29 de marzo de 2007

Winter in Madrid, C. J. Sansom

[Publicado en La Vanguardia, 26 de marzo de 2007]

Por Enric Castelló

Pronto tendremos el placer de dar la bienvenida a la traducción en castellano de una gran novela: Winter in Madrid, de C.J. Sansom. Una importante editorial catalana ha comprado los derechos de la traducción de este bestseller del que ya se han vendido un cuarto de millón de copias y que recolectó una magnífica acogida entre la crítica británica. La noticia de su traducción es muy positiva y pone de manifiesto el potencial literario, narrativo y comercial, que tiene la guerra civil española.

C.J. Sansom es un escritor educado en Birmingham con un doctorado en historia. Como muchos otros historiadores, tras trabajar en varias actividades, se decidió por la novela criminal histórica, un género muy popular. Así, puso en circulación "Dissolution", "Dark Fire" y últimamente "Sovereign", esta última con más de 100.000 copias vendidas. Esta saga se centra en las aventuras del abogado Matthew Shardlake en la Inglaterra del siglo XVI.

Lo que quizás caracteriza a Sansom es su capacidad de combinar entretenimiento e inteligencia. De esta forma, mientras que entre otro tipo de superventas uno a veces siente que le están tratando de tonto, Sansom muestra un respeto de cara al lector, lo trata de forma adulta, responsable, sin subestimarle en ningún momento. En este sentido, creo que debemos tener en consideración que no toda la literatura que se vende en grandes cantidades debe considerarse de baja calidad. Bajo mi punto de vista, Winter in Madrid rompe esta especie de tópico.

Espías, amor y política

Me enganché a la novela desde el primer momento, primero por su temática y más tarde por su forma y contenido. Sansom presenta una historia basada en el Madrid de los años 40. La ciudad está devastada por la guerra civil y sufre la brutal represión franquista. En este escenario, Harry, un profesor de español en Cambridge, es captado por los servicios secretos británicos para desenmarañar un caso que preocupa y que puede decantar a España a tomar parte en la segunda guerra mundial. Se trata de una novela de espías, de amor y también de política.

Entre la crítica británica se ha comparado a Sansom con Sebastián Faulks y sus interesantes historias sobre la segunda guerra mundial y la resistencia; y también con Carlos Ruiz Zafón. Winter in Madrid tiene el potencial suficiente desde un punto de vista literario para convertirse en un fenómeno como La sombra del viento o Soldados de Salamina. Estoy de acuerdo con el análisis del Daily Express, si os gustó Zafón este os va a encantar.

Una ciudad de fantasmas

Winter in Madrid tiene momentos ciertamente estelares de los que no puedo apenas hablar, puesto que es una novela de intriga y cualquier detalle puede aguar su potencial narrativo. Quizás destacaría su capacidad para describir las calles de Madrid, sus habitantes, una estampa en sepia de una ciudad fría, deprimente pero a la vez repleta de gentes que luchan por sobrevivir y también de buitres que intentan aprovecharse de las debilidades y las miserias de los demás. Como exclama uno de los personajes: "Ahora Madrid está lleno de fantasmas". Creo que el trabajo de documentación y ambientación es muy bueno.

Quizás desde un punto de vista ideológico, Sansom ha podido ser demasiado imparcial, pero tomar más cartas en el conflicto hubiera sido pernicioso en el resultado final. Aunque el lector distinguirá fácilmente los personajes positivos –aquellos que creen en la democracia y en valores como la libertad o el amor– y negativos –los que solo obedecen al poder económico y militar–, la novela tampoco ofrece una simplificación burda del conflicto. Creo que es un acierto, aunque para los descendientes de los que perdieron y murieron defendiendo la República nos pueda dejar un sabor agridulce. En todo caso, esta novela ofrece una trama apasionante basada en la historia de España, y no evita temas controvertidos como la complicidad del gobierno británico con las facciones monárquicas del gobierno franquista, los campos de concentración en la posguerra o la colaboración de la iglesia con el aparato censor y represor. En general, una novela inteligente, valiente y muy entretenida que no os dejará indiferentes.

23 de marzo de 2007

Versiones, la chançon de Jacques Brel

La chançon francesa ha contado con algunos de los más bellas melodías que nunca se han interpretado. Con Maurice Chevalier o Edith Piaf como máximos exponentes de este particular modo de cantar, la chançon viene determinada de una manera inexorable por la necesidad de ganarse el pan de los artistas franceses de mediados del siglo XX. Con una enorme competencia en las callejuelas de ese París idílico, de empedrados húmedos, con el brillo de los faroles, besos en los portales… los cantautores se ganaban el favor del público, unas monedas en realidad, con unas interpretaciones dramáticas de sus sentimientos hechos canción.

