Salir del trance del primer éxito es una prueba que no todo el mundo sabe soportar. Cuando tenía apenas 11 años saqué un 10 en matemáticas, una disciplina que tradicionalmente, si es que se puede hablar de tradiciones cuando uno tiene sólo 11 años, no había sido la mía. Quizás porque de repente le encontré la lógica, quizás porque alguien me lo supo explicar bien o porque los astros se alinearon de forma especial. Fuera lo que fuera, el 10 en matemáticas, el primero, causó una presión insoportable ante el siguiente examen. Que la siguiente nota fuera un 8 supuso un golpe duro. La nota era buena, mejor que la media de los anteriores exámenes, pero la caída del cajón de la perfección hizo que me supiera a polvo. En cualquier caso, la presión de mantenerse en la excelencia había caído y con esa libertad me pude dedicar a estudiar como siempre y olvidarme de los astros.
Así pues puedo comprender lo que ha tenido que ser la escritura de Seis sospechosos para Vikas Swarup. Este diplomático indio no tiene por profesión la novela. Es más una afición, muy compartida históricamente por los miembros de la carrera diplomática, que terminó por granjearle un éxito y notoriedad mundiales. Con su primera novela Slumdog Millonare o ¿Quién quiere ser millonario?, recibió todo tipo de elogios. El éxito de la película basada en la novela hizo que se multiplicaran sus ventas. Y ante ese 10, Swarup continuó escribiendo.
Seis sospechosos es su segunda novela y tiene como protagonista, otra vez, a la India actual. Sí, los protagonistas son seis, como indica el título, pero Swarup ha querido enseñarnos todos los rincones de la India a través de ellos. Esta última frase, que podría ser el eslogan de cualquier documental de viajes de cierto atractivo, se convierte en la peor losa que le podrían poner a esta novela. Swarup se empeña en llevarnos a lugares y situaciones que fuerzan la historia de los seis sospechosos de manera poco natural. Uno tiene la sensación, mientras está leyendo, de que hay páginas y páginas en donde nos ha hecho perder el tiempo sólo para contarnos lo anecdótico. Como en un relato de cualquier iluminado solidario que al quedarse en paro decide irse a la India a encontrarse a sí mismo y te vuelve diciendo “son pobres pero tan buena gente”, Swarup se encarga de mostrarte que los pobres, muchas veces, no son imbéciles y que la pobreza, muchas veces, tiene varias caras. Poco interesante por manido y arquetípico, ya lo aviso.
Pero si queremos hacer una valoración total de Seis sospechosos estaremos obligados a ver más allá de estas torpezas propias de un escritor que, a pesar de la edad y a pesar del éxito de público inicial, está comenzando en esto de la novela. La historia que cuenta es una buena historia policíaca. Un hombre, rico, poderoso y corrupto, ha sido asesinado en su casa durante la celebración de una fiesta y la policía india ha detenido a seis personas que estaban presentes en la misma y que llevaban un arma. A partir de aquí, Swarup nos cuenta las historias de esos seis sospechosos de forma original y atractiva.
Por un lado contamos con un ladrón de móviles de los barrios pobres de la ciudad. Su relato está presentado en tiempo presente y en primera persona, como si estuviéramos dentro de su cabeza. El segundo sospechoso es el padre del asesinado. Este personaje es Ministro de Interior de un Estado indio, político corrupto y asesino por cuenta propia. Su relato está narrado a través de las conversaciones telefónicas que mantiene con diversos secuaces, jefes y demás personajes de la política y del Hampa indio. Y ya tenemos dos.
El personaje femenino de la trama es una de las estrellas de Bollywood, de quien sabremos a través de su diario. Como contrapunto, tenemos a un indígena de una pequeña isla del Índico, recién llegado al continente y absolutamente fascinado y deslumbrado por la civilización, cuya historia está narrada de manera clásica y correcta. Ya van cuatro.
Los dos últimos puestos de sospechosos se los reparten un americano que representa lo más profundo de Estados Unidos, tejano y paleto, que por una serie de casualidades llega a la India presto a comenzar una vida nueva –y cuyas expresiones campestres te harán llorar de risa- y un viejo secretario del ministerio indio, vicioso y perverso al que, por una serie de casualidades, se le ha introducido el espíritu de Ghandi ocasionándole problemas de personalidad.
Además, la novela está repartida en varios bloques de capítulos que la hacen emocionante. Por un lado están los capítulos de “Presentación” –que vendrían a ser los del tradicional “Planteamiento”. Luego se explican los “Móviles” de cada uno de los sospechosos, uno por uno –el “Nudo”. Y finalmente, el “Desenlace”, a través del cual se juegan con giros y contragiros y recontragiros poco esperados hasta el definitivo final.
A pesar de la dilapidante crítica de la novela que se ha hecho al comienzo de esta entrada, el libro de Swarup es recomendable, en especial para quienes gusten de novelas policiacas al uso. Si decepciona un poco es, sencillamente, porque sabemos positivamente que de haber cuidado un poco mejor detalles del relato que son absolutamente innecesarios, el regusto final de su lectura habría sido bien diferente. Tal y como está, uno termina la lectura pensando que en ocasiones ha tenido que hacer un esfuerzo excesivo para los premios que te ofrece al final. Pero, sea como sea, se disfruta y, al acabar la lectura de cada uno de los móviles, el juego de pensar cómo y quién ha podido asesinar al muerto se hace realmente divertido –que es lo mínimo que se le puede pedir a una novela policiaca.
Quizás no sea un libro para obtener un 10, como obtuvo en ventas y aceptación su primera novela, pero Seis sospechosos es un libro de entre 6 y 7, justo por encima de la media de otros que fueron escritos por profesionales de la literatura. Lo que no está mal para un diplomático.
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