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15 de noviembre de 2009

Testigo de cargo, de Billy Wilder

Hace tiempo que venía pensando en empezar una serie de entradas en este blog. Una en la que, cómo no podía ser de otra manera, dé rienda suelta a mi ego y presente, como si le importase a alguien, algunas de mis películas favoritas. Esto no quiere decir que se trate de las mejores ni las más aclamadas por crítica y público, sino simplemente aquellas que más me han gustado. Pero claro, esto puede ser muy particular, es por ello que he decidido que además de despertar mi interés, la película debe tener una cierta calidad que la hace, a mi juicio digna de ser recomendada. Es decir, que al final termino haciendo mi propia lista de imprescindibles. Espero sea de su interés.

Las que le gustan a Øttinger (LQLGAØ)

Testigo de cargo, de Billy Wilder

Resultaría casi imposible elegir una entre las mejores películas de Wilder. La suma de genialidades que fue sembrando a lo largo de toda su carrera hace difícil decidir cuál de todas es más mejor. Sin embargo, “Testigo de cargo” siempre me ha gustado especialmente. Quizá por lo presuntamente alejado de sus temáticas habituales, por el increíble Laughton, las estupendas piernas de Dietrich, la perfecta distribución de la intriga a lo largo de toda la película o lo bien que están construidos los personajes. Lo cierto es que una cinta como esta no deja indiferente a nadie.

Partiendo de una obra de teatro de Agatha Christie, que obtuvo un enorme éxito en el momento de su estreno, Wilder conserva la estructura teatral en una pieza que mezcla el suspense, la intriga y el humor con su habitual maestría. Contaba el propio Wilder que admiraba profundamente a Hitchcock, y que le hubiese gustado hacer una película con él, pero que se aburría si siempre hacia la misma película. Es por ello que un día se dijo, voy a hacer una mejor que Hitchcock, e hizo “Testigo de cargo”. Seguramente, y sin entrar en una competición en la que la ellos mismo no entraron, podemos decir que la que presentamos hoy es, al menos, tan buena como las mejores del maestro Hitchcock, uno de los mejores directores que ha dado la historia del cine y que, sin duda, antes o después aparecerá en estas lista de imprescindibles.

La historia es sencilla, un prestigioso abogado inglés (Charles Laughton) entrado en años y enfermedades, padece del corazón, recibe a un galán de película (Tyrone Power) que ha sido acusado del asesinato de una anciana a la que visitaba por compasión. El acusado, que cuenta con la coartada de su mujer (Marlene Dietrich), una alemana a la que conoció durante la guerra, presenta un caso sin complicaciones hasta que es nombrado el máximo heredero de una sustancial suma de libras que le ha dejado la anciana. Una complicación a la que se une una esposa cuyo testimonio no parece demasiado sólido. Con estos elementos Christie construye una de sus habituales tramas en la que los giros argumentales van transcurriendo a su debido tiempo, para mantener al espectador en guardia en todo momento.

La construcción de las relaciones entre los personajes es tan brillante que le permite a Wilder crear atmósferas diferenciadas. La relación entre Power y Dietrich, una turbulenta historia de amor; Dietrich y Laughton, la lucha de dos titanes en busca de su propia verdad; Power y Laughton con su particular juego del ratón y el gato; y, por supuesto, la relación entre Laughton y su enfermera (Elsa Lanchester), la parte más cómica de la película y que se sostiene gracias a diálogos geniales y que termina en una suma de complicidades. Por supuesto, de fondo, planea la relación más importante de toda la película, la que se establece entre la Justicia y la verdad. Una dependencia que no tiene porque ser equidistante ni, necesariamente, directa. La verdad, en lo que se refiere a una sentencia, es algo totalmente prescindible. Sin embargo, no crean que se trata de una película en la que se presente un dilema moral o ético sobre la Justicia. Ni mucho menos. “Testigo de cargo” es, ante todo, una novela de suspense e intriga judicial, con los tintes justos de novela negra y que se torna en un estupendo melodrama, en la que las piezas se van colocando y moviendo para despistar al espectador e ir sorprendiéndolo hasta el minuto final. Es un juego. Una ratonera más en la que Wilder salva la moralidad de sus personajes creando escenarios de necesidad.