Uno de los grandes cantautores de la chançon francesa fue Jacques Brel. Belga de origen y francés en su éxito (ya saben), conquistó el corazón de todos aquellos que le escucharon en sus desagarradoras canciones. Una exhibición de sentimientos desagarrados como la célebre “Ne me quitte pas”, con el punto justo de contención como en el caso de “Le port D’Amsterdam”, e incluso un tono más alegre como “Le mer”. Grande entre los grandes, desde el estreno de cada uno de sus éxitos hasta el día de hoy, muchos cantantes se han acercado a Brel para interpretar e intentar hacer suyas sus canciones. En la mayoría de casos no han conseguido borrar la huella del original [guiño, guiño - Teddy Bautista- guiño, guiño]. Sin embargo, en este juego de versiones que proponemos en “Destripando Terrones”, presentamos cinco originales y cinco versiones, por lo extraño de la Jam Session de Lemper con Bowie en “Le port D’Amsterdam”, la espectacularidad vocal de Fabian y Dion, más desgarradoras y dramáticas que nunca en “Je suis malade” y “Quand on n'a que l'amour”, o la universalidad alcanzada en la versión de Bobby Darin del tema “Le mer”. Por supuesto, “Ne me quitte pas”, auténtico himno de una Nina Simone que le robó la canción a Brel, por la mano, la voz y el sentimiento.

Disfrútenlas.
Jacques Brel - “Ne me quitte pas” – Nina Simone


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Jacques Brel - “Je suis malade” – Lara Fabian


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Jacques Brel - “Le mer” – Bobby Darin


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Jacques Brel - “Quand on n'a que l'amour” – Céline Dion


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Jacques Brel - “Le port D’Amsterdam” – Ute Lemper & David Bowie


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20 de marzo de 2007

Versionando al Duque blanco

Qué podemos decir que no se haya dicho ya del polifacético David Bowie. Sin duda, Bowie, ha sido y será uno de los artistas más influyentes en la música pop y su ejemplo y sus canciones serán tomados por otros artistas que versionarán sus inigualables contribuciones a la música. En esta ocasión y siguiendo la línea trazada por Ottinger en cuanto a las versiones originales y sus covers interpretados por otros músicos, presentamos algunas de las obras del mítico cantante y actor inglés y sus versiones. Indudablemente nos quedamos con el original, pero teniendo en cuenta la calidad de las composiciones de Bowie, y la admiración que muchos artistas profesan hacia su persona, las versiones que aquí os ofrecemos no tienen ningún desperdicio. Relájense, eschuchen y disfruten...



Space Oddity (1969) / Gerard Palaprat - Un homme a disparu dans le ciel



The man who sold the world (1971) / Nirvana - Unplugged in New York (1994)



Heroes (1977) / The Wallflowers - Godzilla OST (1998)



Ziggy Stardust (1972) / Bauhaus - Beggars banquet (1982)

19 de marzo de 2007

Las aventuras del valeroso soldado Schwejk, de Jaroslav Hasek


Puestos a leer, nada mejor que darle un sentido a las lecturas. De manera que ésta es la primera de una serie de entradas sobre literatura antibelicista o, más concretamente, antimilitar, serie de entradas en la que esperamos su colaboración ya sea mediante comentarios, entradas enviadas al correo del blog o simplemente recomendando un título que se ajuste a la serie. La novela de hoy, Las aventuras del valeroso soldado Schwejk de Jaroslav Hasek, es un clásico de la literatura europea y, quizás, el mejor exponente del género antibelicista –si es que existe como tal.

Es, sin duda, una de las obras checas más conocidas más allá de su propia lengua. Fue escrita por Hasek al finalizar la I Guerra Mundial y representa a la perfección la estupidez de esa –y todas- las guerras. Supongo que para Hasek escribir esta novela fue un acto más en línea con su manera de vivir. Fue escrita en lengua checa, la misma que siempre había empleado Hasek en sus trabajos en revistas feministas, socialistas y de naturaleza y eso, ya en sí, contenía un impulso revolucionario. En la Praga que él describe el checo es la lengua de los no educados pues el Imperio Austro-Húngaro rechaza todas las lenguas que se salgan de la belleza del alemán. El hablar y escribir en checo era señal de ímpetus nacionalistas y revolucionarios, de insumisión ante un Imperio que estaba en decadencia pero que, como todos los castillos de naipes, pensaba que seguía y seguiría estando en pié por décadas. La mezcla de naciones bajo la bandera imperial y por tanto de lenguas, es algo que refleja extraordinariamente bien la novela, y la traducción de la edición de Destino hace que el lector español pueda apreciarlo gracias a las notas al pié donde se indica en qué lengua habla qué personaje y en qué lengua es contestado por otro en cada momento -las ilustraciones también son de lo mejor.

