31 de marzo de 2008

Les Benignes, de Jonathan Littell



Por
Eva.



Este libro ya fue comentado en su momento, pero parece que yo tambn voy a tener mi minuto de gloria en Destripando Terrones. Yo leí Las Benévolas en catalán, y escribí lo que me había parecido en mi blog (uno de ellos), pero me decido a traducir y adaptar mi comentario para este otro blog que tanto me gusta y en el que me siento un poco acojonada por participar. Perdonen, que paso. Ehem. Me siento por ahí y molestaré lo menos posible. Disculpen, ehem. Allá voy.

Una tarde vagando por el centro me compré un libro del que no paraba de oír hablar. El caso es que como me sobraba tiempo antes de acudir a una cita me senté a leerlo, a pesar de estar en aquel momento en medio de otra lectura.

Estaba en un bar. No hacía mucho frío, pero en la calle me estaba quedando sin luz. En el tiempo que tuve, leí el prólogo de Les Benignes (Las Benévolas), que me dejó clavada en la silla. El ritmo, impecable. El tono, contundente. El tema y las ideas, a pesar de que se han escrito ríos de tinta, interesantes. Interesantes, me refiero a que te interesan. A que te dejan pensando, a que no puedes simplemente contemplarlas y pasar la página.

Son aproximadamente… No, espera. Son exactamente 32 páginas fabulosas. Pero, tal y como empieza Littell su novela, no sé si como si de una amenaza se tratara, Hermanos hombres, dejadme que os cuente cómo ocurrió. Max Aue, el protagonista de esta historia, empresario de avanzada edad en el momento que escribe, afincado en Francia, nos explica cómo ocurrió.. O sea: nos explica lo que le pasó (todo lo que le pasó) durante los ultimos años del Reich, como oficial de alta graduación de la SS. Son aproximadamente… No, espera. Son exactamente 1120 (quitando las 32 del principio) páginas de travesía.

Y digo travesía, porque me ha costado horrores avanzar por ellas. He encontrado un protagonista detestable. Una persona a la que es complicado no odiar, por su actitud, por su indiferencia, por su cinismo. Littell ha sido expresamente transgresor: Max es homosexual, incestuoso, matricida, y tiene una gran sensibilidad artística. (Alguien podría llegar a opinar que de tan exagerado sólo es pretendidamente transgresor). Aue siente repugnancia por el asesinato, pero es sólo una repugnancia estética, quizás hasta práctica. Él forma parte de la brutalidad de la matanza, pero trata con dulzura las páginas mojadas de un libro que se lleva en su huída.

Esnob, cínico, perfeccionista, un intelectual, un burócrata. Un asesino. Aunque de fondo, y para mí la idea central de toda la novela, siempre está la idea del asesinato racionalizado, burocratizado, institucionalizado, precisamente para liberar de culpa, como Aue se siente liberado de ella, a aquellos que lo cometieron. Lástima que la vez que más brillantemente expone esta idea sea en el prólogo, y luego sólo recurra a ella una vez y otra, con descripciones más y más detalladas, más y más escatológicas, más y más cruentas, pero la misma idea al fin y al cabo.

A lo largo de la novela, acompañamos a Aue en su periplo en Ucrania, en el Caucas y en Crimea, para mí la parte más aceptable de todo el relato, donde describe con terrible crudeza la campaña de la Wehermacht y la SS, sobretodo contra los judíos, los asesinatos masivos, los fusilamientos, las fosas. La complicada logística del asesinato, la insensata racionalización, es terrible. A pesar de que la lectura se hacía pesada, sobretodo por la complicada terminología militar y burocrática, y por la densidad de la escritura, me encontraba bastante cautivada por el relato. Después acompañamos a Aue al frente en Stalingrado, en los despachos de Berlín, a Auswitch, en más reuniones en Berlín, a visitar a su madre y su padrastro a la costa francesa y (lamento decirlo) en sus sueños y paranoias diversas, que para mí se podrían quitar perfectamente de la historia.

La primera y la última frase del libro son excepcionales. El estilo, el tono contundente del prólogo se mantiene a lo largo de la novela, pero se vuelve gratuito. La historia no es que pierda interés, pero las detalladas descripciones de los hechos de guerra en los diversos frentes, de las reuniones con burócratas y oficiales, de la complicadísima burocracia del Reich me han acabado por aburrir. Había páginas enteras en las que no me enteraba de nada, literalmente, pero como no era importante, huía hacia delante, como dijo alguien de quien valoro el criterio. Le diría a Littell: lo que dices me interesa, pero… ¿podríamos ir al grano? Quizás yo no tengo el grado de erudición y de concentración necesario para cazar la mayoría de detalles de la narración, pero aún así puedo seguir la historia; y entonces piensas que para qué están allá estos detalles, y si no será sólo para adornar.

