Pasaba yo por delante del expositor de libros recién adquiridos de mi biblioteca cuando me tope con una interesante portada. La famosa imagen del levantamiento de la bandera Iwo Jima con la enseña en blanco. “Cómo perder una guerra (y por qué)”. [No en vano en su título original incluye "The white flag principale", materia de la que se ocupa] Título llamativo que no pude evitar tomar prestado [guiño, guiño –Teddy Bautista- guiño, guiño].
Inteligente propuesta del periodista de origen israelí, Shimon Tzabar, con un pasado de militancia en grupos terroristas que combatieron contra los británicos antes de la Segunda Guerra Mundial en Palestina. Se publicó en nuestro país en el año 2005 en una edición revisada y actualizada que incluye ejemplos más próximos a nuestros días. Con 145 hojas, de rápida lectura, y con un buen número de referencias bibliográficas que sirven de apoyo a las opiniones del autor.
El planteamiento de la obra parte de la original premisa que propone la idoneidad de una derrota en lugar de una victoria en un conflicto armado. Tzabar considera que en algunas ocasiones es conveniente una derrota. La no victoria puede reorientar la marcha de una economía, transformar el modelo de sociedad, traer una nueva época de prosperidad… la Historia, es su opinión, lo ha demostrado. Japón, por ejemplo, tras su derrota en el 1945, cambió su modelo económico y eso le permitió sobrevivir a un modo de producción que le hubiese causado la ruina. Y es por ello que plantea una estrategia para la derrota en la que la victoria es que a uno le ganen.
Revisando algunos autores clásicos como Clausewitz o Sun Tzu, desmonta las estrategias que conducen al triunfo y traza una serie de reglas que cualquier estado debe seguir si quiere ir a la guerra y perderla. El establecimiento de una política exterior efectiva dirigida a la pérdida de los aliados y la búsqueda de enemigos efectivos (lo más próximo a la frontera propia posible). Capítulo especialmente interesante por los métodos que plantea; cómo arruinar una economía próspera; la formación de un ejército débil, cobarde y desentrenado; una estrategia de campaña que asegure el caos en el campo de batalla; cómo fomentar la desunión en la propia sociedad para garantizar la no resistencia a un enemigo común; toda una serie de premisas destinadas al establecimiento de un plan maestro que conduzca a objetivo planteado: perder la guerra.
El libro está escrito con un gran sentido del humor y pragmatismo. No obstante, es bastante tramposo en la búsqueda de los ejemplos en los que sostiene su argumentación. Hecho que no es exclusivo de este autor sino de todos aquellos que desean demostrar lo acertado de sus argumentos. Una falta que se perdona por lo original del planteamiento que en realidad nos conduce, casi sin pretenderlo, al establecimiento de una guía de lo que no debemos hacer para ganar una batalla de un modo global. Así, pese a los intentos de Tzabar de mostrarnos lo conveniente de la derrota, nos da pistas de lo sencillo de la victoria.
Mención especial merece las páginas dedicadas a desmontar la propaganda sobre los campos de prisioneros enemigos. El periodista nos recuerda que buena parte de la valentía de un ejército se encuentra en el miedo a la captura que se ha infundido, por medio de propaganda institucional, desde el propio país. Torturas, hambre, malas condiciones sanitarias, hacinamiento… que, a su juicio, sólo existen cuando un ejército atrapa un gran número de prisioneros y no puede organizar adecuadamente su cautiverio. Pone de manifiesto el trato exquisito que recibieron los oficiales nazis en los procesos de Nuremberg, los campos de prisioneros de británicos en la Alemania nazi, los prisioneros en Solmone (Italia)… en contraposición con las imágenes de vejaciones que la propaganda se encarga de distribuir entre la tropa para garantizarse el máximo esfuerzo de sus soldados. (Para aquellos que quieran ver un ejemplo del trato, en otros muchos campos de prisioneros de la Alemania nazi, a prisioneros británicos, como ejemplo, que pinchen en este enlace)
Una propuesta interesante que conviene leer para interpretar desde una visión más amable los conflictos armados y las consecuencias que estos tienen.