La novela es una gran sátira de la vida castrense y de los conflictos militares. La personalidad de Hasek se deja notar en boca de absolutamente todos los personajes. Éste siempre tuvo un ímpetu revolucionario y la sátira era su mejor arma. Ya antes de la Gran Guerra, Hasek había participado en actividades políticas e, incluso, se había presentado a las elecciones con el partido creado por él mismo: El Partido del lento progreso pero dentro de los límites de la ley. Obviamente no ganó, pero suponemos que la ironía y la sátira de los políticos de su época no fue poca. Tras las elecciones y con la guerra empezada, Hasek acudió al frente de Galitza a defender al Imperio, sin embargo tras verse acorralado su batallón por los rusos Hasek decidió cambiarse de bando. La Revolución de Octubre le pilló por tanto en las trincheras zaristas y esto propició que pudiera formarse junto con los bolcheviques y acudiera a Praga tras el fin de la guerra para luchar por la independencia de su país. Tan fidedignamente ridiculiza Hasek la vida en el frente que hasta los nombres de los superiores militares de Schwejk son los mismos que él tuvo en su día.

¡Pero discúlpenme! Llevo tres párrafos y aún no les he presentado al protagonista de nuestra sátira: el valeroso soldado Schwejk. La peculiaridad de este soldado es que es tonto. Tonto de remate. Él lo sabe, y lo hace saber tranquilamente. Quizás por eso mismo es valeroso. Se siente cómodo con esa manera de ser y con la catalogación que, ya en el servicio militar obligatorio, le dio el imperial ejército al que perteneció: tonto e inútil. Sin embargo, y aun siendo tonto, Schwejk es la única voz serena dentro del ejército. Ya es significativo que en tiempos de guerra hasta el tonto de Praga valga para misiones de responsabilidad. Su buena intención le mete en distintos follones y le saca de no menos momentos críticos, y con ella va a todas partes. La vida de Schwejk se veía tranquila tras el servicio militar, se dedicaba a vender vulgares chuchos robados como si fueran perros de raza mientras frecuentaba los más diversos bares y tabernas de Praga y, en general, de toda la geografía checa –exactamente igual que Hasek quien vendió perros robados durante algún tiempo y que siempre fue asiduo de las más bajas tabernas. Por todo esto, Schwejk conoce millones de historias y siempre se pasa el día contándolas. Ya sean vistas por él, contadas por un interlocutor honrado o por terceros. Historias y más historias que hacen que todo tenga que ver con todo y que cada conversación con un superior o con un simple amigo tenga un grado de surrealismo sumo elevado a la enésima potencia.

Inicialmente Hasek ideó el personaje para ser publicado en capítulos semanales, y eso se nota. La primera parte de la novela es claramente folletinesca en el buen sentido –y no como la de Prada- pues los capítulos se suceden y a cada situación surrealista le viene otra aún más sin apenas transición, lo que confiere a esta parte una rapidez que incita a la agitación mental y previene el sedentarismo. En ella se ve claramente cómo vivían la guerra los miembros de la sociedad de Praga, a muchos kilómetros del frente y con la mente puesta, unos en sus carreras y otros en la propia subsistencia –la cual acostumbra a pasar por estar lo más lejano del frente de batalla. La segunda de las cuatro partes que componen esta novela ya fue pensada como libro al uso y se nota. Hasek se deja llevar más por los personajes que rodean a Schwejk y menos por su valeroso protagonista. El resultado es un continuo devenir de personajes que nos descubren los distintos modos de vivir de aquellos que están en la primera línea de la retaguardia. Hasek intentó hacerse un gran narrador en estas escenas de deambular por la geografía checa pero afortunadamente reconoció su error a tiempo y supo ver que si alguien le iba a llevar a la historia de la literatura ese no era otro que el valeroso soldado Schwejk.

