cabezón – con pinta de viejo de “El sexto sentido”). En esta ocasión un niño podía ser algo exagerado, aunque se conocen muchos casos de piratas informáticos muy jóvenes, como los malos van matando a todos estos expertos, ver morir a un niño en las superproducciones de Hollywood queda mal. Así que la solución ha sido encontrar a un actor bajito y con pinta de necesitar un cuarto de hora más en la incubadora. Justin Long, actor especializado en productos de baja calidad de la clase “chico busca chica”, entra dentro del canon del informático retraído, sin vida social, buen chico… y al que sólo le faltan las gafas de culo vaso. Poco más de él, que el protagonista es el calvo de los chistes. Ni siquiera la hija de Mclane, Mary Elizabeth Winstead, que a pesar de lo poco que sale aprovecha bien el patrón de estúpida chica peleona a la que el héroe salvará antes de que sea demasiado tarde, le roba medio plano. Ni que decir de los malos, como si no estuviesen. Sólo dos: Timothy Olyphant, el jefe de la banda y al que pronto veremos interpretando a un personaje con menos recursos emocionales que su informático, la versión cinematográfica del videojuego “Hitman”. Y en segundo lugar, Maggie Q, que además de ser uno de los mejores blancos para los chistes de Mclane, demuestra que las mujeres orientales, con eso del tai chi, el yoga o el Sr. Miyagi, lo que ustedes prefieran, han desarrollado una fuerza y una flexibilidad en sus músculos y huesos que les permite sobrevivir a una parálisis medular por aplastamiento o rotura de una docena de vértebras. ¿Puede que sea la soja?
La última, por ahora (ya han prometido otra), de la jungla entretiene y divierte. Los buenos ganan y los malos son castigados sin piedad, sin posibilidad de arrepentimiento ni redención. Mucho más si tenemos en cuenta que lo que atacan son los EEUU, toma propaganda. Claro que tampoco puede faltar, y eso que es la FOX la que pone el dinero, las referencias a las críticas a Bush. Una moda nada pasajera con los presidentes republicanos, o no han visto a Nixon en Futurama, como tampoco pasa la alegre ilusión de los productores estadounidenses de presentarnos a este tipo de superhombres capaces de vencer a un ejercito con una pistola y un taburete de bar para sus mejores monólogos. Lástima que la realidad diste tanto de esta ficción y luego no peguen un tiro en el blanco, aunque vacíen el cargador en el…
Muy inspirado, Ottinger, además de ser buena reseña para el 11S.
ResponderEliminarTodo esto, junto con las primeras imágenes del rodaje de la nueva de Indiana Jones me lleva a decir cuánto mal ha hecho el dvd y la recuperación de las series antiguas a la creación audiovisual. Cuanto más lejana en la memoria sea la película -o saga- más motivos para hacer una nueva. Que se preparen los Goonies.
Pues yo no estoy de acuerdo contigo, Ottinger. Me pareció una película con fantasmadas mil millones de veces más grandes que en cualquiera de las anteriores de la saga, o casi cualquier otra peli de acción. El tipo yamakasi no pega ni con cola en esta película, y los tópicos se dan de golpes por salir en pantalla. Informáticos cerdos fans de Star Wars, una oriental que da patadas del copón, un compañero moñas para Willis que finalmente usará una pistola para demostrar que puede ser un hombre hecho y derecho, etc. Casi todas las pelis de acción tienen tópicos, pero lo de ésta es de juzgado de guardia. Su fotografía es patética, con luces de color turquesa por todas partes y uso mediocre de la cámara. El villano es un mojón, no hay otra forma de describirlo. Un tío de 38 años que quiere aparentar 25 y que tiene menos carisma que la mesa de mi habitación.
ResponderEliminarAdemás, creo que tiene fragmentos muy aburridos. Casi me quedo dormido una vez; creo que con eso lo digo todo. Los chistes socarrones de McClane no tienen la gracia de otras veces, y la trama para meter miedo en el cuerpo a la gente tampoco ayuda, porque lo que se nos muestra aquí no es un caso aislado, sino la recogida de información para los medios digitales, algo que ocurre continuamente hoy en día.
En resumen, yo no se la recomiendo a nadie, pero la gente verá si prefiere aguantar todos estos defectos por ver a Willis pegar unos tiros.
Pues eso Jorge, que es lo que parece.
ResponderEliminarYa, muchas de estas cosas ya me las esperaba, pero al menos podía ser entretenida y no el peñazo que me supuso. Lo mejor, para mí, cuando ví que llegaban los créditos finales. Poco antes ya había pensado "Mejor me ladeo un poco y duermo, que me cunde más".
ResponderEliminarY cuando dije que no estaba de acuerdo contigo, lo dije porque en tu opinión "entretiene", no por los tópicos, mal uso de la cámara, ganas de infundir miedo en el público...
Menos mal que ya llega el otoño, y con él algunas pelis que pueden valer la pena, como las nuevas de Cronenberg, Anderson (Wes o Paul Thomas, el que prefiráis), Lee, Taymor, etc.
Un saludo.
Bueno, ahora tengo menos ganas de verla (a menos que vaya fumado y la vea como si fuera "Hot shots"). El final de la tercera parte ya me pareció bastante estúpida, amen de de ver a Jeremy Irons interpretar el peor papel de su carrera. Solo faltaría ver otra pelicula cuyo guión lo haya escrito el mismo que redacto de la Patriot Act.
ResponderEliminarGreetings
Muy buena la notan que has posteado acerca de la pelicula. pero solo con tu comentario parece ser entretenida puesto que la he ido a ver y ma ha parecido una pelicula muy mala
ResponderEliminarpesimo guion
saludos
camaro