Técnicamente la película no supone un alarde, ni necesita serlo. Conserva la estructura teatral y deja a unos magníficos actores que hagan su trabajo lo mejor que saben, obteniendo alguna de sus mejores interpretaciones. Eso sí, Wilder, esconde bien sus cartas y juega la partida con suma maestría hasta conseguir una de las mejores películas de intriga que se pueden recordar. Y es que Wilder era así. Daba igual lo que hiciese, conocía todos los trucos del oficio y a nadie puede extrañarle que fuese la propia Dietrich la que, tras convencer a Christie para rodar una versión cinematográfica de su obra, y haber trabajado con él “Berlín occidente”, presionase para que fuese Wilder quien llevase a cabo “Testigo de cargo”. La alemana, decía, sólo trabajó para dos grandes directores: von Sternberg y Billy Wilder, y tan cómoda debió sentirse que logró una de sus mejores interpretaciones al crear una mujer gélida hasta el escalofrío que sólo encontraba algo cálido en el amor hacia su marido. Un Power seductor, encantador y perfecto hasta ser irritante. Menos mal que Laughton, perfecto y deseado en cada plano, contrapone lo inaccesible de Dietrich con pura socarronería, y lo repelente de Power con su más pura imperfección.

No dejen de ver esta sensacional película y comprenderán, cuando vean alguna de las que consideran obras maestras del género judicial, qué lejos están de lo que verdaderamente se considera genial. Eso sí, no rebelen el final a nadie, no dejen de hacer caso a la advertencia final.

14 de febrero de 2007

Simplemente Billy Wilder

Por C.C. Buxter en colaboración con Destripando Terrones.


Ahora mismo me siento como esas personas que, antes de celebrarse una boda, se exponen ante una multitud de desconocidos para recitar un poema, leer un cuento o divagar sobre el amor, conscientes de que esos ojos que les miran sólo esperan una cosa: que cumpla eficazmente con su cometido del modo más breve posible. Porque han venido a ver una boda, no a verle a él. Pues bien, soy consciente de que nadie ha venido a leerme a mí, sino al gran Wilder, así que seré breve.

Las películas de Billy Wilder son muchas cosas (casi siempre maravillosas). Una de ellas es ser auténticas compilaciones de frases célebres, tratados sobre el ingenio; quizá sólo Woody Allen ha llegado a acercarse a semejante proeza. De eso trata este comentario: de reunir algunas de esas frases, a modo de homenaje al maestro austriaco y, por qué no, de incentivo para ver (o volver a ver) sus películas.

He optado por poner aquellas frases que tienen un valor en sí mismas, desconectadas de la trama argumental. Por eso he tenido que desechar una de las escenas más entrañables de “El apartamento”, esa en la que Jack Lemmon, a la pregunta de Shirley MacLaine de cuántas copas se ha tomado, levanta cuatro dedos de la mano y responde: “Tres.” O la escena del espejo roto. O el famoso “vamos, señor DeMille, estoy preparada para mi primer plano” de “El crepúsculo de los dioses”. Y tantas otras.

Antes de dar la palabra a Wilder, creo que sería justo reconocer el mérito que también tuvieron quienes colaboraron habitualmente con Billy en la elaboración de sus guiones: Charles Brackett y, sobre todo, I.A.L. Diamond. Por otra parte, no me resisto a consignar aquí una de las frases de Wilder, no dicha en ninguna de sus películas, y que medito seriamente pueda ser mi epitafio: “¿Conoces esa mirada que tienen las mujeres cuando quieren hacer el amor contigo? Yo tampoco.”


«Berlín Occidente»

“Los alemanes tienen que ser elegantes. Son demasiado pobres para no ser elegantes.”

“Por qué no te estrangulo un poco, te parto por la mitad, enciendo un fuego debajo de ti, mi rubia hechicera.”

“- ¿Cómo sabe tanto de ropa de mujeres?
- Mi madre llevaba ropa de mujer.”

“Lleva usted un vestido precioso, pero ¿no se lo ha puesto al revés?”


«Si no amaneciera»

“Una mujer quiere un hombre, no una tapa de radiador.”

“¡En Europa respetamos la institución del matrimonio!”


«El crepúsculo de los Dioses»

“¡Yo soy grande! Son las películas las que se han hecho pequeñas.”

“Es curiosa la amabilidad de la gente cuando estás muerto.”


«El gran carnaval»

“- Es domingo, ¿no va a ir a la iglesia?
- Nunca voy a la iglesia, porque arrodillarme me deforma las medias.”

“-Aquí ni siquiera hay un edificio de veinte pisos para poder tirarse si a uno le apetece.”

“Señor Boot, soy un periodista de 250 dólares a la semana. Se me puede contratar por 50. Conozco los periódicos por delante y por detrás, de arriba abajo. Sé escribirlos, publicarlos, imprimirlos empaquetarlos y venderlos. Puedo encargarme de las grandes noticias y de las pequeñas. Y, si no hay noticias salgo a la calle y muerdo a un perro. Dejémoslo en 45.”


«Traidor en el infierno»

“Nadie ha logrado escapar nunca de Stalag 17. Al menos, no vivo.”

