2 de diciembre de 2009

Salvar al soldado Ryan, de Steven Spielberg

Las que le gustan a Øttinger (LQLGAØ)

Dentro de esta lista de imprescindibles no podían faltar las bélicas. Un género que me apasiona y con el que tan crítico soy, pues resulta casi imposible encontrar un producto medio decente. Más si cabe si la película trata sobre la Segunda Guerra Mundial y está protagonizada por los estadounidenses. Pero no critico esas extraordinarias películas en las que los nazis son medio deficientes mentales y los soldados estadounidenses son más listos que el hambre. Particularmente de ese estilo hay auténticas joyas del cine. Imprescindibles. Me refiero más bien a esas películas en las que el soldado es más parecido a un Súper Guerrero de “Bola de dragón” que a un homosapiens vulgaris y en las que uno se pregunta, ¿por qué con este ejército no han ganado una guerra en los últimos cincuenta años?

La que hoy nos ocupa no es menos tramposa con la historia que otras que le han precedido. Con la excusa de la búsqueda de un soldado, al que su madre reclama del frente tras recibir la noticia de la muerte de sus otros hermanos, Spielberg nos muestra su particular visión del desembarco de Normandía. El Día D según el mejor contador de historias que el cine ha dado en las últimas décadas. Una combinación que no podía basarse en el rigor sino en el puro espectáculo. No busquen aquí una visión fiel de lo que fue el desembarco, para eso están las discusiones académicas al respecto (aún no se han terminado de aclarar en cómo fue exactamente). Sentados en sus casas, lo que verán es cómo fue el desembarco según Spielberg y su aproximación a la historia real. Por supuesto, y sólo hay que echar un vistazo a cualquier libro de historia, los errores e imprecisiones abundan. Pero insistimos, el valor de esta película no es el histórico, que en parte también puede serlo, sino el de cambiar el modo de relatar las historias bélicas en el cine.

Este director, que como decimos, sabe contar, y muy bien, las historias, decidió embarcarse en este proyecto cometiendo ciertas trampas. Consciente de la dureza de esta cinta, en las que las escenas llenas de violencia se suceden durante gran parte de la misma, recurrió a uno de sus actores fetiches, Tom Hanks el bueno, para que el espectador (el estadounidense principalmente) no se sintiese tan hostigado ante tal crueldad bélica. Un truco, este de acompañarse de un actor reconocido y querido para presentar una película que ya había sido empleado en numerosas ocasiones. De este modo, Spielberg esperaba poder dar rienda suelta a su ambicioso proyecto, contar la guerra desde dentro convirtiendo al espectador en un soldado más. Una intención que convirtió en éxito al hacer desembarcar la cámara en una secuencia (la primera de muchas otras) de hiperrealidad y en la que no se ahorra ningún esfuerzo en hacer notar al espectador las balas sobre su cabeza. Heredando una técnica empleada muchos años atrás y perfeccionada por los videojuegos, el uso de las texturas lumínicas cercanas al ocre en la secuencia, unos sonidos secos y desgarradores, la recreación de un infierno pólvora y plomo proveniente de los nidos de ametralladoras nazis, la sensación de que la cámara camina sin rumbo y desorientada… el destino incierto de un soldado que se dirige a una muerte casi segura. Una hiperrealidad de un campo de batalla cuya crueldad y dureza plasma de una manera magistral en estos poco más de veinte minutos.

La película, que algunos consideraron un alegato contra la guerra, transcurre, fuera de las escenas puramente bélicas, por los márgenes habituales de culto al papel libertador de los Estados Unidos. Ni que decir tiene, todos aquellos que la han visto lo saben, que se produce una fractura en la película difícilmente salvable y lavable. Pues los distintos discursos, llenos de moralina vital, y algunos planos secuencias con más de una intención, especialmente el que sirve de cierre a la película (en el cementerio), podrían haber hecho naufragar esta cinta hasta convertirse en un producto de lo más vulgar. Sin embargo, la perfecta combinación entre la dureza de la prueba (el desembarco) y la nobleza de la causa (la búsqueda de Ryan), convierten a nuestros protagonistas (no Hanks sino el ejército al completo) en un héroe clásico, casi mitológico. Una recreación del patriotismo, en suma, tan bien preparada que gusta y convence como vehículo propagandístico.

Con “Salvar al soldado Ryan”, el cine bélico, y aquí es donde recibe la calificación de imprescindible, encuentra un punto de encuentro para todos aquellos avances y formas distintas de contar las historias que este género venía, desde hace unas cuantas décadas, presentando. No hay nada nuevo, y la novedad es esa, que sin embargo todo lo es. Pues si Spielberg copia la manera de narrar de algunos de sus predecesores, tales como Kubrick o Coppola, lo hace de una manera tan acertada que serán, desde ese momento, sus contemporáneos los que empiecen a copiarle a él. Crea un nuevo tipo de narración bélica.

Al margen de las escenas bélicas, sino desean tragarse la parte más propagandística no lo hagan. Fuera del apartado más puramente técnico, Spielberg adolece de cierta vulgaridad en esta cinta. Por tanto, disfruten de este imprescindible como lo que es, un avance en un género y la consagración de un modo de contar historias.

2 comentarios:

  1. Esta es una de mis películas bélicas preferidas. Desde el punto de vista histórico, el defecto que le veo es que se limita a narrar el desembarco en la playa "Omaha", prescindiendo no sólo de la participación de otras naciones (a los canadienses los machacaron tanto o más que a los estadounidenses), sinó de otras fuerzas americanas, como la utilización de paracaidistas o el uso de la artillería naval. Viendo la película uno cree que soltaron a los soldados en sus lanchas a la buena de dios...

    Por lo demás, coincido contigo en que la escena final es totalmente prescindible, al menos fuera de EE.UU.; yo hubiese eliminado las escenas iniciales y finales y, si acaso, hubiese concluido la película con imágenes panorámicas del cementerio (incluido el alemán, ¿por qué no?).

    A mí Hanks me convence, sobre todo en la escena en la que revela que, antes de la guerra, era profesor.

    Por cierto, ¿has visto la mini serie "Hermanos de sangre"? A mí me gustó bastante, aunque aquí el patrioterismo es mayor. A los ingleses los muestran en plan "pese a ellos ganamos la guerra" (antológico cuando un soldado dice "bah, Montgomery está sobrevalorado"), y aunque los historiadores discuten quién tomó primero el "nido del águila", en la serie no hay duda: fueron ellos.

    ResponderEliminar
  2. Es que es Spielberg el narrador de la historia. Qué más da que muriesen más canadieses y negros (no como una nación propia sino como primera línea del desembarco) que balquitos estadounidenses. Eso por no mencionar que todas las revisiones históricas que se están produciendo con los aniversarios, apuntan a un desembarco menos dramático (también en número de víctimas). Pero como elemento puramente cinematográfico, una maravilla.

    No pude ver la serie de "Hermanos de sangre". La tengo en pendientes. Claro que esa lista es lo suficientemente generosa como para que aún le toque esperar.

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.