De manera que en la tercera y la cuarta parte de esta novela Schwejk vuelve a ganar el protagonismo que su enorme boca necesita. Aparecen personajes delirantes que harán las delicias de cualquier anticastrense y la emoción de qué le pasará a Schwejk se mantiene hasta el final. Sin embargo no espere el lector un final apoteósico. El autor murió antes de finalizar la obra –e incluso los capítulos del final los escribió uno de sus mejores amigos tras su fallecimiento. Este hecho no es óbice para que la novela deje de ser leída, sino todo lo contrario. Sabiendo que el autor no nos va a sorprender con finales inesperados o que el héroe de la novela no nos acabará traicionando por culpa del ego del escritor. Todo lo contrario. Schwejk no acaba y eso hace que el libro pueda ser leído con todo el gozo del mundo, riéndose de lo estúpidas y trágicas que son las guerras. Quien necesite finales puede acudir a las distintas continuaciones que otros escritores han hecho a lo largo de los años. Autores muy conocidos han continuado con las aventuras del valeroso soldado sin pudor y con distintos resultados.

Hasek creó un mundo donde el mismísimo Sancho era Quijote y donde las novelas de caballerías eran trincheras en mitad de Europa por las que se ahogaban los jóvenes movilizados a la fuerza. Se rió de la presencia de la Iglesia en las filas militares, de la indignidad de los que no querían ir a la guerra, de la inmundicia de aquellos que les obligaban a ir, de los desertores –como él-, de los mandos, de los soldados rasos, de los voluntarios de un año –futuros oficiales que eran aún más cobardes que los soldados rasos-, de los sargentos chusqueros, de los húngaros y de los checos. Se rió absolutamente de todo en esta novela que es ya un clásico de entreguerras y que nos dice constantemente que la vida militar es absurda y, por su misma esencia, está condenada a desaparecer.

Léanla, porque saldrán fortalecidos en sus creencias: un tonto es un tonto, pero dos lo son mucho más.

17 de marzo de 2007

El libro negro, de Paul Verhoeven


El libro negro” cuenta una de esas historias protagonizadas por la resistencia a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial y que tanto nos gusta ver en la pantalla. Una judía que huye en los momentos posteriores a la ocupación alemana de Holanda y que termina alistándose en un grupo de activistas que luchan contra la invasión del enemigo. Voluntariosa y de carácter atrevido, nuestra protagonista nos enganchará desde el principio en las trepidantes aventuras que le tocará vivir, en primer lugar para sobrevivir y más tarde para plantar cara a los asesinos de su familia.

Y es que como digo, las historias de nazis en la Segunda Guerra Mundial son de lo más agradecidas en el cine. Si planteo el mismo desafío que un conocido mío, la respuesta seguramente será unitaria, a saber: ¿qué parte de Indiana Jones es la que menos les gusta? Si han elegido la segunda parte se darán cuenta que es la única en la que los nazis no aparecen. Sí, son los mejores malos que podríamos encontrar para cualquier argumento. Y “El libro negro” no es una excepción. Sin embargo, y a diferencia de la mayoría de las películas estadounidenses en la que aparece el ejército nazi y un grupo de valientes aliados luchando contra todos ellos, en esta ocasión, los alemanes no parecen estúpidos. Aunque sí se molesta el director en mostrar la decadencia en los últimos meses de la guerra de los oficiales nazis. Un toque de depravación, sexo lujurioso, desorden, conspiración y avaricia. Y es que este último defecto es el que envuelve todo el argumento. La miseria humana que hurga en la desgracia para obtener el más dorado de los deseos que codiciamos, y que no es otro que el vil metal. La caída del Imperio Roma actualizada a 1945.

Dirigido por Paul Verhoeven, al que debemos títulos de tan variado calado como “Robocop”, “Instinto básico”, “Showgirls” o “Starship Troopers”, la película transcurre más o menos en una línea argumental clara, la de ir complicando la historia a medida que transcurre con el fin de crear cada nuevo minuto del metraje un poco más de tensión (y misterio) si cabe. Y lo consigue, hasta el punto en el que el espectador, de no aclarar que se trata de un hecho real en el inicio de la película, podría pensar que tanto giro argumental, persecución y revelación de personalidades ocultas resulta ficticia, por no decir imposible. Pero como en la guerra todo es posible, y las crónicas de los supervivientes nos cuentan todo tipo de avatares, aceptamos la dramatización de los hechos y nos arrugamos un poco más en la butaca del cine [guiño, guiño -Teddy Bautista- guiño, guiño]. Aunque para ser sinceros, uno termina por agradecer que se aclare el álbum de fotos y se proceda con la lectura del libro negro.

