Por Eva.
Este libro ya fue comentado en su momento, pero parece que yo también voy a tener mi minuto de gloria en Destripando Terrones. Yo leí Las Benévolas en catalán, y escribí lo que me había parecido en mi blog (uno de ellos), pero me decido a traducir y adaptar mi comentario para este otro blog que tanto me gusta y en el que me siento un poco acojonada por participar. Perdonen, que paso. Ehem. Me siento por ahí y molestaré lo menos posible. Disculpen, ehem. Allá voy.
Una tarde vagando por el centro me compré un libro del que no paraba de oír hablar. El caso es que como me sobraba tiempo antes de acudir a una cita me senté a leerlo, a pesar de estar en aquel momento en medio de otra lectura.
Estaba en un bar. No hacía mucho frío, pero en la calle me estaba quedando sin luz. En el tiempo que tuve, leí el prólogo de Les Benignes (Las Benévolas), que me dejó clavada en la silla. El ritmo, impecable. El tono, contundente. El tema y las ideas, a pesar de que se han escrito ríos de tinta, interesantes. Interesantes, me refiero a que te interesan. A que te dejan pensando, a que no puedes simplemente contemplarlas y pasar la página.
Son aproximadamente… No, espera. Son exactamente 32 páginas fabulosas. Pero, tal y como empieza Littell su novela, no sé si como si de una amenaza se tratara, Hermanos hombres, dejadme que os cuente cómo ocurrió. Max Aue, el protagonista de esta historia, empresario de avanzada edad en el momento que escribe, afincado en Francia, nos explica cómo ocurrió.. O sea: nos explica lo que le pasó (todo lo que le pasó) durante los ultimos años del Reich, como oficial de alta graduación de la SS. Son aproximadamente… No, espera. Son exactamente 1120 (quitando las 32 del principio) páginas de travesía.
Y digo travesía, porque me ha costado horrores avanzar por ellas. He encontrado un protagonista detestable. Una persona a la que es complicado no odiar, por su actitud, por su indiferencia, por su cinismo. Littell ha sido expresamente transgresor: Max es homosexual, incestuoso, matricida, y tiene una gran sensibilidad artística. (Alguien podría llegar a opinar que de tan exagerado sólo es pretendidamente transgresor). Aue siente repugnancia por el asesinato, pero es sólo una repugnancia estética, quizás hasta práctica. Él forma parte de la brutalidad de la matanza, pero trata con dulzura las páginas mojadas de un libro que se lleva en su huída.
Esnob, cínico, perfeccionista, un intelectual, un burócrata. Un asesino. Aunque de fondo, y para mí la idea central de toda la novela, siempre está la idea del asesinato racionalizado, burocratizado, institucionalizado, precisamente para liberar de culpa, como Aue se siente liberado de ella, a aquellos que lo cometieron. Lástima que la vez que más brillantemente expone esta idea sea en el prólogo, y luego sólo recurra a ella una vez y otra, con descripciones más y más detalladas, más y más escatológicas, más y más cruentas, pero la misma idea al fin y al cabo.
A lo largo de la novela, acompañamos a Aue en su periplo en Ucrania, en el Caucas y en Crimea, para mí la parte más aceptable de todo el relato, donde describe con terrible crudeza la campaña de la Wehermacht y la SS, sobretodo contra los judíos, los asesinatos masivos, los fusilamientos, las fosas. La complicada logística del asesinato, la insensata racionalización, es terrible. A pesar de que la lectura se hacía pesada, sobretodo por la complicada terminología militar y burocrática, y por la densidad de la escritura, me encontraba bastante cautivada por el relato. Después acompañamos a Aue al frente en Stalingrado, en los despachos de Berlín, a Auswitch, en más reuniones en Berlín, a visitar a su madre y su padrastro a la costa francesa y (lamento decirlo) en sus sueños y paranoias diversas, que para mí se podrían quitar perfectamente de la historia.
