“Regreso al infierno”, no es la primera película que se hace sobre las dificultades que los soldados estadounidenses se encuentran en su vuelta a casa. El tránsito de la guerra a la normalidad de sus hogares ya ha sido tratado con anterioridad en el cine. Pero esta película es la primera que se centra en la vuelta de Irak. Por lo que supone una novedad, sobre todo si tenemos en cuenta que parte desde un planteamiento valiente. No por el contendido de denuncia, que lo hay, sino porque emulando [guiño, guiño -Teddy Bautista- guiño, guiño] en ciertos aspectos al estilo de “Pena de muerte”, se intenta realizar una exposición de los hechos más o menos aséptica para que sea el espectador el que llegue a sus propias conclusiones.
Pariendo de varias historias cruzadas que tienen como punto de partida la noticia del reemplazo de un grupo de soldados que combaten en el campo de batalla iraquí (llámese también calle de una de sus ciudades). Como no podía ser de otra manera, en el último día de campaña, su unidad es atacada con terribles bajas y heridos. Todos tratados por el Dr. Will Marsh, interpretado por el siempre mal situado Samuel L. Jackson. Acción que se traslada del asfixiante desierto a las calles de una tranquila ciudad estadounidense, donde los soldados que han servido lo mejor posible a su país quieren retornar al punto exacto en el que lo dejaron. Reincorporación laboral que en algunos casos es imposible al haber sido sustituidos por otros trabajadores (violando la ley que se supone les obliga), retorno a una vida familiar y profesional que debe compatibilizarse con las lesiones de guerra, el establecimiento de los puentes destruidos con la familia no por las heridas físicas sino psiquiatritas… Unos personajes ciertamente esterotipados y un tanto de telefilme de mediodía que, sin embargo, dan buena cuenta de los diversos prismas de esta realidad. Problemas de adaptación, falta de reconocimiento en la sociedad, dificultades en la superación de las secuelas físicas y psíquicas (la conversación de ingestión farmacológica que mantienen dos de los protagonistas, resulta del todo reveladora). Una descripción que en suma, y teniendo en cuenta que es una película Made in Hollywood, puede resultar tremendamente acertada en uno de los peores momentos de la guerra de Irak. Entretenida e interesante, pero que dentro de unos años habrá perdido el impacto histórico.
Pariendo de varias historias cruzadas que tienen como punto de partida la noticia del reemplazo de un grupo de soldados que combaten en el campo de batalla iraquí (llámese también calle de una de sus ciudades). Como no podía ser de otra manera, en el último día de campaña, su unidad es atacada con terribles bajas y heridos. Todos tratados por el Dr. Will Marsh, interpretado por el siempre mal situado Samuel L. Jackson. Acción que se traslada del asfixiante desierto a las calles de una tranquila ciudad estadounidense, donde los soldados que han servido lo mejor posible a su país quieren retornar al punto exacto en el que lo dejaron. Reincorporación laboral que en algunos casos es imposible al haber sido sustituidos por otros trabajadores (violando la ley que se supone les obliga), retorno a una vida familiar y profesional que debe compatibilizarse con las lesiones de guerra, el establecimiento de los puentes destruidos con la familia no por las heridas físicas sino psiquiatritas… Unos personajes ciertamente esterotipados y un tanto de telefilme de mediodía que, sin embargo, dan buena cuenta de los diversos prismas de esta realidad. Problemas de adaptación, falta de reconocimiento en la sociedad, dificultades en la superación de las secuelas físicas y psíquicas (la conversación de ingestión farmacológica que mantienen dos de los protagonistas, resulta del todo reveladora). Una descripción que en suma, y teniendo en cuenta que es una película Made in Hollywood, puede resultar tremendamente acertada en uno de los peores momentos de la guerra de Irak. Entretenida e interesante, pero que dentro de unos años habrá perdido el impacto histórico.
Más que telefilme de mediodía ésta tiene pinta de telefilme de medianoche. Aún recuerdo aquella de Alan Alda haciendo de Presidente de EEUU que inventa un plan diciendo que Canadá les ha atacado las plantas depuradoras de agua de NY tras la Guerra Fría. O aquella otra, de antes del 11S, donde un terrorista árabe juraba volver a NY para derribar las Torres Gemelas tras un primer intento fracasado.
ResponderEliminarPues por lo que cuentas, a mí esta película me suena muchísimo a "Los mejores años de nuestra vida", de William Wyler, aunque no tenga nada de telefilme de mediodía (es muy buena). En ella salía un lisiado (no tenía brazos), un hombre que estaba completamente desvinculado de su familia (sus hijos eran pequeños cuando se fue y al volver son adolescentes), otro quiere volver a trabajar... a un establecimiento tipo Mac Donald's, teniendo como jefe a un crío diez años menor que él...
ResponderEliminar¿Intertextualidad?