3 de abril de 2007

Cartas desde Iwo Jima, de Clint Eastwood

Falsa segunda parte de “Banderas de nuestros padres” en la que relataba el desembarco, conquista y posterior creación y explotación de los héroes de la batalla de Iwo Jima. En esta película, Eastwood nos acerca a la Segunda Guerra Mundial desde la visión de los japoneses. Dentro de la línea antibelicista que ha tomado últimamente este blog, con entradas como “Las aventuras del valeroso soldado Schwejk” o “Adiós a las armas”, en esta ocasión se presenta una película que no duda en mostrar las asperezas de la guerra en su máximo grado. Sin preparar demasiado las escenas en las que se puede ver la crueldad de la batalla, la miseria del ser humano al empuñar un arma de fuego, la bondad del compañerismo en la lucha por la supervivencia… elementos que van apareciendo ante los ojos de los espectadores simplemente en el desarrollo de los acontecimientos. Es sólo el conflicto el que saca lo mejor y lo peor de nosotros mismos. No existe ningún motivo para anticipar una escena que en la vida real no necesitaría ninguna justificación. Eastwood lo sabe.

Cartas desde Iwo Jima” discurre por una línea argumental preocupada por no dar una imagen necesariamente negativa de los japoneses. El director muestra el lado más disciplinado de la cultura oriental en la que nada queda al azar. Un general de esos que se han cortado con el patrón de Occidente, disciplinado, sagaz y generoso son sus tropas. Tiene un plan, cavar una serie de túneles a lo largo de toda la isla para resistir el máximo tiempo posible en una batalla que sabe perdida antes de iniciarse. Sacrificio al que parece dispuesto él y todas sus tropas, que convenientemente aleccionadas por la propaganda nipona creen que los americanos son viles, vagos, cobardes y que no saben combatir. Pronto, en una batalla sin descanso, al menos descubrirán que poseen una mayor capacidad ofensiva y recursos. Sin caer, como hemos dicho, en los elementos preparados, se reserva algún artificio made in Hollywood, enmendado con algún giro aparentemente impensable en el Ejercito de los EEUU.

El escenario no es otro que los kilómetros de cuevas y el terreno desolado de una isla perdida en medio de Pacífico y que se convirtió en el objeto de deseo de ambos bandos. Para la describir mejor ese ambiente se crea una atmósfera, no agobiante con el espectador, sino con los protagonistas. [Aunque si se me permite, diré que aquí se peca de una cierta falta de recreación de la conducta humana en la privación de sueño, alimentos, luz solar… todos ellos están demasiado enteros a la hora de ejecutar sus actos.] Nada mejor para crear este paisaje que una fotografía extraordinariamente cuidada, tal y como acostumbra el director, que en esta ocasión, no podía ser menos, continua imprimiendo su ritmo pausado al desarrollo del guión. Puede que en algunos momentos demasiado lento. Sin embargo se agradece que conduzca la historia con gran firmeza, sin separarse de lo que quiere mostrar ni un solo instante: todos los momentos por los que puede pasar un soldado a lo largo de la guerra. Sin juzgar sus comportamientos. Mostrando, acertadamente, una imagen que suponemos próxima a la realidad. Aunque no sin pecar en algunas descripciones facilotas de los que es lo bueno y lo malo.

En ciertos momentos la historia se hace absolutamente volátil, pudiéndose situarse en el Irak de ayer, de hoy, y tristemente, de mañana (ahora comprobarán como la expresión “absolutamente volátil”, no es la más afortunada). En el fragor de la ofensiva enemiga, los soldados que conocen sus obligaciones como súbditos del Emperador y el precio de su fracaso en la defensa de Iwo Jima, no dudan en poner fin a su vida como un honor más de los muchos que un soldado puede tener. No resulta falso ni exagerado este relato e imagen desoladora de cuerpos desmembrados por sus propias granadas o con un tiro en la sien. Las crónicas de la Guerra del Pacífico cuentan el descubrimiento de centenares de cadáveres japoneses que se había practicado el ritual de la hara-kiri. Pero en esta resistencia asimétrica de los soldados del Imperio frente a las tropas estadounidenses, Eastwood no duda en recuperar las viejas historias de los Kamikazes. Generalmente pilotos suicidas (aunque había un poco de todo en la generalización del término), podemos ver un kamikaze en forma de oficial que después de perder su posición decide morir con honor superlativo, esto es, lanzándose con una mina a los bajos de un tanque estadounidense. Como si de un miembro de Al-Qaeda primitivo se tratase, puede que esta reflexión de la desesperación humana y el último intento de dar un sentido a su propia muerte, sea el planteamiento de una posición respecto a al realidad que les está tocando vivir a miles de soldados estadounidenses en Irak. O puede que simplemente quiera mostrar lo irracional de tal comportamiento.

El deseo expreso del director de no doblar esta película, en la que los protagonistas son japoneses, ni de lejos un idioma de fácil entendimiento para la amplía mayoría de los que se encontraban en la sala [guiño, guiño - Teddy Bautista – guiño, guiño], priva al espectador de un montón de matices que sin duda apreciará en un segundo visionado del archivo película. No es momento de criticar el cine en versión original, al fin y al cabo es la máxima representación de lo que el cine EEUU hace en su país con el cine extranjero. Diría que podemos apreciar mejor el trabajo de los actores, pero teniendo en cuenta que no entiendo ni papa de japonés y que las caras a penas se las veía intentando descifrar las letras que a mi me parecían ideogramas y que, sin embargo, eran unos minúsculos letreritos blancos que hacían de subtítulos, pues respecto al apartado del casting sólo haremos algunas reflexiones globales.

En este apartado, además de la presunción de la correcta elección de los actores, la gran virtud no es otra que presentar a los personajes como occidentales. A través de las Cartas podremos verificar la poca diferencia que existen entre estos soldados y oficiales con los de cualquier regimiento que lucha en el bando contrario. Un humilde panadero que es arrancado de los brazos de su mujer embarazada con la promesa de regresar. Un General que ha visitado los EEUU donde era tratado con todos los honores, es inteligente, duro con la tropa, pero generoso son sus soldados. Otro oficial degradado por no obedecer una orden directa de un superior extremadamente cruel. Estereotipos muy bien armados no para sobrevivir en la taquilla y producir la inmediata identificación de los personajes con los distintos segmentos del público sino para mostrar que en la guerra los enemigos no son muy diferentes de tus vecinos. No existen los enemigos absolutos. Al menos no entre la tropa que es conducida a la batalla.


1 comentario:

  1. mUy interesante esta peli, mucho. (Y a mí que nunca me gustó la frialdad de Clint?...cosas que nada tienen que ver)
    Besos

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