Un profesor, al que Gansel presenta tremendamente estereotipado, haciendo de rebelde con camiseta de los Ramones incluida, tiene que dar en clase un tema polémico, la autocracia. Nada del otro mundo si no se tratase de un instituto alemán. Esta es la carta de presentación de esta película psuedoindependiente, cada vez es más difícil saber qué es el cine independiente, que trata de realizar una radiografía de la juventud alemana en su vertiente política dando respuesta a una pregunta: ¿es capaz la juventud alemana de repetir el nazismo?
En principio no deja de ser la típica película de instituto de jóvenes poco esperanzados a los que un profesor molón motivará, tal y como ya hiciera Sidney Poitier en “Rebelión en las aulas”, el videoclip con duración de película de Michelle Pfeiffer “Mentes peligrosas”, o la musical “Los niños del coro”. Un grupo de alumnos un tanto egoístas, macarrillas, poco motivados y con las ideas confusas, son sometidos a una clase de política en la que se simula el nacimiento de una dictadura.
Al guión no le falta valentía a la hora de lanzar su particular visión del mundo y de los condicionantes a la hora de surgir una dictadura. Si hacemos una concienzuda revisión de la academia encontraremos condicionantes distintos a los mencionados en la película, o puntos de vista muy diversos. Pero no importa, el guión está tan bien estructurado y secuenciado que el totalitarismo va floreciendo inevitablemente. La disciplina, el descubrimiento de la identidad de grupo, la propaganda, la protección de los miembros frente al exterior, un cuerpo de seguridad, etc. todas y cada una de las fases del nacimiento, consolidación y expansión de un grupo totalitario realizado sutilmente. Supone, no cabe duda, un clarísimo ejemplo de cómo, sin necesidad de un fuerte liderazgo, el grupo por sí sólo es capaz de autoalimentarse hasta dar con el más puro fascismo.
Dennis Gansel ya nos sorprendió con la solvente “Napola” que versaba, efectivamente, sobre una Napola, esto es, las escuelas que los nazis pusieron en funcionamiento para la formación de sus jóvenes. Recurrente, por tanto, en la temática, con “La ola” intenta llevar a esos mismos jóvenes, sesenta años después, para someterlos a la misma cuestión, cómo se crea un totalitarismo. Basado en la novela de Todd Strasser, Gansel dibuja esta fábula perfectamente secuenciada en la que los paralelismos con la historia alemana y el nacimiento del nazismo son de notable mérito. Sin bien es cierto que muchos de los detalles pueden no ser del conocimiento del gran público, baste con mirar en la Wikipedia para encajar la secuencia perfecta que llevó a Hitler de unos pocos locos a un país entregado a su causa.
“La ola” es una película brillante que expone una realidad sin necesidad de grandes artificios. El gran mérito de esta cinta no es presentar la constitución de un grupo totalitario en la Alemania nazi, sino presentar a un grupo de lo más heterogéneo, en el que se mezclan nacionales con inmigrantes, personas de distintas clases sociales o con muy diversos intereses. Jóvenes desmotivados y perdidos que encuentra, en la ruptura del ideal liberal del individuo y la pertenencia al grupo, un objetivo a su existencia. Nada que no haya sucedido con anterioridad y nada que no pueda volver a suceder. Y es que el director no trata de llevar la película a extremos lejanos de los que es difícil volver o verle el sentido. La sencillez del proceso es la nota más llamativa de esta película. Resulta todo tan sencillo que podría llegar a asustar.
Más que recomendable este ejercicio de simulación en el que cada paso está calculado con gran inteligencia. Si pueden, no pasen sin verla y mientras lo hacen, piensen en un tipo con bigote, un jefe de propaganda, los SA… quedarán de lo más impresionados con esta fábula. Para los últimos minutos, y si no la han visto apúntela, recuerden la frase que se cita a continuación y que pertenece a esa obra maestra que es “El hundimiento”.
“No quiero vivir en un mundo sin nacionalsocialismo”, Magda Goebbels.
En principio no deja de ser la típica película de instituto de jóvenes poco esperanzados a los que un profesor molón motivará, tal y como ya hiciera Sidney Poitier en “Rebelión en las aulas”, el videoclip con duración de película de Michelle Pfeiffer “Mentes peligrosas”, o la musical “Los niños del coro”. Un grupo de alumnos un tanto egoístas, macarrillas, poco motivados y con las ideas confusas, son sometidos a una clase de política en la que se simula el nacimiento de una dictadura.
Al guión no le falta valentía a la hora de lanzar su particular visión del mundo y de los condicionantes a la hora de surgir una dictadura. Si hacemos una concienzuda revisión de la academia encontraremos condicionantes distintos a los mencionados en la película, o puntos de vista muy diversos. Pero no importa, el guión está tan bien estructurado y secuenciado que el totalitarismo va floreciendo inevitablemente. La disciplina, el descubrimiento de la identidad de grupo, la propaganda, la protección de los miembros frente al exterior, un cuerpo de seguridad, etc. todas y cada una de las fases del nacimiento, consolidación y expansión de un grupo totalitario realizado sutilmente. Supone, no cabe duda, un clarísimo ejemplo de cómo, sin necesidad de un fuerte liderazgo, el grupo por sí sólo es capaz de autoalimentarse hasta dar con el más puro fascismo.
Dennis Gansel ya nos sorprendió con la solvente “Napola” que versaba, efectivamente, sobre una Napola, esto es, las escuelas que los nazis pusieron en funcionamiento para la formación de sus jóvenes. Recurrente, por tanto, en la temática, con “La ola” intenta llevar a esos mismos jóvenes, sesenta años después, para someterlos a la misma cuestión, cómo se crea un totalitarismo. Basado en la novela de Todd Strasser, Gansel dibuja esta fábula perfectamente secuenciada en la que los paralelismos con la historia alemana y el nacimiento del nazismo son de notable mérito. Sin bien es cierto que muchos de los detalles pueden no ser del conocimiento del gran público, baste con mirar en la Wikipedia para encajar la secuencia perfecta que llevó a Hitler de unos pocos locos a un país entregado a su causa.
“La ola” es una película brillante que expone una realidad sin necesidad de grandes artificios. El gran mérito de esta cinta no es presentar la constitución de un grupo totalitario en la Alemania nazi, sino presentar a un grupo de lo más heterogéneo, en el que se mezclan nacionales con inmigrantes, personas de distintas clases sociales o con muy diversos intereses. Jóvenes desmotivados y perdidos que encuentra, en la ruptura del ideal liberal del individuo y la pertenencia al grupo, un objetivo a su existencia. Nada que no haya sucedido con anterioridad y nada que no pueda volver a suceder. Y es que el director no trata de llevar la película a extremos lejanos de los que es difícil volver o verle el sentido. La sencillez del proceso es la nota más llamativa de esta película. Resulta todo tan sencillo que podría llegar a asustar.
Más que recomendable este ejercicio de simulación en el que cada paso está calculado con gran inteligencia. Si pueden, no pasen sin verla y mientras lo hacen, piensen en un tipo con bigote, un jefe de propaganda, los SA… quedarán de lo más impresionados con esta fábula. Para los últimos minutos, y si no la han visto apúntela, recuerden la frase que se cita a continuación y que pertenece a esa obra maestra que es “El hundimiento”.
“No quiero vivir en un mundo sin nacionalsocialismo”, Magda Goebbels.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.