*Quien es entonces Liesel Meminger*
Liesel Meminger es la ladrona de libros. Esto lo sé yo, lo sabes tú, lo sabe su Papá, lo sabe Rudy, el que un día se disfrazó de Jesse Owens protagonizando el escandaloso incidente, incluso lo sabe Ilsa, la mujer del alcalde y dueña de la biblioteca en la que Liesel acostumbra a robar. Y lo sabe La Muerte.
Tiene 8 años y vive en la Alemania nazi. Sus padres eran comunistas y por esto ella y su hermano tienen que ir a vivir a la calle Himmel, la calle que tiene un nombre que significa cielo, donde les esperan sus padres de acogida. Lamentablemente, La Muerte se lleva al pequeño hermanito de Liesel en el tren de camino al nuevo hogar, así que cuando ella llega a la nueva casa lo hace sola, triste y desamparada, y con un secreto escondido debajo de la ropa. El primer libro robado. No sabe leer.
*Lo que tienen y lo que no tienen*
los personajes de esta historia
Los padres de acogida, Hans y Rosa, o Papá y Mamá, son muy especiales. Rosa tiene un carácter terrible y una bocaza enorme por la que sobretodo salen insultos, y un corazón todavía mayor. Tiene una cuchara de madera con la que proporcionar watschen a Liesel. Hans tiene las manos sucias de pintura, un cigarrillo colgando en los labios, un acordeón muy viejo y un judío escondido en el sótano. El judío, sobretodo, tiene miedo. Los cuatro tienen hambre y no tienen dinero, porque en plena guerra nadie necesita los servicios de un pintor de paredes. Rudy tiene 5 hermanos, es el vecino y mejor amigo de Liesel y no tiene miedo. Liesel, por su parte, tiene mucha suerte. Ilsa tiene una bilioteca llena de libros, los libros tienen un dedo de polvo, el polvo sólo tiene los recuerdos del pequeño hijo de Ilsa, muerto años atrás. También tiene ropa para lavar y planchar, y Liesel tiene un saco con el que recoge esta ropa para que Mamá la lave. Andadora de ciudades. Ladrona de libros.
Quizás “La ladrona de libros” sea un típico relato sobre qué le pasa a la población civil en una guerra. Miseria, bombardeos, mucho miedo, solidaridad y recelos. Y sin embargo tiene algo de especial.
Su estilo es particular. Directo, sencillo. Limpio.
Urgente.
Un poco surrealista, el narrador que explica lo acontecido es la propia Muerte. Ya sabes, el personaje de la capucha y la guadaña. Que, bien pensado, en un relato sobre guerra no está tan fuera de lugar. La Muerte, esta que nunca va con prisa porque siempre llega, estaba en el año 42 bastante atareada. Atareadísima, se diría. De ahí la urgencia, creo. Y aún así se paró unos segundos a mirar a los ojos de la niña que le llamó la atención tres veces, en el tren, junto a la hoguera en la que se quemaban libros, y entre las ruinas del bombardeo. Se paró, y no se la llevó. Quizás, sólo, se llevó su historia. Y por esto La Muerte tiene un relato, un mensaje, una historia urgente para explicar, la historia que Liesel escribía en el sótano y que le salvó la vida.
Durante un rato estuvieron sentados juntos.
El humo trepó por el hombro de Papá.
Diez minutos más tarde, las puertas del latrocinio se abrirían un poquito de nada y Liesel Meminger las abriría un poco más y se deslizaría entre ellas.
Se cerrarían detrás de ella? O tendrían la buena voluntad de dejarla volver a salir?
Tal como descubriría Liesel, ser una buena ladrona requiere muchas cosas.
Sigilo. Valor. Rapidez.
Y en todo caso, y por encima de todo, hay un requisito definitivo.
La suerte.¿Sabes qué?
Olvídate de los diez minutos.
Las puertas se abren ahora mismo.
Ya me convenciste el otro día por teléfono, y ahora has vuelto a convencerme... será uno de los libros que me lleve al exilio.
ResponderEliminarpetons
Impresionante reseña con la que te estrenas en la categoría de Literatura Antibelicista (muchos son los llamados...).
ResponderEliminarSuena bien esto que cuentas. Un ojo se irá para allá en cuanto pueda. El otro vigilará mi biblioteca.