A mí, personalmente, me mató que hacia la página… No, espera. Exactamente en la página 925, Litell escribe: El 9 de Abril… pero ah… ¿por qué narraros todos los detalles día por día? Me resulta agotador, y además, seguro que a vosotros también. Francamente, lo mínimo que espero de un escritor es que se de cuenta del aburrimiento antes que yo, pero sobretodo que se de cuenta antes de la página 900.

Otras críticas que le hago a la novela son de diversa índole: una a la editorial (de la edición catalana, repito), Quaderns Crema. Recomendaría una revisión exhaustiva del texto, lleno de erratas, sobretodo al final –inexplicablemente: ¿se cansaron de corregir? ¿pensaron que yo me cansaría de leer?-, llegando a ser de más de una por página. Otra, los personajes de los dos policías que persiguen a Aue por un crimen, que parecen Dupond y Dupont, de tan ridículos, totalmente prescindibles y fuera de lugar. La verdad, no sé si los puso por aquello de que la historia se le estaba volviendo aburrida y pensaba que así le daría vidilla (que no). Y la otra, el final, totalmente desastroso. Un penúltimo capítulo totalmente prescindible, y un cierre del último capítulo, y por tanto de la novela, surrealista, inverosímil, apresado e intrascendente, que en lugar de cerrar y resolver elegantemente algunas de las cuestiones planteadas parece que trate de despistar para no tener que responderlas, recurriendo a escenas sin sentido que todavía no sé si pretenden ser graciosas.

A pesar de que la narración histórica del momento, de la guerra, de la situación, de la complejidad del estado de Alemania y supongo que del mundo en los convulsos 40 es muy interesante, y a pesar de que no puedo decir que no me haya gustado leer esta novela, la prudencia me aconseja no recomendaros Las Benévolas. He opinado lo que he opinado, y otros han hablado también (bien, y no tan bien). Y prefiero (me doy cuenta de que es lo que diría Max Aue!) que seáis vosotros los que elijáis, porque no escribí esta reseña para vosotros, sino para mí misma.

26 de marzo de 2008

Te lo mereces, de Felipe Jimenez Luna

Durante años Canal + España utilizaba cortometrajes para pasar de un programa a otro. Sin duda debido a la falta de publicidad, este medio español, que codificaba gran parte de su programación, permitía el encuentro entre cineastas incipientes y espectadores agradecidos. Ahí descubrí a Fresnadillo o a Wallace & Gromit. Y también a Felipe Jimenez Luna y su corto Te lo mereces. Fechado en 1996 y premiado allí por donde se paseó, el corto es el producto de su tiempo y refleja los miedos que, hace ya más de 10 años, se tenían ante la deriva de la televisión española. Eran momentos en los que los reality show consistían en llevar a la gente al plató para enfrentarle a parientes perdidos, y aún no se estilaba el encerrar a unos cuantos en una casa o ponerles a correr medio en pelotas tras un filete de ternera. Un buen corto que hoy ha de ser visto teniendo en cuenta que El show de Truman se estrenó dos años después y que, por tanto, ya se adelantaba desde aquí mucho de la temática de la película norteamericana.


Te lo mereces from Norton on Vimeo.


22 de marzo de 2008

La explicación, de Curro Novillas

Se supone, no es una regla escrita pero ya decía Hume que la costumbre fomenta la creencia, que todo corto encierra una pequeña moraleja o giro argumental final. El cortometraje de Curro Novillas, “La explicación” es de los segundos. Ganador de la segunda edición de los premios Fotogramas, cuenta de una manera sencilla lo que, a veces, es complejo decir (o al revés).

20 de marzo de 2008

El Héroe, de Carlos Carrera

Libros, discos, películas, reciclados, recomendaciones musicales breves… ahora cortometrajes. Rescataremos, de ese universo que es Youtube, cortos interesantes y los colgaremos en Destripando Terrones para compartirlos con todos vosotros (si tenéis interés en que colguemos alguno, no dudéis en enviarnos un correo o dejarnos un comentario).

Para empezar, rescatamos el corto “El Héroe” de Carlos Carrera y que resultó ganador en el festival de Cannes de 1994. (Lo que se dice de plena actualidad.) Un trabajo de un director al que muchos recordarán por la irregular y nada interesante “El crimen del Padre Amaro”.