La primera y la última frase del libro son excepcionales. El estilo, el tono contundente del prólogo se mantiene a lo largo de la novela, pero se vuelve gratuito. La historia no es que pierda interés, pero las detalladas descripciones de los hechos de guerra en los diversos frentes, de las reuniones con burócratas y oficiales, de la complicadísima burocracia del Reich me han acabado por aburrir. Había páginas enteras en las que no me enteraba de nada, literalmente, pero como no era importante, huía hacia delante, como dijo alguien de quien valoro el criterio. Le diría a Littell: lo que dices me interesa, pero… ¿podríamos ir al grano? Quizás yo no tengo el grado de erudición y de concentración necesario para cazar la mayoría de detalles de la narración, pero aún así puedo seguir la historia; y entonces piensas que para qué están allá estos detalles, y si no será sólo para adornar.
A mí, personalmente, me mató que hacia la página… No, espera. Exactamente en la página 925, Litell escribe: El 9 de Abril… pero ah… ¿por qué narraros todos los detalles día por día? Me resulta agotador, y además, seguro que a vosotros también. Francamente, lo mínimo que espero de un escritor es que se de cuenta del aburrimiento antes que yo, pero sobretodo que se de cuenta antes de la página 900.
Otras críticas que le hago a la novela son de diversa índole: una a la editorial (de la edición catalana, repito), Quaderns Crema. Recomendaría una revisión exhaustiva del texto, lleno de erratas, sobretodo al final –inexplicablemente: ¿se cansaron de corregir? ¿pensaron que yo me cansaría de leer?-, llegando a ser de más de una por página. Otra, los personajes de los dos policías que persiguen a Aue por un crimen, que parecen Dupond y Dupont, de tan ridículos, totalmente prescindibles y fuera de lugar. La verdad, no sé si los puso por aquello de que la historia se le estaba volviendo aburrida y pensaba que así le daría vidilla (que no). Y la otra, el final, totalmente desastroso. Un penúltimo capítulo totalmente prescindible, y un cierre del último capítulo, y por tanto de la novela, surrealista, inverosímil, apresado e intrascendente, que en lugar de cerrar y resolver elegantemente algunas de las cuestiones planteadas parece que trate de despistar para no tener que responderlas, recurriendo a escenas sin sentido que todavía no sé si pretenden ser graciosas.
A pesar de que la narración histórica del momento, de la guerra, de la situación, de la complejidad del estado de Alemania y supongo que del mundo en los convulsos 40 es muy interesante, y a pesar de que no puedo decir que no me haya gustado leer esta novela, la prudencia me aconseja no recomendaros Las Benévolas. He opinado lo que he opinado, y otros han hablado también (bien, y no tan bien). Y prefiero (me doy cuenta de que es lo que diría Max Aue!) que seáis vosotros los que elijáis, porque no escribí esta reseña para vosotros, sino para mí misma.
Cuando leí las primeras referencias a "Las benévolas" quedé totalmente atrapado, hasta el punto de reclamar en Fnac un volumen que aún no había sido ni traducido de su francés original. Después, y gracias a un descuento vía amigo del amigo del amigo del amigo… lo compré junto con el_situacionista. Error que también cometió Eva. No suelo tardar demasiado en devorar un libro, pese a los compromisos adquiridos previos, los que me han llegado y los que me llegarán… no debería seguir arrastrando este librito. Sin embargo, las pocas ganas que me entran de leerlo, cuando ya no me queda tanto para acabarlo, no es sino un síntoma de lo extraordinariamente poco interesante que le termina por resultar la historia que narra un escritor que se ha perdido en el bosque y no deja de dar vueltas en círculo hasta la inanición del lector.
ResponderEliminarY gracias eva por la crítica, espero que el autor del copia y pega haga una referencia (enlace) a la original...
ResponderEliminareva, me alegro que salieras por fin del mar de páginas por el que Littel nos lleva a la deriva. Muy acertadas tus reflexiones, que contribuyen a hacer este blog mucho más interesante. Esperamos poder contar contigo en más ocasiones. Tantas como quieras.
ResponderEliminarottinger, sal del bosque y contempla los verdes prados. Esto es, quema el libro y sálvate a ti mismo. Si llevas 5 meses para rematarlo es que al final le tomarás cariño y en navidad no habrá pavo encima de la mesa. Si lo que quieres es amortizar el dinero, piensa que por su tamaño el libro bien puede esconder un revolver de pequeño calibre o una agradecida petaca de ron añejo. Por cierto, la referencia en la referencia ya estaba realizada.