La cantidad de grandes autores con una extensa bibliografía sobre la cual aún no nos hemos adentrado ha hecho que uno se busque excusas para entrar en una librería un día determinado -pongamos, por ejemplo, Sant Jordi- decidido a llevarse consigo una pieza de dicha colección. El Sant Jordi de este año pilló lejos de casa, muy lejos de casa, pero sin embargo uno ya tenía hecho los deberes. Meses atrás, con la excusa del cumpleaños, alguien me regaló La última noche en Twisted River, mi primera novela de John Irving. La tarea estaba completada y sólo quedaba ponerle fecha al comienzo de la lectura.
De manera que perdido en un hotel en la capital de la revolución, se abre la primera página y se encuentra una historia compleja y sin embargo capaz de atrapar al lector. La historia de dos protagonistas que, en realidad, son tres. Dominic, un cocinero de un campamento de leñadores; Danny, el hijo de éste; y Ketchum, leñador y mejor amigo de Dominic.
Lo que pronto parece una road novel, o una novela de huida destinada, obviamente, a complicarse sobre sí misma, deja pronto de aspirar a dicho título para convertirse en una novela compleja de personajes y de paisajes interiores.
Son 660 páginas -”aquí hay mucha lectura”, diría la madre de nuestro amigo Kilgore-, por lo que la manida expresión gran novela americana adquiere tintes verídicos. Irving es uno de esos autores capaz de pasarse la vida escribiendo dicha novela. Sin embargo, por lo que parece, ha decidido hace tiempo que mientras termina de escribir la novela definitiva, bueno será sacarse unas perrillas con los derechos de adaptación para el cine. Son varias las novelas suyas rodadas para la gran pantalla, y suelen ser pequeñas obras maestras o, cuanto menos, de ese tipo de películas que te dejan poso a pesar de que no te sientas identificado con la historia. Algo meritorio.
Siguiendo por aquí podríamos encontrar la primera crítica hacia la novela. Twisted River está muy pensada para ser llevada a la pantalla. Cuenta con un lenguaje visual muy cinematográfico que, en ocasiones, se aleja de la realidad literaria y hace previsibles ciertas acciones de los personajes. El abuso del lenguaje cinematográfico hace del flashback más que un recurso una norma, lo que en ocasiones despista y confunde al lector.
También en este sendero encontramos la que sería la mayor crítica a la novela: Twisted River no es sólo un libro, no es sólo una historia, sino que son tres o cuatro metidas ahí dentro. La novela que prevalece durante las 660 páginas es la de la contraportada: el cocinero Dominic y su hijo Danny huyen de Twisted River. Sin embargo, y esto parece algo habitual en las novelas de Irving, esta historia se complejiza más y más, llegando a puntos de credibilidad tan baja que casi podríamos estar hablando de una novela de Auster y su maldita casualidad. Es evidente que Irving, al contrario que Auster, tiene pensado un por qué que justifica tener que explicar todos los rincones de las vidas de sus personajes, sin embargo esta tarea dificulta la agilidad lectora y provoca que la novela reverbere en el lector hasta el punto de que no entienda por dónde le quieren llevar.
Pero no se dejen amedrentar por el esfuerzo que requiere introducirse en Twisted River. Como decimos, Irving sabe hacia donde va y, como en el senderismo, llegar a la cima de la montaña cuesta, pero cuanto mayor sea la montaña mayor será la recompensa.
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