“Si alguna vez me encuentro con alguno de vosotros en una esquina, finjamos que nunca nos hemos conocido.”


«Con faldas y a lo loco»

“-¿Cómo pueden andar con ésto? Me siento desnudo. Como si todo el mundo me estuviera mirando.
-¿Con esas piernas? ¿Estás loco?”

“-¡Eh, Jerry!. ¿Todo va bien?
-¡Oh! ¡Tengo que contarte un motón de cosas!
-¿Qué ha pasado?
-Me he prometido.
-¡Te felicito! ¿Quién es la afortunada?
-Soy yo.
-¿Qué?
-Osgood me ha hecho una proposición de matrimonio. La boda será en junio.
-¿Pero qué tonterías estás diciendo? ¡No puedes casarte con Osgood!
-¿Crees que es demasiado viejo para mí?
-¡Jerry! ¡No puedes hablar en serio!
-¿Por qué no? Constantemente se está casando con chicas.
-Pero tú no eres una chica. Eres un hombre. ¿Por qué iba a casarse un hombre con otro hombre?
-Por una cuestión de seguridad.”

“Aaah… ¡Soy un hombre!” “Bien, nadie es perfecto.”


«Irma La Dulce»

“Ser honesto es como desplumar una gallina al viento, te llenas la boca de plumas.”

“En este mundo en que vivimos el amor es ilegal, pero el odio no.”

“La cárcel está llena de inocentes que dijeron la verdad. Difícil forma de tener una vida fácil.”


«Sabrina»

“París es para los amantes. Tal vez por eso sólo he estado 35 minutos.”

“-¿Puedo preguntarle al señor cuáles son, con exactitud, sus intenciones?
-¿Mis intenciones?. Totalmente censurables, pero muy prácticas.”


«El apartamento»

“He dicho que no tengo familia, pero no que mi apartamento esté vacío.”

(Dirigiéndose a su amante) “Claro que no he traído a más chicas a este apartamento... ¡Soy un hombre felizmente casado!”

“- ¿Sabía que cada habitante de Nueva York se resfría un promedio de dos veces y media al año?
-¡Oh, qué terrible responsabilidad!
-¿Por qué dice eso?
-Porque como yo nunca me pongo enferma, algún pobre hombre ha de hacerlo cinco veces para mantener el promedio.
-Sí… ese soy yo.”

“- Señorita Kubelick, yo la amo.
- Cállese y juegue.”

“Cuando uno ha estado casado 12 años, simplemente no se sienta a desayunar y dice: Pásame el azúcar, quiero el divorcio”


«La tentación vive arriba»

“- Voy a cambiarme de ropa. Tengo que subir a la nevera.
- ¿Tiene que qué?
- Sí, guardo la ropa interior en el congelador, ¿por qué no?”

“Esto debe ser música clásica. ¡Lo he adivinado porque no cantan!”

“Con los hombre casados siempre es mejor. Pase lo que pase, jamás te pedirán que te cases con ellos.”


«Días sin huella»

“-No te fío y lo sabes.
-Vale, que sea por caridad. Te suplico que me sirvas una.
-Sí, una. Una es demasiado y cien no son suficientes.”

“-Estoy intentando no beber.
-Sí, estás intentando no beber, como yo estoy intentando no quererte.”


«Uno, dos, tres»

“- Mandará los papeles a Berlín Este con la dama rubia por triplicado.
- ¿Los papeles por triplicado o la rubia por triplicado?
- Si puede, las dos cosas.”

“Atlanta es como Siberia pero con discriminación racial.”

“Algunos policías de Alemania Oriental eran rudos y suspicaces. Otros, eran suspicaces y rudos.”
“(Los enviados soviéticos ofrecen un habano al responsable de la Coca-Cola en Alemania Occidental.)
-¿Quiere un puro? Es habano. Se los cambiamos por misiles.
(Acepta el ofrecimiento. Lo enciende y tose.)
-No es de muy buen calidad.
-Los misiles tampoco. "

«Aquí un amigo»

“La eyaculación prematura significa tener que decir siempre lo siento.”


«Perdición»

“Me tomé una cerveza, que era lo que realmente me apetecía, para quitarme el sabor amargo de su té.”

“Creí que eras más listo pero sólo eres más alto.”

“Era una tarde calurosa y aun recuerdo el olor a madreselva en toda la calle. ¿Cómo no supe que a veces el asesinato huele a madreselva?”

“-Yo me siento y hago punto.
-¿Y para eso se ha casado?
-A lo mejor me gusta cómo me sostiene la lana.
-Si alguna vez se cansa..... Pero conmigo no haría punto.
-Ah, ¿no?.
-Le aseguro que no.”


