25 de octubre de 2010

Seis sospechosos, de Vikas Swarup

Salir del trance del primer éxito es una prueba que no todo el mundo sabe soportar. Cuando tenía apenas 11 años saqué un 10 en matemáticas, una disciplina que tradicionalmente, si es que se puede hablar de tradiciones cuando uno tiene sólo 11 años, no había sido la mía. Quizás porque de repente le encontré la lógica, quizás porque alguien me lo supo explicar bien o porque los astros se alinearon de forma especial. Fuera lo que fuera, el 10 en matemáticas, el primero, causó una presión insoportable ante el siguiente examen. Que la siguiente nota fuera un 8 supuso un golpe duro. La nota era buena, mejor que la media de los anteriores exámenes, pero la caída del cajón de la perfección hizo que me supiera a polvo. En cualquier caso, la presión de mantenerse en la excelencia había caído y con esa libertad me pude dedicar a estudiar como siempre y olvidarme de los astros.

Así pues puedo comprender lo que ha tenido que ser la escritura de Seis sospechosos para Vikas Swarup. Este diplomático indio no tiene por profesión la novela. Es más una afición, muy compartida históricamente por los miembros de la carrera diplomática, que terminó por granjearle un éxito y notoriedad mundiales. Con su primera novela Slumdog Millonare o ¿Quién quiere ser millonario?, recibió todo tipo de elogios. El éxito de la película basada en la novela hizo que se multiplicaran sus ventas. Y ante ese 10, Swarup continuó escribiendo.

Seis sospechosos es su segunda novela y tiene como protagonista, otra vez, a la India actual. Sí, los protagonistas son seis, como indica el título, pero Swarup ha querido enseñarnos todos los rincones de la India a través de ellos. Esta última frase, que podría ser el eslogan de cualquier documental de viajes de cierto atractivo, se convierte en la peor losa que le podrían poner a esta novela. Swarup se empeña en llevarnos a lugares y situaciones que fuerzan la historia de los seis sospechosos de manera poco natural. Uno tiene la sensación, mientras está leyendo, de que hay páginas y páginas en donde nos ha hecho perder el tiempo sólo para contarnos lo anecdótico. Como en un relato de cualquier iluminado solidario que al quedarse en paro decide irse a la India a encontrarse a sí mismo y te vuelve diciendo “son pobres pero tan buena gente”, Swarup se encarga de mostrarte que los pobres, muchas veces, no son imbéciles y que la pobreza, muchas veces, tiene varias caras. Poco interesante por manido y arquetípico, ya lo aviso.

Pero si queremos hacer una valoración total de Seis sospechosos estaremos obligados a ver más allá de estas torpezas propias de un escritor que, a pesar de la edad y a pesar del éxito de público inicial, está comenzando en esto de la novela. La historia que cuenta es una buena historia policíaca. Un hombre, rico, poderoso y corrupto, ha sido asesinado en su casa durante la celebración de una fiesta y la policía india ha detenido a seis personas que estaban presentes en la misma y que llevaban un arma. A partir de aquí, Swarup nos cuenta las historias de esos seis sospechosos de forma original y atractiva.

Por un lado contamos con un ladrón de móviles de los barrios pobres de la ciudad. Su relato está presentado en tiempo presente y en primera persona, como si estuviéramos dentro de su cabeza. El segundo sospechoso es el padre del asesinado. Este personaje es Ministro de Interior de un Estado indio, político corrupto y asesino por cuenta propia. Su relato está narrado a través de las conversaciones telefónicas que mantiene con diversos secuaces, jefes y demás personajes de la política y del Hampa indio. Y ya tenemos dos.

El personaje femenino de la trama es una de las estrellas de Bollywood, de quien sabremos a través de su diario. Como contrapunto, tenemos a un indígena de una pequeña isla del Índico, recién llegado al continente y absolutamente fascinado y deslumbrado por la civilización, cuya historia está narrada de manera clásica y correcta. Ya van cuatro.

Los dos últimos puestos de sospechosos se los reparten un americano que representa lo más profundo de Estados Unidos, tejano y paleto, que por una serie de casualidades llega a la India presto a comenzar una vida nueva –y cuyas expresiones campestres te harán llorar de risa- y un viejo secretario del ministerio indio, vicioso y perverso al que, por una serie de casualidades, se le ha introducido el espíritu de Ghandi ocasionándole problemas de personalidad.

Además, la novela está repartida en varios bloques de capítulos que la hacen emocionante. Por un lado están los capítulos de “Presentación” –que vendrían a ser los del tradicional “Planteamiento”. Luego se explican los “Móviles” de cada uno de los sospechosos, uno por uno –el “Nudo”. Y finalmente, el “Desenlace”, a través del cual se juegan con giros y contragiros y recontragiros poco esperados hasta el definitivo final.

