Una mujer en Berlín es un relato anónimo escrito por una periodista alemana que vive en Berlín el fin de
Los motivos por los que la autora no firmó con su nombre son obvios nada más comenzar el relato, pero lejos de ser un escollo para el lector es una ayuda, pues si la autora es anónima puede ser cualquier mujer, y el relato entonces se convierte en un relato de todas las mujeres de Berlín o de Alemania, de todas las mujeres capaces de sobrevivir a una Guerra que los hombres han perdido.
Comienza el diario con el relato de los últimos días de asedio aéreo sobre Berlín. La confusión es obvia, todo el mundo tiene una teoría sobre el estado de los combates y se lo comentan unos a otros en cada refugio antiaéreo. Descubriremos los diferentes microcosmos existentes entre uno u otro refugio y, más concretamente, descubriremos personajes realmente patéticos, derrotados pero empecinados en la inminente victoria. Poco a poco, según la derrota se hace más patente, la sociedad del refugio irá volviéndose más anti-Hitler. Los comentarios no serán alardeantes, nadie criticará con dureza al Fuhrer, todo lo contrario. La ironía y el comentario de doble sentido, mucho más alemán, donde va a parar, pero también mucho más conservador, como pensando en que no convenía criticar abiertamente, será el tono de queja empleado por los residentes. La sociedad alemana se ha atomizado. No se vive con el concepto amplio de Nación, tal y como pretendía el nazismo, sino que en la oscuridad del refugio la comunidad de seres más amplia es el Edificio. Uno puede salir y trasladarse a otro piso del Edificio, perteneciendo por tanto a otra sociedad, pero desde luego notará la ausencia de algo, la carencia de conexión grupal hasta que, poco a poco, la vaya recuperando.
Pero todo esto cambia con la llegada de las tropas soviéticas a la capital alemana. La suposición de que muchos serán los hombres señalados a justificar su participación o no participación en la guerra contrasta con la certeza de que más serán las mujeres violadas, vejadas y utilizadas como botín de guerra. La palabra violación sale en el texto tantas veces –o más- como la palabra rusos y eso da una sensación muy real del sentimiento que por entonces conllevaba ser mujer en el Berlín de 1945.
Además de ser escritora y mujer, la autora tiene otra cualidad que nos ayudará a conocer mejor los sucesos del momento. Al ser hija de casa adinerada, ha podido viajar por Europa antes del comienzo de la guerra y como fruto de ello aprendió ruso hasta un nivel más que aceptable, nos puede comunicar con el bando vencedor –en aquellos momentos más vencedor si cabe. El relato del frente de los soldados soviéticos llegará a nuestros oídos a través de su ruso y podremos concluir que lo que hoy nos cuenta nuestra amiga alemana no es más que el famoso ojo por ojo y que los alemanes no se comportaron mejor cuando tomaron tierras extranjeras. En la guerra todos pierden, pero unos sólo se mueren mientras otras son violadas.
Pero el mal de muchos no crea mentes inocentes y así, poco a poco, iremos comprendiendo la necesidad de adaptación de la autora al nuevo contexto. La valentía de saberse en una situación privilegiada en el momento que vive por ser una mujer joven y conocedora del ruso hace que se decida a escoger a su propio violador particular. Al concluir que la vida que le espera si no lo hace es la de la violación colectiva, la autora buscará la manera de rentabilizar mejor –esto es, alimentos y protección- la vejación a la que ha de ser forzada. Y lo hace de manera que ningún lector pueda verse tentado a juzgarla moralmente.
Y es que el hambre es el tercer protagonista de este relato de derrotados auténticos. La carestía de comida hace que los cardos salvajes sean el alimento nuestro de cada día y tan sólo la necesidad de encontrarse a una mujer que no sea sólo “un saco de huesos” provoca en los soldados rusos la obligación de dar de comer a sus víctimas. La protagonista, como decíamos, sabrá administrarlo muy bien. No tanto sus otros compañeros de piso –para entonces la sociedad-edificio ha pasado a ser sociedad-apartamento- quienes lejos de aportar nada, se limitan a disfrutar de los privilegios que la violación de ella traduce en alimentos.
En términos generales, así se muestra este diario. No se le puede decir más sin desvelar la trama salvo señalar algunos detalles que desgranan la mentalidad militar tales como el adolescente de 16 años autoforzado a violar para demostrar a sus compañeros que él también es un hombre y no un niño. La sutileza a la hora de proponer la violación, casi como si de un cortejo se tratase -¡cómo si hubiera posibilidad de negarse!- y, sin duda, el pillaje, demostrando una vez más la razón por la que se hacen las guerras: para obtener cosas que sabes que no son tuyas.
Una transversal de este libro es el pensamiento alemán. Uno puede distinguir, sin miedo a caer en los tópicos de cabezas cuadradas o del imperio de la ley sobre cualquier cosa que los mitos, en el caso de que hablemos de los alemanes, a veces pueden ser ciertos. O al menos que nuestra autora también fue presa de esos mitos, los reconstruyó, los levantó y ahora es ella la que se sorprende de su derrumbamiento.
Un libro, sin duda, capaz de hacer ver al lector que los alemanes, incluso durante
Cuando leí "el hombre en busca del sentido" de Viktor Frankl se me quedó grabado el pensamiento del autor de que de aquel campo de concentración no salieron los buenos,sino los viles y los ruines, lo que eran capaces de cambiar los numeros de los uniformes para no ser llevados a las camaras de gas, los que hacian pactos con los nazis para conseguir trato de favor...
ResponderEliminarY es que la selección natural de darwin se ha aplicado a la picaresca humana y hace mucho tiempo que aqui, en el mundo, el que no corre vuela, y esta pobre mujer en Berlín es lo que hace, y es lo que la salva, tanto del peligro exterior de la invasión como del peligro interior de ser devorada por las heridas del alma por todo lo que la sucede. Una narración estremecedora llevada con la sencillez que confiere la espontaneidad.
No puedo estar más de acuerdo, cheila.
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