Inteligente propuesta del periodista de origen israelí, Shimon Tzabar, con un pasado de militancia en grupos terroristas que combatieron contra los británicos antes de la Segunda Guerra Mundial en Palestina. Se publicó en nuestro país en el año 2005 en una edición revisada y actualizada que incluye ejemplos más próximos a nuestros días. Con 145 hojas, de rápida lectura, y con un buen número de referencias bibliográficas que sirven de apoyo a las opiniones del autor.
El planteamiento de la obra parte de la original premisa que propone la idoneidad de una derrota en lugar de una victoria en un conflicto armado. Tzabar considera que en algunas ocasiones es conveniente una derrota. La no victoria puede reorientar la marcha de una economía, transformar el modelo de sociedad, traer una nueva época de prosperidad… la Historia, es su opinión, lo ha demostrado. Japón, por ejemplo, tras su derrota en el 1945, cambió su modelo económico y eso le permitió sobrevivir a un modo de producción que le hubiese causado la ruina. Y es por ello que plantea una estrategia para la derrota en la que la victoria es que a uno le ganen.
Revisando algunos autores clásicos como Clausewitz o Sun Tzu, desmonta las estrategias que conducen al triunfo y traza una serie de reglas que cualquier estado debe seguir si quiere ir a la guerra y perderla. El establecimiento de una política exterior efectiva dirigida a la pérdida de los aliados y la búsqueda de enemigos efectivos (lo más próximo a la frontera propia posible). Capítulo especialmente interesante por los métodos que plantea; cómo arruinar una economía próspera; la formación de un ejército débil, cobarde y desentrenado; una estrategia de campaña que asegure el caos en el campo de batalla; cómo fomentar la desunión en la propia sociedad para garantizar la no resistencia a un enemigo común; toda una serie de premisas destinadas al establecimiento de un plan maestro que conduzca a objetivo planteado: perder la guerra.
El libro está escrito con un gran sentido del humor y pragmatismo. No obstante, es bastante tramposo en la búsqueda de los ejemplos en los que sostiene su argumentación. Hecho que no es exclusivo de este autor sino de todos aquellos que desean demostrar lo acertado de sus argumentos. Una falta que se perdona por lo original del planteamiento que en realidad nos conduce, casi sin pretenderlo, al establecimiento de una guía de lo que no debemos hacer para ganar una batalla de un modo global. Así, pese a los intentos de Tzabar de mostrarnos lo conveniente de la derrota, nos da pistas de lo sencillo de la victoria.
Mención especial merece las páginas dedicadas a desmontar la propaganda sobre los campos de prisioneros enemigos. El periodista nos recuerda que buena parte de la valentía de un ejército se encuentra en el miedo a la captura que se ha infundido, por medio de propaganda institucional, desde el propio país. Torturas, hambre, malas condiciones sanitarias, hacinamiento… que, a su juicio, sólo existen cuando un ejército atrapa un gran número de prisioneros y no puede organizar adecuadamente su cautiverio. Pone de manifiesto el trato exquisito que recibieron los oficiales nazis en los procesos de Nuremberg, los campos de prisioneros de británicos en la Alemania nazi, los prisioneros en Solmone (Italia)… en contraposición con las imágenes de vejaciones que la propaganda se encarga de distribuir entre la tropa para garantizarse el máximo esfuerzo de sus soldados. (Para aquellos que quieran ver un ejemplo del trato, en otros muchos campos de prisioneros de la Alemania nazi, a prisioneros británicos, como ejemplo, que pinchen en este enlace)
Una propuesta interesante que conviene leer para interpretar desde una visión más amable los conflictos armados y las consecuencias que estos tienen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.