Como ya se ha dicho en el primer párrafo, es la vitalidad de la protagonista la que tira de todos los espectadores para llevarlos al complicado mundo de los espías. Una magnífica interpretación de Carice van Houten que se regala a los espectadores en cada escena en la que aparece. De hecho la película casi parece más hecha para su lucimiento que para el relato de la dramática historia. Secundada por el alemán Sebastian Koch, que en un papel menos agradecido que en “La vida de los otros” clava la frialdad nazi en el planteamiento del dilema moral que se le presenta y que resuelve en una mirada en los ojos de la protagonista. Dentro de la resistencia destacan tres papeles fundamentales para el desarrollo de la trama, el anciano Dolf de Vries, el combativo Thom Hoffman y el jefe Derek de Lint. Todos ellos encierran el misterio de “El libro negro”, la solución sólo la encontrarán minutos antes del fin de la película.


12 de marzo de 2007

Versiones, "You'll never walk alone"

En Destripando Terrones hemos decidido iniciar una serie de entradas en las que todos los que nos leen pueden participar con sus contribuciones. Se trata de ir colocando distintas versiones de la misma canción para que podamos conocer los matices de los distintos grupos o cantantes que las han interpretado. Desde la crítica más cruel al destrozo de algunas canciones maravillosas hasta el más rotundo reconocimiento a versiones que han hecho mejores y más grandes a sus originales. Originales que en muchos casos no colocaremos en estas entradas por desconocimiento o porque directamente resultará imposible adivinar quién fue el primero en cantarla [guiño, guiño -Teddy Bautista- guiño, guiño].

Como presentación nada mejor que retomar la mítica You’ll never walk alone” que ya nos explicara Harry en su blog. Aquí las primeras versiones, sin ningún orden particular. Unas cuantas, que es la primera de la serie, aunque faltan las versiones de Aretha Franlin y Tom Jones y otras muchas. En otras ocasiones nos limitaremos en presentar una par de canciones para compararlas. No siempre es posible encontrar tanto material como en esta ocasión.

Escúchenlas poco a poco, que si no les ocurrirá como a los enólogos con el vino. Esperamos su opinión y valoración. ¿Con cuál se quedan?

De la versión original en el musical “Carousel” a las versiones de Nina Simone, Elvis Presley, Ray Charles, Jackie Wilson, Gerry And The Pacemakers, Frank Sinatra, Patti Labelle, Johnny Cash, Johnny Maestro and The Brooklyn Bridge, Juan Diego Flores, Barbra Streisand, The Platters, Point of Grace, Roger Williams, Die Toten Hosen, Timi Yuro, Lee Towers, Carreras, Domingo y Pavarotti, Serge Nelson, Los fastidios, The Bosshoss, Pink Floyd, Careca y por supuesto, Stadium Anfield.

8 de marzo de 2007

El futuro cumple 25 años

[Publicado en ABC, 4 de marzo de 2007]

Por Andrés Ibáñez.

¿Ha visto ya Blade Runner? Entremos entonces de nuevo en la ciudad de Los Ángeles, año 2019. Los Ángeles ya no es un lugar soleado y relajado al borde de playas donde se juega al voleibol, sino un infierno de cielos negros, inacabable lluvia ácida y fuegos que arden en lo alto de torres sombrías. Grandes naves publicitarias anuncian la vida en las colonias, «una dorada tierra de oportunidad», entre imágenes de Coca-Cola. Paneles de vídeo gigante, que no sabemos si son publicidad o una instalación de arte conceptual, muestran a una sonriente geisha comiendo sin parar. Este es el poscapitalismo, la era posindustrial, la «condición posmoderna» en la que las grandes corporaciones se han apoderado del mundo y lo devoran todo. Dos gigantescas pirámides presiden la ciudad de L. Á. Recuerdan a la pirámide del sol de Teotihuacán, y a su terror totalitario y deshumanizador. Las referencias a las antiguas culturas mexicanas están por doquier: el apartamento de Deckard, por ejemplo, tiene una decoración obsesiva que recuerda al templo de Mitla, las cenefas de Tula, los ondeantes dibujos toltecas. La sensación de que cuanto más avanzamos en el tiempo, más atrás llegamos.

Los animales han desaparecido prácticamente de la Tierra, y abundan los animales artificiales. También hay seres humanos artificiales, los Replicantes, que han sido declarados ilegales, y son exterminados por unos asesinos profesionales llamados blade runner (literalmente, «el que maneja el cuchillo», «navajero»). El blade runner Deckard tiene la misión de acabar con cuatro replicantes que han regresado ilegalmente a la Tierra. Pero eso ustedes ya lo sabían.