A pesar de la dilapidante crítica de la novela que se ha hecho al comienzo de esta entrada, el libro de Swarup es recomendable, en especial para quienes gusten de novelas policiacas al uso. Si decepciona un poco es, sencillamente, porque sabemos positivamente que de haber cuidado un poco mejor detalles del relato que son absolutamente innecesarios, el regusto final de su lectura habría sido bien diferente. Tal y como está, uno termina la lectura pensando que en ocasiones ha tenido que hacer un esfuerzo excesivo para los premios que te ofrece al final. Pero, sea como sea, se disfruta y, al acabar la lectura de cada uno de los móviles, el juego de pensar cómo y quién ha podido asesinar al muerto se hace realmente divertido –que es lo mínimo que se le puede pedir a una novela policiaca.

Quizás no sea un libro para obtener un 10, como obtuvo en ventas y aceptación su primera novela, pero Seis sospechosos es un libro de entre 6 y 7, justo por encima de la media de otros que fueron escritos por profesionales de la literatura. Lo que no está mal para un diplomático.

20 de octubre de 2010

La piel fría, de Albert Sánchez Piñol

Existen libros a los que resulta complicado acercarse precisamente por todos los elogios que se han escuchado sobre ellos. “El corazón de las tinieblas catalán”, le llamaban. Un libro de aventuras capaz de soslayar la moral puritana y complaciente de la mentalidad occidental de comienzos del siglo XXI. Y cosas por el estilo. Pero, además, los susurros sobre libros que a todos nos llegan decían que La piel fría, de Albert Sánchez Piñol, era un relato emocionante, terrorífico e impactante que te dejaba pegado a la silla desde el primer momento. Demasiados elogios para atreverse con él así como así. Demasiadas decepciones anteriores como para soportar una nueva. Y así, acumulando miedo sobre la decepción, el ejemplar de La piel fría se fue haciendo más y más pequeño dentro de la estantería. Fue perdiendo peso rápidamente a favor de otras lecturas que prometían menos y de las que, por tanto, su decepción iba a ser menor.

Pero como siempre en esta vida, al final uno termina por decidirse, dejar de mirar a aquella morena que se sienta en la cuarta fila de clase de Etnología Regional -por ejemplo- y acercarse a decirle al oído lo que durante meses llevas pensando que le dirías de tener el valor suficiente. Puede que te suelte el bofetón. Puede que no te haga caso. O puede, incluso, que te cuente un relato emocionante, una fábula moral y psicológica que te tenga varias semanas después aún pensando en ella. Sánchez Piñol es esa morena.

La piel fría, premio Ojo crítico de RNE, comienza con un oficial atmosférico llegando en barco a una remota isla del Atlántico Sur. La isla, en forma de L y de apenas unos kilómetros cuadrados, no está habitada y sólo cuenta con dos construcciones: un faro construido en una de las puntas y una casa habilitada para el técnico, en la otra. El técnico ha llegado para pasar un año entero de trabajo en solitario midiendo la intensidad y dirección del viento en una época en la que no existen ni ordenadores ni teléfonos. Es un trabajo para alguien que huye de algo y que no tiene miedo de sí mismo.

Sin embargo los acontecimientos se precipitan. El técnico deberá compartir la isla con un habitante del faro, huraño y poco dado al diálogo. Y además también deberá sobrevivir a ellos.

Este ellos constituye el verdadero tema de la novela. Son muchos, más de los que jamás nadie hubiera podido imaginar, y tienen motivos inexplicables. Bárbaros y salvajes unas veces, lógicos cartesianos otras, no dejan de insistir en sus empeños contra estos dos habitantes extraños de la isla. No conceden un solo descanso a la mente del técnico, quien intenta interpretar la realidad con todos los principios que le entraron en el baúl de equipaje.

Sánchez Piñol es antropólogo y conocedor de la realidad africana a través del Centre d’Estudis Africans de Barcelona. Las simetrías entre la conquista de la isla por estos dos personajes y la colonización de África o los discursos del encuentro colonial y el barbarismo son evidentes. Existen muchos puntos de reflexión sobre la interpretación del otro –o en este caso del ellos- a través de puntos de vista europeos. Es por este motivo por lo que se compara la novela con la genial obra de Conrad. El técnico atmosférico sería el equivalente al personaje de Conrad llamado Marlow, mientras que en el arisco farero se pueden encontrar rasgos de un Kurtz alejado hace tanto de la civilización que es incapaz de volver a pensar como ella.

Evidentemente la obra de Sánchez Piñol ni es una copia de la de Conrad ni tiene la envergadura de ésta. Sin embargo, a la disquisición moral y de encuentro que le son comunes a las dos, La piel fría añade un componente humano de deseo, miedo y venganza. Esta fábula nos pone en el pellejo del técnico atmosférico y nos hace comprender los giros, al comienzo tan absolutamente impensables y sorprendentes, que su mente termina dando, enseñándonos cómo el deseo es el arma más potente que existe, el que abre guerras, continua luchas y no concede ningún respiro a la mente.

Al terminar la lectura, una lectura que ya aviso es difícil abandonar, las imágenes de terror, ternura y las discusiones morales que nos ha proporcionado el libro son difíciles de olvidar. Resulta complicado hablar más de este emocionante relato sin descifrar nada más de la emocionante trama, por eso tan sólo añadiremos que nunca volveremos a mirar con los mismos ojos una gatera [glups]. Que la disfruten.