21 de noviembre de 2010

Jernigan, de David Gates

Escoger un libro por su contraportada. Todo el mundo sabe que esa técnica tiene un riesgo muy alto. Pero, a la hora de la verdad, todos lo hacemos. Es más, los hay incluso que eligen un libro por la portada adecuada. ¡Malditos editores con gusto! En este juego, los de Libros del Asteroide se llevan la palma. Portadas como la de Calle de la Estación, 120 hacen que te lances irremediablemente a su lectura. Además, cuando la historia acompaña, como en dicho libro de Leo Malet, todo parece perfecto.

Sin embargo, sea como sea, a veces no se acierta. O al menos no del todo. Eso pasa con Jernigan de David Gates. Este norteamericano de 67 años logró publicar a los 44 su primera novela y llegar con ella a ser finalista del Premio Pulitzer en 1991. La novela triunfó como un libro de personajes y de perdedores, dos cosas que están especialmente valoradas en la literatura norteamericana contemporánea. La manera de contar la historia de David Gates es adictiva, entretenida y de trazo ágil. Sin embargo, la historia no aguanta las expectativas que sobre él crearon.

Jernigan es el nombre del protagonista de esta historia de autodestrucción. Proveniente de un ámbito social y cultural elevado, tiene una relación especial con el alcohol que domina por completo su estado vital, así como dominó el de su esposa. Con el recuerdo de la tragedia familiar vivida por él y por su hijo, Jernigan se lanza a tratar de recuperar su vida de la única manera que sabe: no haciendo nada y esperando que todo se resuelva solo. Su inapetencia por su vida y su despreocupación por la de su hijo adolescente, Danny, y todo lo que rodea a éste parece que milagrosamente le está siendo recompensada al verse, de repente, reconvertido en un nuevo cabeza de familia. Sin embargo, Jernigan es alguien capaz de destruirse muchas veces seguidas y a un ritmo aún mayor del esperado.

Como se podrá observar, Jernigan es el arquetipo del personaje moderno de la literatura norteamericana de hoy día. Algo que funciona comercialmente muchas veces pero que literariamente es mucho más complejo. Sólo es un borracho, pero con un nivel cultural muy elevado que permite al autor demostrar cuantísimo nivel cultural tiene a través de la inclusión en el relato de diversas referencias a la cultura pop o literaria. Jernigan, el personaje, es sencillamente el medio que David Gates ha utilizado para poder pavonearse de toda aquella cultura que está en los márgenes de la masificación y que a él le encanta o simplemente le hace gracia. Y por lo que parece, funciona hasta el punto de que la editorial le ha abierto un My Space propio a la novela. Todas las críticas del libro son muy buenas, pero en realidad le cuesta pasar del aprobado.

Por lo demás, Jernigan es un borracho que, como tal, no es lo suficientemente cuerdo como para entender y afrontar que sus compañeros de relato –su hijo Danniel, su nueva pareja y la hija de ésta- tienen más problemas que él. Es un tipo –perdedor por naturaleza- que puede caer simpático al comienzo, pero que no aguanta el relato largo, convirtiéndose en un tedioso insoportable.

Como decimos, es un libro divertido que está bien contado, de una manera divertida, que provoca una adicción a su lectura lo suficientemente grande como para pelearle al sueño unos minutos más cada noche.