Llamas en un ojo. Uno de los temas obsesivos de la película son los ojos. Si Un perro andaluz comienza con un ojo «cortado» por las nubes, Blade Runner comienza con un ojo en el que se reflejan las llamas. A los replicantes se les reconoce mediante un test que mide las dilataciones de la pupila, y muchas veces los ojos de los personajes brillan como los de los gatos: los de Rachel, la replicante que no sabe que lo es, los del misterioso policía Gaff, un conocido actor hispano (Edward James Olmos) que se expresa en chino o bien mediante animalitos de origami. ¿Es él también un replicante? La bella Pris (Daryl Hannah) se pinta los ojos de negro. Roy (el monumental Rutger Hauer) se pone unos ojos de juguete. Leon intenta matar a Deckard hundiéndole los dedos en los ojos. Roy matará a Tyrell de la misma forma.

«Si tú supieras las cosas que he visto con tus ojos», le dice Roy a Chew, el diseñador genético de ojos que vive dentro de un congelador. Y más tarde, en el famoso monólogo, poco antes de morir: «He visto cosas que no podrías creer». Porque la Tierra se ha convertido en un lugar oscuro, en una cultura del simulacro, como la casa de Sebastian, un edificio en ruinas vagamente decimonónico lleno de muñecos, maniquíes y «amigos artificiales» entre los cuales vive este ser extraño aquejado con la «enfermedad» de envejecer demasiado deprisa, y los únicos que han tenido verdaderas experiencias, los únicos que han visto cosas memorables, son los replicantes.

Los recuerdos de Deckard, el blade runner, están colocados encima del piano decimonónico en una exposición privada de fotografías. ¿Son reales? Las partituras que están en el piano, mezcladas con las fotos, no son realmente de piano, sino quizá de violín. Deckard tiene un recuerdo, o una visión, de un unicornio blanco corriendo entre los árboles. Sólo aparece en el montaje del director y es la clave secreta de la película. ¿Partituras falsas, recuerdos falsos? ¿No somos lo que recordamos? Deckard sostiene en la mano una fotografía falsa de Rachel de niña, y la imagen se anima de pronto de luz, y se oyen las voces de unos niños. Un escalofrío metafísico. También el cine es vida artificial.

Roy cita unos versos ante el fabricante de ojos: «Los llameantes ángeles cayeron, ardiendo con los fuegos de Orc». Pertenecen a América, una profecía, de William Blake. Orc, el Terror, representa la serpiente que estaba enredada en el árbol, que en el poema dice también: «Todo lo que vive es sagrado, la vida se deleita en la vida». El mal y el bien, la vida y el artificio, se confunden en el entrelazado serpentino. Una de las replicantes, Zhora, trabaja con serpientes y tiene ella misma escamas en la piel. Cuando Deckard la asesina, muere atravesando paredes y paredes de cristal, en una imposible sucesión de escaparates llenos de maniquíes.

Tyrell, el creador de la mente de los replicantes, es «el hacedor» (the maker). La pirámide donde vive se parece a la de Teotihuacán, pero también a la que aparece en los billetes de dólar. «Eres el hijo pródigo», le dice Tyrell a Roy. Próximo a la muerte, Roy se atraviesa un clavo en la mano para sentir, aunque sea dolor, porque la vida que le han regalado le ha hecho adicto a la experiencia que los seres humanos ya no sienten. Un clavo en la mano, el hijo pródigo, el hijo. El hacedor, el hijo, la serpiente. Toda vida es sagrada, hasta la falsa. ¿Es esto la «sobrenaturaleza» de que hablaba Lezama Lima? Para los gnósticos, Cristo y la serpiente eran uno. El hijo pródigo mata al hacedor porque es un dios imperfecto que le ha dado una vida imperfecta. Tyrell no es Dios, es el demiurgo.

Nostalgia de la luz. No es cierto que Blade Runner sea una película sombría: está llena de luz y de la nostalgia de la luz. La luz no está dentro de las casas, sino fuera, en los focos publicitarios o policiales que barren obsesivamente suelos y paredes. El aire de las estancias oscuras se ilumina misteriosamente, como si fuera submarino y estuviera lleno de plancton. Pero esa materia extraña que parece llenar el aire es precisamente luz. ¿Cómo somos capaces de verla? Es luz deconstruida. No nos ayuda a ver, sino que se deja ver por nosotros.