«Ariane»

“-Si las personas se amaran más las unas a las otras, se dispararían menos.
-¿Eres una fanática religiosa o algo así?.”


«La vida privada de Sherlock Holmes»

“-Me ha pintado como toxicómano incurable sólo porque ocasionalmente tomo una solución de cocaina al cinco por ciento.
-¡Al siete por ciento!
-Al cinco por ciento. O cree que ignoro que ha estado usted rebajándola a espaldas mía.
-Como médico, además de como amigo, repruebo enérgicamente ese despreciable hábito.
-Mi querido amigo, además de mi querido médico: sólo recurro a los narcóticos cuando sufro un ataque agudo de... aburrimiento, cuando no hay casos interesantes que ocupen mi mente.”

“-Holmes... Permítame una pregunta. No quisiera parecer indiscreto pero, ¿ha habido mujeres en su vida?
-La respuesta es sí... Me parece usted indiscreto.”


«En bandeja de plata»

“No me gustaba la escena, no me gustaban los personajes que aparecían, sobre todo yo.”

“Lincoln, gran presidente, mal abogado.”

“-¡Es ridículo, no me pasa nada.
-Eso crees tú.
-No mueves la mano ni la pierna y tienes una conmoción. Por eso te pitan los oídos y ves doble.
-¿Veo doble?.
-¿Cuántos yos ves?.
-Uno, un picapleitos canalla y estafador que tuvo que casarse con mi hermana.
-¡Te estoy poniendo 250.000 dólares en bandeja de plata.
-No quiero el dinero ni la bandeja. Sólo quiero...
-¿Te dan pena las compañías de seguros?. Tienen tanto dinero que no saben qué hacer con él. No pueden almacenarlo y tienen que microfilmarlo.”


Me tomo la licencia de añadir algunas de las geniales frases que pronunció Wilder.

“Marilyn no necesita lecciones de interpretación; lo que necesita es ir al colegio Omega, en Suiza, donde dan cursos de puntualidad superior.”

“Un húngaro es alguien que entra contigo en una puerta giratoria y sale antes que tú.”

“Escribir un guión no es esperar a que llegue la musa y te bese en la frente; es un trabajo muy duro. He hecho ambos trabajos, y sé que dirigir es un placer y escribir un guión es un rollo.”

“Todos los días miro las esquelas de los periódicos y me fijo sobre todo en la edad del muerto. La mayoría son más jóvenes que yo. Me asusto y pienso: a lo mejor, lo único que sucede es que se han olvidado de mí.”

“Me han preguntado si volveré a trabajar con Marilyn Monroe, y tengo una respuesta clara. Lo he discutido con mi médico, mi psiquiatra y mi contable, y todos me han dicho que soy demasiado viejo y demasiado rico para someterme de nuevo a una prueba semejante.”

“Un director tiene que ser policía, comadrona, psicoanalista, adulador y bastardo.”

“Del mismo modo que todo el mundo odia a Estados Unidos, todo Estados Unidos odia a Hollywood. Existe el profundo prejuicio de que todos nosotros somos tipos superficiales que ganamos diez mil dólares a la semana y que no pagamos impuestos; que nos tiramos a todas las chicas; que tenemos profesores en casa que dan clases a nuestros hijos de cómo subirse a los árboles; que cada uno de nosotros tiene dieciséis criados y que todos conducimos un Maserati. Pues sí, todo esto es verdad. ¡Aunque os muráis de envidia!”

“Existen más libros sobre Marilyn Monroe que sobre la II Guerra Mundial. Hay una cierta semejanza entre las dos: era el infierno, pero valía la pena.”

“El exilio no fue idea mía, sino de Hitler.”

“Si usted cree que tengo acento, debería haber conocido a Ernst Lubitsch (...) Pero tenía un oído estupendo para las expresiones y el argot americano y, como decía Van Gogh, o tienes oído o no lo tienes.”

“Para hacer una película hay una sola regla: sólo hay que hacer aquello que sea de utilidad a la película.”

“Esas cosas horribles que son tan necesarias y que hacen a la gente millonaria -me refiero a los efectos especiales- no las sé hacer, no sé rodar choques de coches... En esta época, por lo que respecta a los argumentos, creo que ya está todo inventado. Ahora se hacen remakes.”

“Tengo más de noventa años. Si alguien me hubiera preguntado, cuando tenía diez: ¿Le gustaría llegar a los setenta?, le habría contestado: ¡Trato hecho! ¡Setenta!. Ahora tengo veinte años y medio más, y nadie me hace ya esa apuesta.”

“Me llevo muy bien con los actores, excepto cuando trabajo con hijos de puta como Bogart.”


Palabra del Señor…