19 de marzo de 2008

Arthur C. Clarke 1917-2008


Hoy, 19 de Marzo de 2008, ha fallecido en Sri Lanka, el autor de brillantes novelas de ciencia ficción Arthur C. Clarke. Tras abandonarnos Isaac Asimov y Robert Heinlen, el bueno de Arthur ha decidido dejarnos huérfanos de los Tres Grandes. Siempre nos quedarán obras como El fin de la infancia, Cita con Rama y también El centinela (en la que se basó 2001 Odisea en el espacio).

"El futuro ya no es lo que solía ser"
Arthur C. Clarke
1917-2008

16 de marzo de 2008

Obras que pudieron ser

¿En qué consiste exactamente la fascinación que ejerce lo fragmentario, lo inacabado? Se extiende por todas las artes para incluir la Sinfonía inacabada de Schubert y el non finito del Renacimiento italiano -sobre todo, quizás, los esclavos de Miguel Ángel, encargados originalmente para la tumba del Papa Julio II-, además de las estanterías llenas de libros inconclusos: obras de poesía y de prosa, de ficción y académicas, que por lo general han quedado incompletas con la muerte del autor. Entre las más famosas obras de poesía inacabadas está la tragedia La muerte de Empédocles de Friedrich Hölderlin, e Hiperión, el poema épico que inició John Keats, aunque en rigor también debería incluirse la Eneida, ya que Virgilio aún estaba puliendo el texto cuando murió y, de hecho, pidió que se destruyese precisamente porque no había terminado de trabajar en él.

Entre las novelas, los ingleses pensarán rápidamente en Sanditon, el libro en el que estaba trabajando Jane Austen en el momento de su muerte (con sólo 42 años) en 1817, mientras que los españoles recordarán que la primera parte del Quijote se consideró inacabada, o al menos con posibilidad de continuación, cuando se publicó por primera vez, y fue el intento de Avellaneda de seguir con la historia lo que indujo a Cervantes a escribir la segunda parte.

Continuaciones de este tipo por parte de alguien que no era el autor original eran algo habitual en los siglos XVI y XVII. A uno le viene a la mente la segunda parte de El lazarillo de Tormes; la original segunda parte de Guzmán de Alfarache; o la segunda y tercera partes de Diana de Montemayor; y, por ende, un humanista italiano, Matteo Vegio, que se atrevió a continuar la Eneida de Virgilio añadiendo un decimotercer libro al poema.

¿Qué habría escrito Marx? Entre los libros académicos inacabados, un ejemplo famoso es el de El capital de Marx; el manuscrito se interrumpe justo cuando el autor trata las clases sociales, dejando así a sus intérpretes la tarea de adivinar lo que habría escrito. Un ejemplo más reciente nos viene de Cambridge, donde en 1954 el científico y sinólogo Joseph Needham empezó a publicar su obra Ciencia y civilización en China en varios tomos, cuando ya tenía 54 años. Recuerdo que en los años ochenta, en una cena en el Caius College, oí que un visitante estadounidense más bien falto de tacto le preguntaba a Needham cuándo esperaba terminar su libro. «No hay prisa», le replicó Needham con calma. Aunque vivió hasta los 95 años y trabajó hasta el último momento, murió antes de que pudiese concluir el libro él mismo, pero legó el proyecto a sus colegas y discípulos, así que tal vez esta gran obra quede terminada algún día.

En el caso de Ciencia y civilización de Needham, cuesta no lamentar su estado fragmentario, como sucedería si Gibbon (por poner un ejemplo) hubiera muerto antes de terminar su Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, o Proust antes de completar En busca del tiempo perdido. De todas formas, los libros inacabados de escritores famosos -como los esclavos de Miguel Ángel en el caso de la escultura- ejercen una fascinación especial en muchos lectores. ¿Por qué ocurre de este modo? Una posible explicación resalta el papel del lector, la otra privilegia al escritor. En el primer caso, las obras inconclusas dejan más a la imaginación del lector, quien, por ejemplo, puede imaginar finales alternativos. En publicidad es bien sabido que una serie inacabada de palabras o imágenes capta la atención del público, porque muchos de nosotros sentimos una especie de compulsión por completar la serie, como si fuera un rompecabezas al que le faltan una o dos piezas.

Otra explicación para la fascinación de lo non finito privilegia al creador, o más exactamente a la imagen que el lector o espectador tiene del creador. Tendemos a pensar que una obra que está sin terminar o sin pulir revela más sobre el proceso creativo que la que está acabada, que nos dice más sobre la personalidad real del escritor, que no tuvo tiempo de desaparecer detrás de su trabajo. Sin embargo, los lectores no siempre han pensado así.