Rachel le pregunta a Deckard si se ha hecho el test alguna vez. Sus pupilas se iluminan de dorado y de rosa, como las del búho artificial de Tyrell. Se suelta el pelo. Comienza a sonar en un saxo una maravillosa melodía de Vangelis. Deckard y Rachel se besan. ¿Está Deckard haciéndole el amor a una máquina? Al final de la película, Deckard encuentra en la puerta de su apartamento un animalito de los que hace Gaff. Se trata de un unicornio de papel de plata, y Deckard sonríe, porque sabe que si la policía conoce sus sueños y sus recuerdos (del mismo modo que él conocía los sueños y recuerdos de Rachel) es porque no son verdaderos sueños y él, por tanto, es un replicante. No entiendo por qué se dice que en la versión del director no hay un final feliz. Sí lo hay. Deckard descubre que él también es una máquina, pero sabe que siente amor por Rachel y Rachel siente amor por él. Toda vida es sagrada, dice Orc, el ángel serpiente, toda vida se deleita en la vida. ¿Qué importa ser una máquina, si se es capaz de sentir amor?

6 de marzo de 2007

...y la próxima semana (ya no) hablaremos del gobierno



Esta mañana nos abandonó el humorista José Luis Coll. En Destripando terrones lamentamos el fallecimiento de alguien que nos hizo reir tanto y despertó en nuestro ánimo el amor por el humor inteligente. Como pequeño homenaje, introducimos aquí el famoso número del vaso de agua junto con el también recordado Luis Sánchez Pollack "Tip", con quien formaba la pareja cómica "Tip y Coll". Aunque inevitablemente seguiremos oyendo hablar del gobierno (tal y como están las cosas), sólo nos quedará el consuelo de ver sus actuaciones grabadas en vídeo u otros formatos [guiño, guiño - con permiso del señor Coll - guiño, guiño].

Descansen en paz

4 de marzo de 2007

Juegos secretos, de Todd Field

Juegos secretos”, de estructura similar o muy similar a “American Beauty”, no tanto en el argumento como en el fondo y en la forma. Coincide con la de Sam Mendes en fijar sus atención en todo aquello que la sociedad no muestra en un primer plano, los deseos, los anhelos… la personalidad real de los miembros de la típica comunidad de vecinos de un barrio residencial que mantienen una fachada para construir desde ella y hacia el interior de sus hogares, su mundo. Una ama de casa reflexiva en un entorno de mujeres de recta moral, un hombre ama de casa (desconozco si “amo de casa” es un término correcto, no es cuestión de sexismo) que no encuentra su espacio ni el de su hijo, un policía perturbado y agresivo pero en el lado de los buenos y un obseso sexual, que acaba de salir de prisión y que vive son su anciana madre en el vecindario perfecto. Una serie de piezas que responden a determinados estereotipos cuyo desarrollo se completa con unos papel secundarios perfectamente construido e identificables, como en una de las primeras escenas en las que las típicas vecinas se preguntan, junto a la protagonista, la identidad del hombre que ellas llaman “El rey del baile” y que no es otro que el protagonista masculino, el amo de casa, al dirigirse Kate Winslet hacia él, se apuestan cinco dólares si consigue su número de teléfono. Ambos establecen una conversación de los más sincera y directa a pesar de ser desconocidos (quizás se confirma que la sinceridad es mayor entre desconocidos porque no hay nada que perder ni se teme reproche alguno), consiguiendo ella un abrazo, un beso y la censura escandalizada de todas sus amigas, que huyen al tolerar la fantasía con ese desconocido pero no el paso a la realidad. Más que evidente estas primeras escenas de por donde caminará el resto de la película.

Una dirección, la de Todd Field, muy en la línea de lo recomendado para este tipo de películas (y en la suya propia, repitiendo la misma estructura que ya realizarán en su anterior película, “En la habitación”). Con un ritmo lento, pausado, en una estética en la que todo lo secundario se deja en un seguidísimo plano para potenciar las historias principales. Historias que se iluminan como si se tratase de un porta en un microscopio, con el ojo del espectador a punto de escrutar la vida de esa comunidad. E incluso dándole un cierto toque poético, que se agradece. Diremos, que si este tipo de películas no gusta, tampoco lo hará “Juegos secretos”, bastante inferior a “American beauty”, tanto en la radiografía de la personalidad de los protagonistas, como en el planteamiento de los momentos finales, en el que se intenta encontrar un especio para la redención y la condena, sin que se note el premio o el castigo. Y ahí falla.

Respecto a los actores de este drama romántico (así se clasifica esta película en la cartelera) destaca, como siempre o casi siempre, la Rosa de Inglaterra, Kate Winslet. Con un interpretación llena de matices, completando en sus silencios lo que no dice en sus diálogos. Qué buenos son los actores y las actrices que diciendo poco dicen mucho. Respecto a su pareja, Patrick Wilson, a la altura, pero sin grandes despliegues. Mucho más acertada es la participación del Phyllis Somerville, madre del enfermo sexual del barrio y que tiene uno de esos papelitos tremendamente jugosos. La mujer del protagonista, la increíble Jennifer Connelly, resulta insustancial, como su interpretación, que pasa del todo inadvertida. Y ya es mérito.

