Hace tiempo que venía pensando en empezar una serie de entradas en este blog. Una en la que, cómo no podía ser de otra manera, dé rienda suelta a mi ego y presente, como si le importase a alguien, algunas de mis películas favoritas. Esto no quiere decir que se trate de las mejores ni las más aclamadas por crítica y público, sino simplemente aquellas que más me han gustado. Pero claro, esto puede ser muy particular, es por ello que he decidido que además de despertar mi interés, la película debe tener una cierta calidad que la hace, a mi juicio digna de ser recomendada. Es decir, que al final termino haciendo mi propia lista de imprescindibles. Espero sea de su interés.
Las que le gustan a Øttinger (LQLGAØ)
Testigo de cargo, de Billy Wilder
Resultaría casi imposible elegir una entre las mejores películas de Wilder. La suma de genialidades que fue sembrando a lo largo de toda su carrera hace difícil decidir cuál de todas es más mejor. Sin embargo, “Testigo de cargo” siempre me ha gustado especialmente. Quizá por lo presuntamente alejado de sus temáticas habituales, por el increíble Laughton, las estupendas piernas de Dietrich, la perfecta distribución de la intriga a lo largo de toda la película o lo bien que están construidos los personajes. Lo cierto es que una cinta como esta no deja indiferente a nadie.
Partiendo de una obra de teatro de Agatha Christie, que obtuvo un enorme éxito en el momento de su estreno, Wilder conserva la estructura teatral en una pieza que mezcla el suspense, la intriga y el humor con su habitual maestría. Contaba el propio Wilder que admiraba profundamente a Hitchcock, y que le hubiese gustado hacer una película con él, pero que se aburría si siempre hacia la misma película. Es por ello que un día se dijo, voy a hacer una mejor que Hitchcock, e hizo “Testigo de cargo”. Seguramente, y sin entrar en una competición en la que la ellos mismo no entraron, podemos decir que la que presentamos hoy es, al menos, tan buena como las mejores del maestro Hitchcock, uno de los mejores directores que ha dado la historia del cine y que, sin duda, antes o después aparecerá en estas lista de imprescindibles.
La historia es sencilla, un prestigioso abogado inglés (Charles Laughton) entrado en años y enfermedades, padece del corazón, recibe a un galán de película (Tyrone Power) que ha sido acusado del asesinato de una anciana a la que visitaba por compasión. El acusado, que cuenta con la coartada de su mujer (Marlene Dietrich), una alemana a la que conoció durante la guerra, presenta un caso sin complicaciones hasta que es nombrado el máximo heredero de una sustancial suma de libras que le ha dejado la anciana. Una complicación a la que se une una esposa cuyo testimonio no parece demasiado sólido. Con estos elementos Christie construye una de sus habituales tramas en la que los giros argumentales van transcurriendo a su debido tiempo, para mantener al espectador en guardia en todo momento.
La construcción de las relaciones entre los personajes es tan brillante que le permite a Wilder crear atmósferas diferenciadas. La relación entre Power y Dietrich, una turbulenta historia de amor; Dietrich y Laughton, la lucha de dos titanes en busca de su propia verdad; Power y Laughton con su particular juego del ratón y el gato; y, por supuesto, la relación entre Laughton y su enfermera (Elsa Lanchester), la parte más cómica de la película y que se sostiene gracias a diálogos geniales y que termina en una suma de complicidades. Por supuesto, de fondo, planea la relación más importante de toda la película, la que se establece entre la Justicia y la verdad. Una dependencia que no tiene porque ser equidistante ni, necesariamente, directa. La verdad, en lo que se refiere a una sentencia, es algo totalmente prescindible. Sin embargo, no crean que se trata de una película en la que se presente un dilema moral o ético sobre la Justicia. Ni mucho menos. “Testigo de cargo” es, ante todo, una novela de suspense e intriga judicial, con los tintes justos de novela negra y que se torna en un estupendo melodrama, en la que las piezas se van colocando y moviendo para despistar al espectador e ir sorprendiéndolo hasta el minuto final. Es un juego. Una ratonera más en la que Wilder salva la moralidad de sus personajes creando escenarios de necesidad.
Técnicamente la película no supone un alarde, ni necesita serlo. Conserva la estructura teatral y deja a unos magníficos actores que hagan su trabajo lo mejor que saben, obteniendo alguna de sus mejores interpretaciones. Eso sí, Wilder, esconde bien sus cartas y juega la partida con suma maestría hasta conseguir una de las mejores películas de intriga que se pueden recordar. Y es que Wilder era así. Daba igual lo que hiciese, conocía todos los trucos del oficio y a nadie puede extrañarle que fuese la propia Dietrich la que, tras convencer a Christie para rodar una versión cinematográfica de su obra, y haber trabajado con él “Berlín occidente”, presionase para que fuese Wilder quien llevase a cabo “Testigo de cargo”. La alemana, decía, sólo trabajó para dos grandes directores: von Sternberg y Billy Wilder, y tan cómoda debió sentirse que logró una de sus mejores interpretaciones al crear una mujer gélida hasta el escalofrío que sólo encontraba algo cálido en el amor hacia su marido. Un Power seductor, encantador y perfecto hasta ser irritante. Menos mal que Laughton, perfecto y deseado en cada plano, contrapone lo inaccesible de Dietrich con pura socarronería, y lo repelente de Power con su más pura imperfección.
No dejen de ver esta sensacional película y comprenderán, cuando vean alguna de las que consideran obras maestras del género judicial, qué lejos están de lo que verdaderamente se considera genial. Eso sí, no rebelen el final a nadie, no dejen de hacer caso a la advertencia final.