Antes del auge del movimiento romántico, había menos interés por las obras inacabadas de arte o literatura. Los lectores se tomaban el artificio más en serio, y, por tanto, una obra sin pulir resultaba menos atractiva. Después del año 1800, los europeos comenzaron a leer literatura de un modo diferente, tratándola como si fuese una expresión, no de la sabiduría colectiva, sino de la personalidad individual del autor. De ahí el aumento del interés en aquella época por la edición y lectura de diarios y correspondencia privada, escritos sin tener la menor idea de que algún día podrían aparecer impresos y en un estilo menos formal que, por ejemplo, las novelas o los poemas del mismo autor. La formalidad se veía cada vez más como una especie de falta de sinceridad, como una clase de teatro, y las obras inacabadas se valoraban mucho precisamente porque permitían al lector echar un vistazo a la vida entre bastidores o al pensamiento en movimiento.

Muerte del autor. El movimiento romántico terminó hace ya mucho tiempo, y más de una vez se ha proclamado la «muerte del autor». Así y todo, el Romanticismo parece haber dejado una marca indeleble en la manera en que muchos de nosotros leemos, incluso en la actualidad. En cualquier caso, los nuevos desarrollos en los medios de comunicación, en particular el auge de los culebrones, fomentan la sensación de que en el arte, como en la vida, las historias nunca terminan realmente.

Pongamos como ejemplo la serie estadounidense de televisión Los Soprano, que se emitió en seis partes y 86 episodios entre 1999 y 2007. Ahora ha llegado a un aparente final, pero puede que la revivan en cualquier momento. Al fin y al cabo, otras series han durado mucho más. En Gran Bretaña, mucha gente escucha la radionovela Los Archer, ambientada en el escenario rural de Ambridge. Lleva emitiéndose desde 1951 de manera regular, con más de 15.000 episodios. Los personajes individuales mueren, tanto en las ondas como en la vida real, y los actores van y vienen, pero el programa continúa porque está asociado a la continuidad de una familia y un pueblo. Así que parece que hay una demanda creciente de formas de arte que eviten el desenlace e imiten el desorden de la vida.

11 de marzo de 2008

Girls and weather, de The rumble strip


No ofrecen nada excesivamente original pero sí bien hecho. Un pop facilón con algunos toques soul (incluso algo de ska) al más puro estilo británico. The Rumble Strip es uno de esos nuevos cientos de grupos que salen cada año pero que destaca por encima de la media. Sus letras, sin llegar a ser un prodigio de la composición, la nostalgia ochentena y el acertado uso de los instrumentos de aire, confieren a este grupo un cierto aire gamberrete de esos que te gusta que te acompañen cuando bajas por la Gran Vía apretando el paso.




3 de marzo de 2008

Un bloguero llamado Pla


"No sé lo que es el amor. Me he enamorado de un paisaje, una ciudad, pero tratándose de los seres humanos tengo una idea bastante contraria", partiendo de esta premisa es fácil comprender que Pla describiese los paisajes como nadie, los amaba. Su narrativa directa, impregnada de realismo poético tenía el fin de ser inteligible, llegar a la gente más sencilla buscando el adjetivo preciso. El adjetivo es algo demasiado serio, adjetivar en exceso puede causar la misma sensación que que viene el lobo. Pla mantuvo esa búsqueda en más de 30.000 páginas que aportó a la literatura.

Fue un 8 de marzo de hace 90 años cuando el periodista comenzó a escribir El quadern gris, un diario que reúne las condiciones necesarias para ser publicado en formato blog. De ahí que la Fundació Josep Pla para conmemorar el aniversario de la obra estrene el blog de El quadern gris. Una bitácora que respetará escrupulosamente las fechas de publicación de los post con las que Pla establece en su libro. Por lo que la duración del blog será del 8 de marzo, primera anotación de Pla, al 15 de noviembre, último día de la novela.

El quadern gris, el diario que relata las vivencias de Pla en su último curso en la Universidad ha sido quizás su obra más emblemática, la que más calado ha tenido entre aquellas personas a las que iba dirigido, la gente más sencilla. El mérito de la obra es que Pla lo escribe haciendo examen de memoria, no es un diario que nace del día a día como cualquier diario al uso. El quadern gris nace de los recuerdos de Pla, de ahí la inexactitud de algunas fechas que menciona. Quizás como el mismo decía lo más profundo que tiene el hombre es su superficie, de ahí que un dietario no necesite la retroalimentación diaria de uno mismo, la profundidad según el periodista nunca se alcanza.