En suma, una película de revisión de la cara “B” de la sociedad que no termina de profundizar. Aunque es una de las más interesantes de los últimos tiempos, en las que el cine cree que por presentar personajes a cual más raro se hace una crítica brillante, cuando en la vida real la gente, dentro de sus particularidades, es mucho más normal de lo que nos creemos.
En fin, y para no perder la tradición... [guiño, guiño -Teddy Bautista- guiño,guiño]

3 de marzo de 2007

Scorsese y el rock

[Publicado por El Confidencial, 3 de marzo de 2007]

Por Javier Pina

Desde que el rock comenzó a dar guerra en los cincuenta, el cine ha tenido con este género musical más desencuentros que encuentros. Martin Scorsese, reciente Oscar al mejor director, es uno de los pocos realizadores que ha sabido trasladar la emoción del rock al celuloide. Él es el responsable de algunos de los mejores reportajes cinematográficos de la historia del rock.

Con un master en cinematografía por la Universidad de Nueva York recién estrenado, Scorsese participó en el montaje de Woodstock - 3 Days of Peace & Music (1970), como ayudante de dirección de Michael Wadleigh y trabajando codo con codo con la editora Thelma Schoonmaker, ganadora de un Oscar por este trabajo, que se convertiría en la montadora habitual del cineasta en próximos proyectos.

En 1973 Scorsese rodó Mean Streets, su tercer largometraje. Martin necesitaba canciones potentes que reforzaran algunas escenas y para ello entró en contacto con Allen Klein, un duro tiburón de la industria discográfica, patrón de ABKCO Records y poseedor de todo lo que grabaron los Rolling Stones para Decca entre 1963 y 1970. Por un módico precio llegan al cuerdo por el que Klein le cede dos canciones de los Stones, Tell me y Jumping Jack Flash. Esta última subraya el momento en el que Johnny Boy, personaje interpretado por Robert de Niro, entra a cámara lenta en el club.

Su siguiente trabajo para la industria del rock es The Last Waltz (1978), rodado en directo el 25 de noviembre de 1976 en el Winterland Ballroom de San Francisco. Era el concierto de despedida de The Band tras 16 años de carretera. Por el escenario pasaron músicos como Bob Dylan, Eric Clapton, Van Morrison, Neil Young, Muddy Waters, Joni Mitchell o Ringo Star. El ego de los artistas invitados y el gran consumo de cocaína durante el rodaje pusieron en peligro el proyecto que se editó dos años más tarde.

Este trabajo forjó la amistad entre Scorsese y Robbie Robertson, guitarrista y compositor de The Band, que compartieron numerosas noches llenas de blues y clásicos del cine. Robertson se convirtió en el asesor de los sountracks de algunas de las películas de Scorsese como Ranging Bull, The King of Comedy, The Color of the Money, Casino, Gang of New York, The Aviator y The Departed. Todas ellas repletas de clásicos del rock de artistas tan famosos como los Roling Stones, Allman Brothers, Cream, The Who, Harry Nilsson o George Harrison.

Scorsese también trabajó para Michael Jackson, dirigiendo el videoclip de Bad (1987). Y en el 2003 produjo una serie de tres documentales-ficción en los que se cuenta la historia del blues remontándose a sus orígenes. Uno se lo cedió a Win Wenders, otro a Clint Eastwood y el tercero lo dirigió él mismo.

Se unió a Bob Dylan para montar No Direction Home, un documental autobiográfico compuesto por entrevistas, grabaciones y una montaña de material de archivo. Destacar la escena del concierto del 17 de mayo de 1977 en Manchester, en el que una persona del público llamó a Dylan “¡Judas!” mientras presentaba el tema Like A Rolling Stone en formato eléctrico acompañado de su banda The Hawks, más tarde The Band.

Lo penúltimo que ha hecho Scorsese, seguro que hará más, es un documental de la gira de A Bigger Bang, en el que se cuentan anécdotas que acompañan a un concierto grabado en el Beaton Theater de Nueva York en el que participaron invitados tan diferentes como Jack White, Christina Aguilera o el bluesman Buddy Guy.

Por todos estos trabajos, se podría afirmar que Scorsese ha montado, sin duda, las mejores combinaciones de imagen y rock que se han visto y oído en las pantallas.