Las que le gustan a Øttinger (LQLGAØ)
Testigo de cargo, de Billy Wilder
Resultaría casi imposible elegir una entre las mejores películas de Wilder. La suma de genialidades que fue sembrando a lo largo de toda su carrera hace difícil decidir cuál de todas es más mejor. Sin embargo, “Testigo de cargo” siempre me ha gustado especialmente. Quizá por lo presuntamente alejado de sus temáticas habituales, por el increíble Laughton, las estupendas piernas de Dietrich, la perfecta distribución de la intriga a lo largo de toda la película o lo bien que están construidos los personajes. Lo cierto es que una cinta como esta no deja indiferente a nadie.
Partiendo de una obra de teatro de Agatha Christie, que obtuvo un enorme éxito en el momento de su estreno, Wilder conserva la estructura teatral en una pieza que mezcla el suspense, la intriga y el humor con su habitual maestría. Contaba el propio Wilder que admiraba profundamente a Hitchcock, y que le hubiese gustado hacer una película con él, pero que se aburría si siempre hacia la misma película. Es por ello que un día se dijo, voy a hacer una mejor que Hitchcock, e hizo “Testigo de cargo”. Seguramente, y sin entrar en una competición en la que la ellos mismo no entraron, podemos decir que la que presentamos hoy es, al menos, tan buena como las mejores del maestro Hitchcock, uno de los mejores directores que ha dado la historia del cine y que, sin duda, antes o después aparecerá en estas lista de imprescindibles.
La historia es sencilla, un prestigioso abogado inglés (Charles Laughton) entrado en años y enfermedades, padece del corazón, recibe a un galán de película (Tyrone Power) que ha sido acusado del asesinato de una anciana a la que visitaba por compasión. El acusado, que cuenta con la coartada de su mujer (Marlene Dietrich), una alemana a la que conoció durante la guerra, presenta un caso sin complicaciones hasta que es nombrado el máximo heredero de una sustancial suma de libras que le ha dejado la anciana. Una complicación a la que se une una esposa cuyo testimonio no parece demasiado sólido. Con estos elementos Christie construye una de sus habituales tramas en la que los giros argumentales van transcurriendo a su debido tiempo, para mantener al espectador en guardia en todo momento.
La construcción de las relaciones entre los personajes es tan brillante que le permite a Wilder crear atmósferas diferenciadas. La relación entre Power y Dietrich, una turbulenta historia de amor; Dietrich y Laughton, la lucha de dos titanes en busca de su propia verdad; Power y Laughton con su particular juego del ratón y el gato; y, por supuesto, la relación entre Laughton y su enfermera (Elsa Lanchester), la parte más cómica de la película y que se sostiene gracias a diálogos geniales y que termina en una suma de complicidades. Por supuesto, de fondo, planea la relación más importante de toda la película, la que se establece entre la Justicia y la verdad. Una dependencia que no tiene porque ser equidistante ni, necesariamente, directa. La verdad, en lo que se refiere a una sentencia, es algo totalmente prescindible. Sin embargo, no crean que se trata de una película en la que se presente un dilema moral o ético sobre la Justicia. Ni mucho menos. “Testigo de cargo” es, ante todo, una novela de suspense e intriga judicial, con los tintes justos de novela negra y que se torna en un estupendo melodrama, en la que las piezas se van colocando y moviendo para despistar al espectador e ir sorprendiéndolo hasta el minuto final. Es un juego. Una ratonera más en la que Wilder salva la moralidad de sus personajes creando escenarios de necesidad.
Técnicamente la película no supone un alarde, ni necesita serlo. Conserva la estructura teatral y deja a unos magníficos actores que hagan su trabajo lo mejor que saben, obteniendo alguna de sus mejores interpretaciones. Eso sí, Wilder, esconde bien sus cartas y juega la partida con suma maestría hasta conseguir una de las mejores películas de intriga que se pueden recordar. Y es que Wilder era así. Daba igual lo que hiciese, conocía todos los trucos del oficio y a nadie puede extrañarle que fuese la propia Dietrich la que, tras convencer a Christie para rodar una versión cinematográfica de su obra, y haber trabajado con él “Berlín occidente”, presionase para que fuese Wilder quien llevase a cabo “Testigo de cargo”. La alemana, decía, sólo trabajó para dos grandes directores: von Sternberg y Billy Wilder, y tan cómoda debió sentirse que logró una de sus mejores interpretaciones al crear una mujer gélida hasta el escalofrío que sólo encontraba algo cálido en el amor hacia su marido. Un Power seductor, encantador y perfecto hasta ser irritante. Menos mal que Laughton, perfecto y deseado en cada plano, contrapone lo inaccesible de Dietrich con pura socarronería, y lo repelente de Power con su más pura imperfección.
No dejen de ver esta sensacional película y comprenderán, cuando vean alguna de las que consideran obras maestras del género judicial, qué lejos están de lo que verdaderamente se considera genial. Eso sí, no rebelen el final a nadie, no dejen de hacer caso a la advertencia final.
Dicen que Wilder tenía un letrero junto a la mesa en la que trabajaba que rezaba: "Hazlo como Lubitsch".
ResponderEliminarMuy buena idea esta seccion nueva, aunque algo exclusivista. En cualquier caso, mientras no recomiendes cosas como Mamma Mia!...
Mamma Mia! es una película que cumple lo que promete. Creo que es del todo recomendable, como dije en su día. Un musical hecho por gente que no se dedica a ello, en una obra de canciones de ABBA, en la que lo que menos importa es el argumento, y hecha para nostálgicos del grupo, que a juzgar por el éxito de Londres, deben vivir todos en Inglaterra. Para ver musical de verdad, hay que recurrir a Fosse. Pero esa será, eso sí, una recomendación de la sección.
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